Ensayo: GARCÍA MÁRQUEZ Y SUS “DEUDAS” CON FAULKNER

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8 de mayo de 2022
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12:49 am
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Ensayo: GARCÍA MÁRQUEZ Y SUS “DEUDAS” CON FAULKNER

A María Vargas
Juan Ramón Martínez

Sobre el tema de las influencias de un autor consagrado y otro que se abre paso hacia la cima, se ha escrito mucho. Algunas usan las influencias para legitimarse. Otros las disimulan, vendiendo a los lectores una originalidad inexistente. Y al final, están los malos imitadores: copian mal, no entienden el autor que les guía, porque no lo han leído bien; ni estudiado a profundidad. Pero lo cierto y por más que quieran evitarlo, es que las influencias no solo son inevitables, sino múltiples. Desde los tonos, los climas, las perspectivas de la narración, el uso de textos ajenos, como hacía Borges, hasta la deformación de personajes, para inventar desde sus fragmentos, nuevos actores o darle a, los viejos, nueva vitalidad. En el caso de García Márquez hay algunos antecedentes que tomar en cuenta. El primero es el reconocimiento, en una “Jirafa”, en donde aparecieron los primeros indicios de lo que quiere escribir en el futuro que, ellos jóvenes miembros del grupo de Barranquilla, en su fuerza por bracear en aguas frías y desconocidas, sin tocar suelo firme donde sostenerse en las oscuras y engañosas aguas de la literatura, recibieron “del Maestro Catalán”, Ramón Vignes, dos recomendaciones fundamentales: “lean la literatura estadounidense, (Faulkner, Dos Pasos y Hemingway). Háganlo con intensidad y sin actitudes defensivas. Y escriban como hablan, buscando eficiencia en la comunicación con sus lectores.

Williams Faulkner, nació en Albany, Mississippi en 1897 y murió en Oxford, Mississippi 67 años después en 1962. Gabriel García Márquez nace en Aracataca, Cartagena de Indias, Colombia en 1927, y muere en México, DF a los 87 años, en abril de 2014. Los dos recibieron el Premio Nobel de Literatura, Faulkner en 1949 y García Márquez, en 1982. Este último ha sido posiblemente al autor más franco, por su falta de formación teórica en las ciencias de la invención de nuevo mundos por medio de la palabra, como su carácter alegre, franco de costeño, en este tema de las influencias. Fue un artesano de la palabra. Como ocurriera con Faulkner. Minucioso y exigente. Es Faulkner, contrario al colombiano un artífice de los dialogo entre los actores de sus obras, un constructor de mundos nuevos, mediante el ejercicio de la escritura dialogal. Ambos escriben para que les paguen. García Márquez ha dicho que es obediente a la realidad, que más que inventor de ella, es un notario que da fe de los hechos y ante la duda de encontrar el tono para contar las cosas, siguió el consejo del mencionado Ramón Vignes, el “Maestro Catalán”: “escriban, como hablan, si están seguros que, con la lengua hablada, lograr convencer al oyente e impresionarlo”. Faulkner es notario de los sentimientos de los sureños, sus angustias y desamparos frente al dolor de la derrota sufrida ante los norteños, en la guerra civil que finalizo en 1865, en que llamaron gringos a sus triunfantes adversarios. Después, víctimas de la recesión y la II Guerra Mundial.

García Márquez nunca negó la influencia de Faulkner, aunque no entro en detalles, esperando que los estudiosos encontraran en la obra de ambos coincidencias e influencias. Este ensayo, busca hablar por García Márquez, modesta y monosilábica. Porque en honor a la verdad, aunque es indudable en términos generales la influencia de Faulkner sobre García Márquez, no es menos cierto que el discípulo colombiano fue en momentos, más allá del estadounidense. Al cual nunca conoció. Y si se hubieran encontrado, tímido como era, el costeño de Aracataca, habría hecho lo mismo que con Hemingway cuando lo encontró en una calle de un Paris lluvioso, al que le dijo en español – que el estadounidense hablaba– ¡adiós maestro! Apenas.

Este ensayo, no pretende ser exhaustivo; ni una exegesis académica. Es una aproximación, a partir de algunas consideraciones metodológicas, resultado de las lecturas atentas de la cuentística de Faulkner. La primera de ellas es la comparación de dos antologías de cuentos de Faulkner – copiosa y además embrionaria y sintética en donde uno ve brotar sus novelas definitivas y con las características que los cuentos, están colocados de tal forman que son una serie de fragmentos de una novela, para los lectores más atentos—con la obra de García Márquez y no de las novelas que, por su densidad, permiten en la riqueza de los componentes, disimular más los pequeños detalles y las influencias. El cuento por más sintético, permite ver mejor el ambiente, la forma de describir los escenarios, la personalidad interna y profunda de los personajes que hablan más con sus palabras por la descripción del autor y los contextos históricos. Comenzaremos por lo elemental y sabido. García Márquez imita a Faulkner en el invento de un espacio definido en donde ocurren sus narraciones: Cervantes los había hecho en la Mancha, Juan Rulfo había inventado Cómala; Faulkner, crea en la realidad descarnada de Mississippi, en la pobreza del sur, en la discriminación y en el sentimiento de derrota producida por el triunfo de los yanquis sobre los sureños, un condado: Yoknapatawpha, en donde concentra todas las esencias, las historias y se mueven los personajes. García Márquez, crea Macondo, muy personal, tropical, con diferencias y coincidencias con el mundo particular de Faulkner. Por ello, en este mundo de Faulkner, además de los personajes, son visibles los campos cultivados, los bosques, la tierra seca y herida, los cultivos amenazados por la sequía, el calor de los espacios habitados, y en este espacio, el mundo de relaciones entre las personas, entre negros y blancos, entre poderosos y esclavos y en una perspectiva emocional en la que se nota la moral del vencido, que, en el caso de Faulkner, sus personajes muestran la perdida de la esperanza y se asumen con disgusto pero en silencio, los hechos y sus efectos, y aprenden a aceptarlos, a vivir con ellos. Un detalle obligado. Este espacio, el condado Yoknapatawpha, las tensiones finales, ocurren en el interior de las casas. Igual que en García Márquez, los asuntos, ocurren dentro de la casa, en un mundo cerrado y hermético. Lo más notorio, entre ambos escenarios, es el clima: el calor une, los dos escenarios. El gran tema, dentro del mundo de Faulkner es la actitud de los derrotados, el sentimiento de fracaso y la necesidad de vivir, después de las fechas en que perdieron las batallas ante los yanquis, aprendiendo a compartir el dolor y la vergüenza. Además, que aceleran la pobreza y la emigración, y que son fruto o efectos de la recesión y la II Guerra Mundial. Es obvio el resentimiento en los personajes de los cuentos de Faulkner. Y el deseo de venganza, expresada en la critica a los que imitan de alguna forma a los vencedores. En “Cien Años de Soledad”, la historia discurre en Macondo y en el interior de una casa familiar; y en el que las relaciones, en este caso de intercambio de historias, no es entre negros y blancos, sino entre costeños y domesticas indígenas, supersticiosas, llegadas de la Guajira. Que cuenta historias inverosímiles que el joven García Márquez va a usar para construir “Cien Años de Soledad”. Que, inicialmente, en un guiño a Faulkner, se llamara “La Casa”. En cuanto a personajes, tenemos la inevitable tentación de comparar al coronel Sartoris con el coronel Aureliano Buendía, un derrotado de las interminables guerras civiles colombianas que, sin embargo, contrario a Sartoris, maneja un grado de esperanza que, de alguna manera, recuerda más al Quijote de la Mancha, que, al racionalismo, duro y mecánico, de Sartoris. Y la otra coincidencia, son los lazos familiares, la repetición de nombres –igual que los Arcadios y los Aurelianos— y el valor que se da a la vida en casa, en donde todo ocurre —y la fuerza que se nota en los diálogos críticos de los cuentos de Faulkner, en donde se censura a los que se van y no vuelven. Porque se acepta salir y explorar al mundo; pero sin soltar la mano del mundo propio, el mundo del sur, encerrado en las paredes cerradas de la familia. En “Cien Años de Soledad”, nadie se va. Y el que se va, muere. Incluso, los que llegan, son vistos con sospecha y se les rechaza. Menos el gitano Melquiades, que se sabe que no se detendrá, porque desde que llega, se está yendo nuevamente. En ambos casos, el único mundo autentico es el interior, las vivencias y sueños de los personajes y los limites exactos de la casa. Finalmente, una diferencia notable: los personajes de Faulkner se hacen por medio del lenguaje, de los diálogos, las insinuaciones. Los personajes de cuentos de Faulkner, son actores que hablan, se quejan critican y se cuestionan unos con otros. En cambio, García Márquez, con la excepción de sus primeros cuentos, muy influenciado por Hemingway, los personajes casi no hablan, no inter actúan y es el narrador que, en una segunda mano, habla y piensa por ellos. Es decir que se puede concluir que los cuentos de Faulkner son para el cine. Los de García Márquez, para la convivencia oral e inicialmente para los periódicos. Faulkner tiene una mala experiencia como guionista; García Márquez celebra el periodismo y sigue, a Truman Capote, en su tensión de fidelidad a la realidad, aunque el colombiano la desfigura exagerándola y llenándola de poesía, en algunos momentos abusando de los adjetivos, mientras Capote hace de la narración, un informe forense, distante, neutral para que los jueces dicten sentencia y para que los lectores gocen mundos nuevos, secos e indiferentes, alejados de la realidad rutinaria en que viven.

Ahora veamos dos personajes centrales en las obras de los dos autores: el coronel Sartoris y el coronel Buendía. Los dos han participado en la guerra, han sentido el miedo ante el ruido de los fusiles y los cañones, han dudado de la justeza de sus motivaciones y finalmente, los dos son hombres derrotados. Y pertenecen a una estirpe que les obliga a asumir comportamientos que, en algunos momentos es, ridículo porque está fuera de lugar. Ambos se niegan a aceptar que la lucha ha terminado y que sus descendientes, no tendrán “otra oportunidad sobre la tierra”.

Y finalmente, Yoknapatawpha y Macondo. Son mundos impermeables y cerrados. Lo que ocurre allí, no sale. Se queda, para repetirlo en los diálogos hasta el final, en el interior de una familia hermética como los Buendía, que prefiere la muerte por la invasión de las hormigas, antes que renunciar a la esperanza de “otra oportunidad sobre la tierra”. La diferencia es que Macondo, pese al calor, es un intento por buscar lo nuevo y celebrar la vida y la esperanza. El coronel Sartori, no tiene esperanzas. En Yoknapatawfha no hay esperanza; ni salida. Lo único que le queda es, preservar en el interior de las familias y sus sagas, refugiada en las fórmulas y atrincherada en el orgullo de las tradiciones y el fantasma de las apariencias en un mundo que, aunque se niega a aceptarlo, nunca volverán a reconstruir. La guerra ha cambiado el mundo, la inmigración forzada hacia el norte y la II Guerra Mundial. En cambio, en Macondo, siempre hay la esperanza de una segunda “oportunidad sobre la tierra”.

Tegucigalpa, abril 24 de 2022
Obra consultada
• William Faulkner, “Cuentos Reunidos”, Randon Hause, De Bolsillo
• “De Esta tierra y más allá”, Editorial Seix Barral
• Gabriel García Márquez, “Cien Años de Soledad” , Asale, RAE

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