¿Qué es más fácil para un gobierno?

ZV
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31 de marzo de 2022
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12:04 am
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¿Qué es más fácil para un gobierno?

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS
Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

¿Qué es más fácil para la presidenta Xiomara Castro y su equipo de asesores económicos, seguir administrando una crisis heredada de los gobiernos anteriores, o revolucionar la economía de su país para alcanzar el tan añorado bienestar económico del que todos hablan desde hace más de sesenta años? Desde luego que no es tan sencillo contestar esta engorrosa pregunta, sobre todo si en nuestra mente seguimos albergando la vieja idea de que existe un lugar llamado “desarrollo”, al cual -se nos ha prometido-, llegaremos el día menos pensado. No se sabe cuándo, pero, en todo caso, suponemos que será la CEPAL a través de sus costosos informes, que nos anunciará la buena nueva.

El problema es que, tras treinta años de larga espera, aún seguimos buscando las coordenadas de ese lugar, pues, hasta el momento, nadie nos ha mostrado dónde se ubica esa tierra de la felicidad prometida por políticos, funcionarios de las Naciones Unidas y economistas de pizarrón. En otras palabras, nadie sabe cómo manejar ese complicado asunto que requiere, en principio, voluntad política para arriesgar la imagen de un gobierno, mucha testosterona y suficiente “expertise” técnico para diseñar el camino correcto. En la empresa privada, hace mucho tiempo que diseñaron ese camino. De hecho, en el discurso de varios de los dirigentes empresariales, se pondera la inversión privada para generar empleo masivo, de modo que una buena parte de la población económicamente activa tenga acceso al consumo y pueda satisfacer sus necesidades más importantes. Así definen el bienestar social los empresarios, al menos en el discurso mediático. Lo que no sabemos es, si se trata tan solo de una excusa para salir del paso, mientras los grandes negocios se mantengan rentables y el Estado siga funcionando con el fruto de los impuestos.

Luego de dos años de pandemia, de recesión económica y atrasos en la economía del país ocasionados por la corrupción y la desidia en la toma de decisiones, podemos decir a ciencia cierta, sin acudir a las estadísticas que maquillan la realidad, que el nuevo gobierno se encuentra metido en un gran “berenjenal”, aunque no se perciba en los medios de comunicación ni en los anuncios de los medios oficiales.

A pesar de que hemos sorteado el escollo político con un cambio de gobierno que ha concluido con la extradición del expresidente Juan Orlando Hernández, la crisis económica y financiera sigue ahí, más viva que nunca y sin ganas de irse como el monstruo de “Alien”, la película de Ridley Scott. Pero, en el gobierno, las cosas se están haciendo al revés, puesto que es más fácil resolver problemillas domésticos -como otorgar plazas o subsidios-, que entrarle de lleno a una verdadera revolución capitalista que cambiaría el destino del país.

Por eso, no es extraño ver el comportamiento de los gobernantes de izquierda en América Latina, que prefieren tratar el tema de las crisis económica concentrando más poder desde el Estado que, fortaleciendo la iniciativa privada, tal como lo hace Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua. O el caso de López Obrador, en México, que piensa que el gobierno puede hacer las cosas mejor que los empresarios, y por ello se ha metido a construir aeropuertos y refinerías controladas por el Estado. Resulta lógico este proceder: frente al poder de las oligarquías económicamente tradicionales, se oponen otros grupos emergentes, que, como Bukele en El Salvador, le hace el contrapeso a las viejas familias que han controlado, desde el siglo XIX los mercados más rentables de aquel país. Y, en ese afán corporativamente concentrador, se olvidan de los ingentes problemas económicos de las masas, que pasan a un segundo o tercer plano de la agenda gubernamental.

Mientras los actores se preparan para una encarnizada lucha darwiniana de poderes, la gente se queda sin chamba, con una pésima educación, y con un sistema de salud digno del Cuarto Mundo. Por eso resulta más fácil fingir que se hacen las cosas “políticamente correctas”, que entrarle al asunto del despegue económico.

@Hector77473552

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