RETORNO A LA REALIDAD

ZV
/
17 de abril de 2022
/
12:06 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
RETORNO A LA REALIDAD

DESPUÉS de unas vacaciones de repente azarosas, en las que pudieron mezclarse momentos fugaces de alegría, de relajamiento, de mucho estrés, insolación e incluso momentos de desdicha y tragedia, se impone en el horizonte caluroso, o en la encrucijada de nuestros caminos, la dura realidad nacional, con diversas variables económicas y sociales, y escasos porcentajes de esperanza para la población. De hecho los hondureños más pobres y de clase media, continúan migrando hacia el norte, en tanto que avanza la espiral de la violencia, la zozobra y el desempleo masivo.

Pero un poco al margen de los temas abstractos de la economía y los índices de violencia, vale la pena reparar en los detalles conductuales de alguna gente que se aleja de las principales ciudades en busca del placer aparentemente fácil. Sabemos, casi de primera mano, que muchas personas se endeudan hasta los huesos, con tal de salir en las caravanas hacia los destinos turísticos localizados principalmente en la costa norte de nuestro país, a donde incluso llegan los salvadoreños. Destinos que muchas veces son inciertos en tanto que repetidas veces se vuelve imposible conseguir alojamiento, a menos que se haya reservado un habitáculo con varios días de anticipación.

Lo normal, en el pasado reciente, ha sido que la gente se endeude en épocas navideñas, sacando al crédito aquellos aparatos que parecieran indispensables en la temporada, como los televisores, los equipos de sonido y los muebles de sala. Dos meses después, a la altura de febrero y marzo, esos mismos aparatos retornan a los almacenes en donde les han otorgado los créditos. O en donde los avales devienen obligados a pagarlos. En Semana Santa la cosa se pone diferente. Las familias y los individuos, desesperados por viajar, buscan dinero prestado con altos intereses diarios o semanales. En caso contrario se van a las casas de empeño a depositar sus últimas prendas; o los mismos enseres domésticos que habían tomado al crédito. O salen a las calles a vender baratijas de ocasión. Si no consiguen dinero, siempre se van a las terminales de buses con la ilusión de conseguir un espacio en donde poder viajar “de gratis”. Sobre todo en las carreteras se observan personas pidiendo jalón sin conocer a los dueños de los automóviles ni tampoco sus destinos reales.

La odisea se vuelve más crítica al momento de retornar a sus lugares de origen, ya sea a las ciudades o a las aldeas. Con la piel quemada, los ojos rojos y sin dinero, los marchantes se instalan en las orillas de las carreteras, pavimentadas o polvorientas, a esperar el milagro que alguien les dé “un aventón”. Entonces podemos observar los carros con paila, y a veces los camiones, atestados de gente más allá de sus capacidades, corriendo el riesgo de los consabidos accidentes. Aquellos que han viajado en pailas, largas distancias, saben lo doloroso que resulta para el cuello y la columna vertebral.

En caso que logren regresar a tiempo con el fin de conservar sus precarios empleos o sus puestecitos de venta en los cruces de caminos o en las aceras, muchos tienden a desaparecer del mapa, en tanto que los acreedores comienzan a perseguirlos, con “gran audacia y porfía”, para que paguen los lempiras que quitaron prestados. Quizás las casas de empeño salgan favorecidas con estos entuertos de temporada y, desde luego, los negocios turísticos y los expendios de aguardiente, en donde escandalizan los narco-corridos y el “reguetón”, y florean los machetes y las pistolas de los bravucones y suicidas. Sin olvidar a los carteristas y rateros que pululan por todas partes.

Tal vez nuestros paisanos tengan motivos justificatorios al pretender escapar de la realidad cotidiana que nos aprisiona o nos asfixia a casi todos, especialmente en una circunstancia en que todavía la pandemia se encuentra en sus estertores, pero con ganas de seguir perjudicando. El ansia de libertad es propia del ser humano. Sin embargo, hay otros caminos que ayudan a esquivar los golpes duros de la realidad que se encuentra a la vuelta de cada esquina.

Más de Editorial
Lo Más Visto