Los aduladores de los presidentes

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30 de abril de 2022
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12:04 am
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Los aduladores de los presidentes

VÉRTICE
Por: Fernando Berríos
Periodista

Más que a la misma oposición, a quien más deben temerle los presidentes de Latinoamérica es a los aduladores, es decir, a aquellos que se encargan de inflar egos, que dan palmaditas en la espalda y al oído dicen: “todo está bien presidente, usted tiene el poder, el pueblo lo quiere”.

Estos son los peligrosos, porque en ese afán de quedar bien con quien ha tenido a bien compartirles las mieles del poder, mienten, distorsionan la realidad y desdibujan al propio presidente (a), haciéndole sentir que es un rey o una reina, un monarca, un todopoderoso.

De pronto, esos presidentes bonachones y autóctonos, campechanos, humildes, comienzan a caer en el autoritarismo, se vuelven violadores de la ley porque sus aduladores les dicen que su poder está por encima de la misma Constitución, ya que son “acuerpados por el soberano”.

Entonces estos presidentes dejan de ser humildes, se vuelven soberbios, altaneros, malcriados, irreverentes, insensibles, inhumanos, despiadados.

Comienza a ver al pueblo que los llevó al poder como “gobernados sin poder, sin derecho a expresarse, menos a disentir.

De pronto, en muy poco tiempo, los “gobernados” se decepcionan de aquellos que en campaña les decían “líder o lideresa”. No se pueden comunicar con ellos porque cambiaron sus números telefónicos, sus correos y en sus redes bloquean la interacción.

Los aduladores de oficio le siguen diciendo a los presidentes que no se preocupen, que allá afuera los únicos molestos son los que no votaron por ellos.

Los aduladores se aprovechan de la lejanía de los gobernantes con sus gobernados y le instalan en sus mentes el pensamiento: “presidente, usted es el mejor evaluado, la gente lo ama, todo el pueblo quiere que se reelija”.

Y ya cuando los medios de comunicación comienzan a publicar sobre la realidad que se vive en las calles y el sufrimiento de los gobernados, entonces los aduladores se inflan de soberbia y les dicen a los presidentes: “hay que ponerle límites a la libertad de prensa, hay que controlar la libertad de expresión, porque la prensa tarifada miente”.

Estos presidentes, engañados, se olvidan que llegaron al poder gracias al uso de los medios de comunicaciones y redes sociales para transmitir su mensaje.

El autoritarismo está en marcha y comienza a crecer y reproducirse. En poco tiempo, los presidentes y sus círculos inmediatos se endiosan, pierden el piso, se emborrachan de poder.

Para entonces, aquellos buenos presidentes ya están convencidos que no ha habido nadie mejor que ellos y en su imaginario y en las arengas de sus aduladores llegan a pensar y creer que el país lo necesita más tiempo.

Se enamoran del poder absoluto, se empalagan con los halagos de los aduladores.

Un día, aquellos humildes presidentes, ya van dando los pasos para derribar a todo el que se opone a sus excesos y a sus ambiciones. Se afanan en controlar el Congreso, el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Procuraduría General, el Tribunal de Cuentas. Tratan de someter a cualquier institución que esté en capacidad de cuestionar sus excesos.

Los aprendices de dictador van creciendo y se sienten con el poder y la autoridad de controlar todos los poderes, violar la ley cuantas veces sea necesario, humillar a los empresarios, aniquilar a los banqueros, chantajear a las iglesias, a las oenegés, poner contra las cuerdas a las fuerzas vivas bajo el criterio “con nosotros: todo, sin nosotros: nada”.

De aquellos candidatos campechanos que vitoreaba la gente no queda nada. Los aduladores han hecho su trabajo.

Esa es la realidad de Latinoamérica. Los presidentes soberbios y altaneros erigen su desgracia, pero los aduladores les mienten, los animan a seguir acumulando poder, por las buenas o por las malas.

En poco tiempo ya nadie quiere a estos presidentes, los gobernados están decepcionados, una vez más se sienten engañados.

Muchos pierden la esperanza, sí, aquella que es la última que se pierde.

Cuando todo se viene abajo, cuando los presidentes están en el ocaso de sus mandatos, los aduladores son los primeros en huir como las ratas.

Por eso, como dije al inicio, los presidentes deben temer más a sus aduladores que a la oposición. Debe temer más a los pesos que a los contrapesos.

Si usted quiere tener poder y lo alcanza, no lo olvide, los primeros que lo abandonarán cuando usted esté en problemas derivados de sus excesos, serán los aduladores de oficio, aquellos que le decían: “presidente, todo va bien, la gente lo ama”.

Email: [email protected]
Twitter: @berriosfernando

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