Del cielo al infierno

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4 de mayo de 2022
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12:34 am
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Del cielo al infierno

Carlos Medrano
Periodista
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Nacido en octubre de 1968 en la aldea de Río Grande, en Gracias, departamento de Lempira, un vástago de una prolífica familia de 16 hermanos, el expresidente Juan Orlando Hernández enfrenta la mayor prueba de su vida que lo amenaza con mantenerlo preso en una pequeña celda estadounidense por el resto de su existencia.
Luego de estudiar la primaria en su humilde aldea, irse a San Pedro Sula a cursar su bachillerato y posteriormente trasladarse a Tegucigalpa para convertirse en abogado, el “muchachito malcriado” como le denominó Pineda Ponce, empezaba una vertiginosa carrera política que lo llevó a los máximos estratos de este país.

Pese a sus orígenes humildes, JOH llegó a dominar de manera asombrosa durante más de una década a la clase política y la institucionalidad de Honduras, primero destruyendo los liderazgos de caciques políticos de su partido, hasta deshacerse de su padrino y expresidente “Pepe” Lobo, con quien ahora mantienen una marcada enemistad.

Resabido, vengativo, irascible, implacable en sus decisiones, aunque envuelva a su círculo más cercano, autoritario, terco, hombre serio de no muchas bromas, frio, calculador e inescrupuloso, JOH tenía clara su meta y objetivos, pasando por encima de quien se entrometiese en su camino hasta llegar al poder.
Con su ambición desmedida y haciendo mancuerna con el “gracioso” “Pepe” Lobo, llega a la presidencia del Congreso Nacional y empieza a pavimentar su camino a la Presidencia de la República, entre triquiñuelas, zancadillas, deslealtades y todo lo malo que encarna la política vernácula en Honduras.
Llega a la máxima magistratura del país con denuncias fuertes de fraude electoral, se apodera de toda la institucionalidad, CSJ y Fiscalía, que le sirve para manipular y extorsionar a su oposición y empresarios que lo desafiaban.

Mediante burdas artimañas legales y con su partido político arrodillado bajo sus pies -por temor o por complicidad- JOH decide buscar la reelección que no logró “Mel” Zelaya y mediante otro fraude descomunal, gana este cotejo electoral por segunda vez, ganándose el repudio no solo de parte de su partido, sino de miles de hondureños que se sintieron burlados por el voto popular.
Finalmente, JOH y el Partido Nacional perdieron las últimas elecciones de manera abrumadora, castigando con el voto popular a un hombre que le hizo un enorme daño al país, hoy mancillado con el mote de narcoestado y Estado corrupto.

Hernández Alvarado, en el poder, perdió a su adorada hermana en un accidente aéreo todavía por causas aún no esclarecidas, perdió a su hermano Antonio Hernández condenado con 130 años acusado de narcotraficante y hoy él está arrinconado en los tribunales norteamericanos con sendas acusaciones que le pueden costar 3 cadenas perpetuas.
Según las imputaciones de la Fiscalía de los Estados Unidos, JOH corrompió al sistema político hondureño con recursos del narcotráfico para ganar las elecciones y recibió dinero de famosos capos que sobornaron al exmandatario para sus fines de trasiego de drogas.

Su extradición es un ejemplo y un llamado contundente a la clase política hondureña, quien en los últimos años se ha dedicado a robar sin límite y vergüenza; un aldabonazo a la sociedad civil hondureña quienes no pudieron detener a semejante amenaza pública y un mensaje a todo un país que no ha podido construir un sistema político ejemplar, tanto a lo interno como externo.

Las posibilidades de que este nefasto personaje salga bien librado de estas acusaciones son mínimas, casi inexistentes, ya que JOH labró con creces su propio destino, manipuló la institucionalidad para su beneficio y corrompió a todo un Estado en perjuicio de los más pobres.

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