Relación de amor con los libros

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8 de mayo de 2022
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12:01 am
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Relación de amor con los libros

Clave de SOL
Por: Segisfredo Infante

Creía, hace unos tres decenios, que sabía casi todo lo relacionado con la historia de la escritura, de los libros, de los archivos y las bibliotecas, en tanto que por aquellos días publiqué varios artículos y ensayos sobre el tema. Pero aquella creencia fue una especie de autoengaño ilusorio, basado en el dato que las historiografías sobre estos temas se repetían unas a otras; y fundado, además, en mi cercanía, durante casi toda una vida, con el mundo de las imprentas, los libros y las librerías. Es más, el 14 de abril del año 2014, pronuncié el discurso “Razón vital del libro”, en el salón “José Cecilio del Valle” de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNAH.

De hecho, para reforzar las cosas, se ha continuado con las publicaciones que tratan de la historia de los libros, desde la antigüedad hasta nuestros días. O textos que sugieren cuáles libros debemos leer. Pero en el curso del presente año la editora y traductora Frances Simán, me obsequió el libro “La memoria vegetal” (2021) del escritor Umberto Eco, cuya lectura postergué un poco, en tanto que ya había leído y comentado, marginalmente, “Nadie acabará con los libros”, del mismo Umberto Eco y de Jean-Claude Carriére (2009, 2010).

Este nuevo libro póstumo de Umberto Eco, me ha regalado datos curiosos y hasta novísimos en mi largo y lento recorrido de lector orillero. Ello se debe a que, en los quehaceres intelectuales de este semiótico y novelista italiano ya fallecido, se conjugaron el pensamiento creador y una enorme erudición. Tal hecho es importante subrayarlo porque de cuando en cuando encontramos erudiciones vacías.

Pero el libro “La memoria vegetal” resulta singular, porque se trata de subclasificaciones del léxico propio de la bibliotecología, y de anécdotas vividas por el mismo Umberto Eco, un hombre que llegó a poseer, en el curso de los años, una biblioteca privada monumental, logro que solo es posible cuando se compran libros, gradualmente, desde la adolescencia. A menos que se trate de coleccionistas millonarios que compran bibliotecas temáticas de un solo pencazo. Así que Umberto Eco habla en su libro de la “bibliofilia”; del “coleccionismo”; de la “bibliomanía”; de vendedores de páginas sueltas arrancadas de libros incunables, como la “Cosmographia 1570”; o de la “biblioclastia” destructora de libros; y de aquellos que esconden volúmenes deliberadamente; anexándose al texto otras narraciones del autor.

Es más, el título del presente artículo está tomado de unas frases que Umberto Eco pronunció en una conferencia en Milán, el 23 de noviembre de 1991, cuando dijo en forma literal que hay que “conseguir establecer relaciones de amor con nuestros libros”. Y aunque tal sugerencia pareciera un nuevo fetichismo, la verdad es que solo cultivando el amor genuino a la substancia de los buenos libros, es posible que el lector entrecruce más de mil existencias en una sola vida, en tanto que tales volúmenes hacen posible la conservación de la memoria histórica de la esencialidad humana, ya sea que se trate de documentos escritos en tabletas de arcilla; esculpidos en piedras; manuscritos en papiros y pergaminos; e impresos en el mismo papel más o menos moderno.

Según Umberto Eco el libro evolucionó hasta convertirse en un instrumento cultural adaptado a la forma del cuerpo humano, ya se trate de un formato de bolsillo o tamaño tabloide, de acuerdo a las dimensiones de nuestras manos. “Qué hermoso un libro”, dice el autor, “que ha sido pensado para ser tomado en la mano, en la cama o una barca”. Acuñando que “algo de sabiduría se le ha transmitido al cerebro a través de la yema de nuestros dedos”. Esto jamás cambiará, remata el escritor italiano, a pesar de que “le guste o no, a Bill Gates”. Por cierto, este archimillonario parece que convenció a las autoridades de la Real Academia Española (RAE), que jamás vuelvan a publicar en papel el famoso “Diccionario de la Lengua Española”. Se perdió de vista que una fuerte oleada solar, o una penetración de rayos gamma a nuestra atmósfera, podrían borrar toda la información digital del planeta, motivo por el cual tendríamos que retornar a las imprentas tipográficas y, en el peor de los casos, a un neolítico refinado.

El autor señala que antes los libros eran más duraderos porque se elaboraban con papel de trapo. Ahora se hacen con papel de corteza de árbol, soporte material que apenas subsiste treinta o setenta años. Tal vez se le olvidó decir a Umberto Eco que los textos manuscritos en papiro egipcio, han durado más de cuatro mil años, y que los soportes digitales cambian cada tres o cinco años. En todo caso al bibliófilo futurista “no le asustan ni el Internet ni los CD ni los e-books”, porque sabe que “En la pantalla del ordenador podemos leer solo datos breves y durante un tiempo breve”.

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