Por: Otto Martín Wolf
Con la extradición termina un proceso que ha tenido en suspenso a buena parte del país durante los últimos dos meses.
Pero comienza otro, el que se llevará a cabo en los tribunales de New York.
Los hondureños, como casi todos los pueblos, desconocemos a fondo el contenido de las leyes pero, una cosa que sí tenemos es un sentido de lo que es justo y, sobre todo, lógico.
Se acerca el momento en que los fiscales del Distrito Sur de Manhattan preguntarán lo que durante tanto tiempo no hicieron quienes debieron ser los “fiscales populares” de Honduras, especialmente los leedores de noticias en televisión, radio y sus entrevistadores de programas estelares.
Cuando el hermano del expresidente Hernández fue detenido para ser juzgado y condenado por narcotráfico y otros delitos, el comunicado oficial fue “caiga quien caiga y todos somos iguales ante la ley”.
Posteriormente dijo algo aparentemente sencillo pero que debió dar paso a muchas preguntas: “No me voy a referir más a ese asunto”.
Ninguno de los entrevistadores estrellas le dio seguimiento a esa simple pero vital frase, importantísima para el futuro de Honduras y del pueblo hondureño.
Ahora quizá conoceremos las respuestas a las preguntas que nunca le hicieron.
Primero que todo veamos lo que dice la lógica sobre los cargos y las pruebas que pueden presentar en New York.
Pruebas sobre esos delitos son muy difíciles de reunir, nadie guarda una “pistola humeante” en ese tipo de actividades.
Desde luego que el aumento injustificado de capitales es un buen indicio de que algo está ocurriendo, pero no es prueba contundente en un juicio sobre narcotráfico. Quizá sí ante la SAR u otros organismos del Estado, quienes posiblemente nunca le dieron seguimiento por razones obvias.
Tampoco declaraciones de criminales en busca de “venganza” o una reducción de condena pueden ser tomadas totalmente por su valor facial.
La fiscalía del Distrito Sur de Manhattan tiene una difícil tarea enfrente: demostrar fuera de toda duda la culpabilidad del expresidente.
Pero también tiene el más importante caso que se le ha presentado en toda su existencia, más aún que el del “Chapo Guzmán” y otros capos de la droga.
Es la primera vez que un expresidente llega a esos tribunales por un asunto de narcotráfico y narcocrímenes relacionados.
Debe tener muchas pruebas contundentes, tiene que ganar ese juicio, para ello necesita demostrar culpabilidad fuera de toda duda; su prestigio y quizá todo el futuro de la lucha contra el narcotráfico organizado depende de eso.
Hay una pregunta -que no es una prueba- pero que puede despejar toda duda y convertir las evidencias existentes (aunque pudieran ser débiles) en lo que necesitan para convencer al jurado de su culpabilidad.
Es una pregunta que nadie hizo en voz alta -yo tampoco- aunque en conversaciones privadas tiene que haber salido a relucir muchas veces.
Aclaremos: El presidente de cualquier país es la persona más informada, mucho más que cualquier otra.
Las fuentes oficiales, informantes cercanos, correligionarios y hasta sobalevas le proporcionan informes a cada momento sobre cualquier situación, eso es sabido desde siempre.
Por eso, la pregunta clave que le harán y que puede demostrar si el resto de las pruebas son verdaderas es la siguiente, la que nunca nadie le hizo directamente:
“¿Sabía usted en los negocios en que andaba metido su hermano?”.
No pudo ignorarlo, no un hombre en esa posición, eso es lo que dice la lógica y la sabiduría popular.
Por lo tanto, haberlo sabido y permitirle continuar con sus actividades criminales es un acto de encubrimiento y complicidad, especialmente para un hombre en la primera posición del país, quien tiene que dar el mejor ejemplo de rectitud, honradez y respeto a la ley, caiga quien caiga.
¿Sabía en lo que andaba metido el hermano?
Esa es, en mi opinión, una pregunta que los leedores de la Biblia deben saber responder y, también, la que decidirá el resultado del juicio.
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