Entre mulas y estatuas o sobre las licencias de un nobel literario

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23 de abril de 2022
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12:02 am
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Entre mulas y estatuas o sobre las licencias de un nobel literario

Por: Juan Carlos Arosemena*

En “La soledad de América Latina”, discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 1982, Gabriel García Márquez (GGM) hace un repaso, a su estilo, de la historia latinoamericana desde la conquista hasta aquel entonces. Es una síntesis brillante de esta región muchas veces mal concebida y, por ende, mal entendida. Asimismo, en su discurso abundan licencias literarias propias de un escritor de esa envergadura que, sin embargo, han causado dolores de cabeza a más de uno. Aquí un par de ejemplos.

Respecto a lo que hoy es el Perú, llama mucho la atención el misterio de “las 11 mil mulas cargadas con 100 libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino” (GGM, 1982, pág. 1). Como se sabe, una vez capturado el Inca Atahualpa, soberano del Incanato, este ofreció al conquistador español Francisco Pizarro llenar un cuarto de oro y dos de plata hasta donde su mano alzada alcanzase para que fuera liberado. Atahualpa era consciente de la codicia de Pizarro.

En ese sentido, la afirmación del Nobel es, por lo menos, problemática. Por un lado, es sabido que los incas usaban a las llamas como animales de carga y que, para 1532, año de la captura de Atahualpa, resulta muy poco probable que existiese semejante cantidad de mulas en la región. A esto se debe añadir los problemas de fertilidad de las mulas por ser producto de un cruce. Los caballos eran desconocidos para las poblaciones originarias de América.

Sobre el botín, la cantidad, de ser cierto lo indicado por GGM, sería de un total de millón cien mil libras de oro, cifra bastante elevada. Acorde al historiador y diplomático peruano Raúl Porras Barrenechea, “el acta oficial de reparto fue de 1,326,539 pesos de buen oro, cada peso de cuatrocientos cincuenta maravedís. (…) Sumando la plata al oro lo recogido en Cajamarca (ciudad donde Atahualpa se encontraba cautivo) fue, según León Pinelo, 3,130,485 pesos” (Porras, 1999, pág. 343). Aunque, la picardía de los conquistadores habría generado que el total de lo recaudado sea manipulado para registrar un monto inferior. La aseveración del colombiano, mulas y monto, al analizarse con detenimiento, es difícil de sustentar.

No menos cuestionable es su afirmación respecto a que “El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas” (GGM, 1982, pág. 2). Morazán es el máximo héroe y figura de la República de Honduras y marcó sobremanera la historia de Centroamérica.

Su estatua fue encargada por el gobernante Marco Aurelio Soto para que sea ubicada en la Plaza Central de Tegucigalpa. Así, el ministro general Ramón viajó a París para hacer las respectivas gestiones, pero se habría gastado gran parte del dinero asignado, por lo que habría tenido que encontrar una parecida a bajo precio.

En un artículo del 9 de junio del año pasado, en el medio “Sucesos” de Veracruz, el arqueólogo francés Eric Taladoire cita al historiador de arte italiano, Luca Bochiccio, y afirma que la estatua en cuestión no es Morazán y que solo el pedestal es auténtico. Por su parte, en defensa de la autenticidad del monumento el escritor y diplomático hondureño Rafael Leiva Vivas ha publicado un libro sobre el tema: “La estatua de Morazán”. Existe también otra valiosa obra, “Autenticidad de la estatua de Morazán del parque central de Tegucigalpa”, del estudioso morazánico, Miguel Cálix Suazo. Su libro contiene los manuscritos de todos los artículos del contrato firmado en 1882 donde se estipulan los detalles de la escultura; además, de otras evidencias como los rostros.

El periodista Yonny Rodríguez, en un artículo para el diario “Tunota” de mayo del 2020, indica que GGM habría recogido de “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano esta problemática afirmación, pero que, después de ser cuestionado por Cálix, cuando la UPNFM le dio un Doctorado Honoris Causa, se retractó de tal ligereza, lo cual, según Rodríguez, está escrito en el texto del uruguayo “Las memorias del fuego” quedando así zanjada la autenticidad del monumento.

* Diplomático, filósofo, Lic. en Relaciones Internacionales y Jefe de la Sección Consular de la Embajada del Perú en Honduras.

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