LAS autoridades mexicanas “disolvieron otra caravana de migrantes que pretendía salir de manera masiva de Tapachula”. Sin embargo, la migración regional –sobre la que tanto platican funcionarios gubernamentales de todos estos países involucrados, pero nunca nada ocurre para contenerla–continuará. Todo lo que ha habido hasta ahora son ofrecimientos de “planes integrales de desarrollo” para el Triángulo Norte. Dizque para combatir las “causas raíz” –desempleo, vulnerabilidad, pobreza, inestabilidad política, inseguridad, calamidades naturales– en los países de origen, para los cuales nadie aporta recursos. Están los planes ampliamente debatidos durante las dos anteriores administraciones norteamericanas, –una demócrata y la otra republicana– cuando explotó la crisis migratoria fronteriza. Solo que los legisladores nunca asignaron los recursos.
Está el plan de AMLO al que destinó migajas como cuota de enganche. Pero en cuanto escuchó –ya en esta administración de los demócratas– que Washington pensaba dar recursos a los centroamericanos para enfrentar “las causas raíz” de la migración, se olvidó del suyo. Ni corto ni perezoso, en contubernio con la mexicana directora de CEPAL, se encaramó a tuto del plan ajeno. Ahora cada componente del plan, –del que dicho sea de paso, tampoco ha habido desembolso real de recursos– va acompañado de una porción de gastos que se quedan en México. Mitad para los centroamericanos, mitad para los mexicanos. Son los dineros que AMLO pretende repartir en los empobrecidos sectores del sur de su país. “La región vive un flujo migratorio récord hacia Estados Unidos”. Solo el año anterior –hasta el mes de septiembre– detectaron más de 1,7 millones de indocumentados en la frontera con México. Súmenle la reciente hemorragia. Mientras los gobiernos continúan esperanzados a milagrosas soluciones a la desocupación, la gente desesperada, por falta de trabajos, sigue en la “rebusca”. En la rebusca de algún módico ingreso de subsistencia. ¿Cuántos han vendido, a precio de gallo muerto, bienes, propiedades, viviendas, vehículos, en fin, lo poco que les quedaba? ¿Cuántos compatriotas ya consumieron los ahorros de toda una vida? ¿Hasta dónde ajustaron las prestaciones a los que salieron en los recortes en los momentos álgidos de la pandemia? Y como sigue vigente el mismo sistema disfuncional de siempre, sin incentivos de rehabilitación, no hay, ni va a haber a corto plazo, recuperación del sector productivo.
Y son estas golpeadas empresas las que generan las fuentes de empleo. Así que la gente, en una grosera lucha inhumana por sobrevivir, sigue aquí en la rebusca. Pero cuando no encuentra, porque todos se dedican a lo mismo –a vender comida y a comerciar chucherías– agarra para otro lado a rebuscarse. Quién sabe si el cannabis, mientras no haya una sólida política de empleo que desarme este sistema económico arruinado, vaya a detener esas caravanas de gente apurada que se va porque no consigue trabajo. ¿No creen –en vez de rogar que caiga maná del cielo– que la actitud aconsejable sería valerse por sí solos? Pero no aplicando las mismas anquilosadas medidas que empeoran lo que está malo. Sino siendo creativos en las soluciones. ¿O demandar ingenio será mucho pedir? Revisar a fondo este modelo obsoleto, liberándolo del remolino de distorsiones; quitando trabas y cargas abusivas a la iniciativa privada que la sacan de competencia, impiden la generación de empleos y trancan el desarrollo. Apostándole a la tecnología y a la ciencia. En vez de seguir las recetas fondomonetaristas de ahogar más la demanda de subsistencia que hay en estos pintorescos paisajes acabados, aumentar la oferta, incentivando la producción nacional. En fin, reemplazar el mohoso sistema inservible por un modelo funcional. No repartir pobreza sino generar riqueza y bienestar. (¿Cuándo les caerá el veinte –pregunta el Sisimite– que nadie va a llegar de otro lado a hacer por el país, lo que no estemos dispuestos a hacer aquí, en lo interno, por nosotros mismos?).
