Dos océanos

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25 de abril de 2022
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12:04 am
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Dos océanos

Por: Carlos López Contreras
Ex Canciller de la República

Recientemente tuve la oportunidad de ver y escuchar a un portavoz presidencial, quien ya una vez ocupó la Presidencia de la República, valorando la conveniencia de estrechar relaciones con El Salvador, porque entre ambas naciones -decía el portavoz- tenemos dos océanos; nosotros Puerto Cortés en el Caribe y ellos Puerto Cutuco en el Pacífico, agregando que habría que suprimir la frontera entre ambos países; y que ya hay conversaciones preliminares sobre este campo con el presidente Nayib Bukele.

Todas esas consideraciones son válidas y muy dignas de tomar en cuenta, pues hay muchos aspectos en los que se puede poner en marcha una cooperación fructífera para ambos países. Pero habría que comenzar por el cumplimiento de una asignatura pendiente, por parte de El Salvador, desde 1992: la delimitación lateral de la frontera con Honduras en el océano Pacífico, es decir, mar territorial, zona económica exclusiva y plataforma continental. Nicaragua, que era parte interviniente en el juicio decidido por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en septiembre de 1992, ya honró esa sentencia al ejecutar la resolución sobre límites en el océano Pacífico, por medio del tratado suscrito con Honduras el 27 de octubre del 2021. El de Nicaragua es un buen ejemplo a seguir por el presidente Bukele, pues bastaría con delimitar lateralmente sus límites con Honduras en ese espacio marítimo y fortalecer la integración regional, donde se ha notado una marcada ausencia en el gobierno del señor Bukele y descoordinación de los demás gobiernos, al extremo que el sistema de la integración está descabezado, vale decir, no tiene secretario general desde hace 10 meses.

Y es que delimitar jurídicamente las fronteras para luego borrarlas progresivamente por la vía de la integración económica, social, cultural, el libre comercio y la unión aduanera (con un solo banco central, una sola moneda, un solo pasaporte, etc.), es un fenómeno natural deseado por nuestros pueblos, en períodos de globalización, como lo acreditan las naciones integrantes de la Unión Europea.

Vale la pena recordar que la integración más estrecha entre Honduras y El Salvador fue un proyecto que acarició con fervor hace unos 50 años el presidente Napoleón Duarte quien, incluso escribió un documento conocido como Hondusal.

Honduras, por su condición de ribereño del Golfo de Fonseca, bahía histórica de mar cerrado, tiene derecho a proyectar sus espacios marítimos en el océano Pacífico, así lo establece nuestra Constitución en su artículo 15, párrafo 5 y la sentencia de la CIJ le reconoció el título jurídico internacional para delimitar sus fronteras marítimas, lo cual ya se logró con la República de Nicaragua. Ahora falta el tratado con El Salvador, en el marco de esa buena voluntad recíproca anunciada para estrechar los lazos de amistad y cooperación.

Es El Salvador quien aspira a tener una presencia de facilidades portuarias en el mar Caribe. Honduras puede satisfacer esa aspiración, mediante el uso de su Canal Seco y facilidades especiales en las instalaciones portuarias, actuales y futuras, de Honduras en el mar Caribe, junto a otras expresiones de cooperación recíprocas.

En otro campo, debemos recordar que durante muchos años se contempló la construcción conjunta de una hidroeléctrica fronteriza que daría energía a los dos países, con la obligación de reforestar y cuidar las fuentes de agua que nacen en territorio hondureño. Sin bosque no hay agua; sin agua, no hay hidroeléctrica. Luego, un proyecto conservacionista y ambientalista bilateral podría ser apoyado con fondos verdes internacionales.

Tanto El Salvador como Honduras confrontan problemas migratorios y experimentan la dependencia financiera de las remesas para cuadrar sus presupuestos. Hay una experiencia y un trabajo conjunto que las partes pueden profundizar en el ámbito internacional para beneficio de sus migrantes y elevar la calidad de vida de los pueblos que viven en sus respectivos territorios.

Por otra parte, ambos estados confrontan la amenaza del crimen organizado. En este delicado tema, sumar esfuerzos, junto a la cooperación internacional, es el camino correcto. En definitiva, el futuro les abre a ambos pueblos y sus gobiernos amplios espacios para una cooperación fructífera, en tiempos de cambio climático, con dependencia recíproca.

Ya la época de la disputa estéril, apostando a obtener ventajas territoriales por la vía judicial o destinando recursos financieros en una ruinosa política armamentista, ha pasado. Debemos subirnos en la plataforma de las nuevas tendencias del desarrollo y de la integración para afirmar nuestra presencia en el escenario internacional.

Dios salva a Honduras y a Centroamérica.

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