Muere Rubén Salazar, el cantautor que se codeó con los artistas de oro de México

ZV
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21 de abril de 2022
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04:10 am
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Muere Rubén Salazar, el cantautor que se codeó con los artistas de oro de México

Rubén Salazar.

En el completo anonimato, murió el miércoles Rubén Salazar, el artista nacional que se codeó con las estrellas de la música y el cine de oro de México, a donde llegó en busca del estrellato, a pesar que su madre le advirtió que fuera de todo, menos cantante.

Su deceso fue notificado escuetamente en las redes sociales. Solo se supo que murió en el Hospital Escuela de Tegucigalpa, sin más detalles sobre sus honras fúnebres.

Nació en 1942 en la aldea Agua Fría, Nacaome, en el departamento de Valle, con el nombre de Julio César Salazar Burgos, pero él se presentaba simplemente como Rubén Salazar.

En los medios de comunicación y los círculos políticos también era conocido como “Guitarra Amarga”, apodo que se lo dio un periodista, al que él identificó como “La Araña”, según dijo a este rotativo, en una de sus últimas entrevistas en la última década.

En esta misma entrevista contó haber llegado por su cuenta a México en los años sesenta, con la intención de estudiar música, pero terminó abrazando la vida bohemia, abusando del tequila y despertándose frecuentemente con “aliento de dragón”, como diría el popular Antonio Aguilar, al que conoció personalmente.

En su lista de famosos con los que departió, incluyó al mismo Mario Moreno “Cantinflas”, “Piporro”, “Capulina”, Ignacio López Tarzo, Mario Almada, la viuda de Pedro Infante y a José Alfredo Jiménez, al que llamó su maestro.

Al mismo tiempo conoció a Víctor Cordero, compositor de los famosos corridos “Juan Charrasqueado” y “Gabino Berrera”, además del no menos popular Marco Antonio Muñiz, al que trajo personalmente a Tegucigalpa una docena de veces en los años 80 y 90, junto a Silvia Pinal.

Incluso, aseguró haber participado en muchos dobles en las películas sobre la revolución mexicana, pero su vida desordenada lo habría frenado de la fama.

MUY QUERIDO

En Honduras, en cambio, se le recuerda con mucho cariño por sus acostumbrados conciertos en el Parque Central, de Tegucigalpa, durante las celebraciones del 1 de mayo.

Vestido de ropa campesina, sombrero de ala ancha y su inseparable guitarra, la que tocaba con una admirable solvencia.

También se ganaba la vida deleitando en los restaurantes populares o animando espacios en la radio y la televisión en otras fechas festivas.

En estas presentaciones terminaba decepcionado, confesó, porque el público le pedía temas de músicos internacionales en lugar de sus propias canciones o de artistas nacionales.

Durante su vida activa, fue un defensor a ultranza de la cultura popular hondureña.

A la vez, organizó y presidió por muchos años la Asociación de Autores y Compositores de Honduras, de la que se retiró, decepcionado, reveló, de la envidia del gremio y la desleal competencia de otros empresarios dedicados a representar a los artistas nacionales sin pagarles lo justo ni las regalías de sus canciones. (EG)

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