Extradición: ¿y ahora qué?

MA
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26 de abril de 2022
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12:49 am
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Extradición: ¿y ahora qué?

Juan Ramón Martínez

Esta es una tragedia griega en tres partes: la captura y entrega del indiciado, el juicio y la condena. La captura y la entrega tuvieron características circenses, con el pueblo, pasivo, espectador. Atentas las autoridades de los Estados Unidos ante las que Sabillón, tiene la posibilidad de confirmar que es un hombre suyo; o crear una base mediática, útil para una carrera política presidencial. Con mucha exageración. Por ello, la Presidente, lo desautorizó. El juicio, será un espectáculo. Será público y los testigos, probados y cuestionados por las partes, serán objeto de verificación para saber hasta dónde, dicen la verdad. Los abogados, tratarán de debilitar al testigo contrario y será el jurado quien, valorará la verdad de las declaraciones. Testigos inesperados subirán al estrado. Decisión unánime del jurado, es condición obligatoria. Al final, la declaración de no culpable; o culpable. La sentencia de culpable, animará a las apelaciones. Este proceso que empezó el jueves recién pasado, puede durar hasta seis meses. La lucha será fiera y las partes, harán lo posible por condenar al primer expresidente por delitos cometidos durante ejerció del cargo. Y que, se presume su inocencia. Calculamos que tendremos que esperar un máximo de seis meses o un periodo corto de tres o cuatro. Todos ellos, con un bombardeo constante de los medios de comunicación para convencernos que allá en Nueva York, no en Tegucigalpa, se decide el destino de Honduras.

Hasta aquí es inevitable preguntarnos si, lo ocurrido tendrán beneficios para enfrentar los graves problemas del atraso, cultural y emocional de los hondureños y las falencias materiales, en términos de reactividad del orden económico, la fortaleza del Estado de derecho, necesario para la inversión extranjera y la motivación para que la población, arrime el hombro, cree empleo y genere riqueza para que produzcamos lo que consumimos, reduciendo la pobreza que nos tiene colocados en la orilla de la miseria, entre los países más miserables del planeta.

Es decir que la gran pregunta inevitable, fruto de la duda que todos sentimos ante la pobre mujer que llegó a la Fuerza Aérea celebrando sin tener la menor idea, los efectos que produce para Honduras la entrega de un expresidente -que, supuestamente, cometió delitos sin que el sistema judicial lo identificara y lo sancionara- significará como creen algunos inocentes, más ayuda de los Estados Unidos que nunca ha llegado al pueblo en los últimos sesenta años; y cambios de actitudes de nosotros para entender que iniciamos un nuevo periodo, en que un sano nacionalismo nos obligará a confiar más en nosotros mismos y ver en los Estados Unidos, en primer lugar, un aliado diferente, del que todos desconfiarán y conseguir algunos apoyos manejados por nosotros mismos, en una consideración de respeto por la honradez y los intereses de los más necesitados.

Coincido con otros colegas que no hay que batir las palmas al viento. Los ocurrido el jueves 21 de octubre, tiene más de show y de espectáculo que beneficio seguro para los hondureños. En primer lugar, los actos ocurridos en la fecha citada, muestran la fragilidad de nuestras instituciones, la ausencia de un sistema legal que vigile y controle el poder elegido, y la falta de carácter de los hondureños, para colocar a los gobernantes, al servicio de nuestros intereses mediante una vigilancia constante. La extradición de JOH, es ni más ni menos, el reconocimiento de nuestra incapacidad para juzgarlo. Porque aquí, manejamos una doble moral en la que, por un lado, los malos son los otros; y el poder tiene el derecho de comprar y dominar todos los mecanismos sociales de control sobre la posibilidad y fuerza para lograr que los gobernantes rindan cuentas de las tareas que les hemos ordenado.

De modo que, no hemos ganado. Estados Unidos han consolidado su poder sobre una sociedad incapaz de crear una república independiente. Y los hondureños, de todos los niveles, hemos confirmado que somos incapaces de crear instituciones jurídicas confiables y capacidad consiguiente, para juzgar a nuestros propios sospechosos. Es decir que, si hay una cosa clara de lo ocurrido, es que nos han desnudado y convertido en una república menos confiable. Y que de consiguiente hay que aceptar que el sistema judicial nuestro, está en Nueva York; y no en Tegucigalpa. Por ello, no celebramos que se hayan llevado a JOH.

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