Sombreros dorados y otros disfraces

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9 de mayo de 2022
/
12:06 am
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Sombreros dorados y otros disfraces

Por: Otto Martín Wolf

Los toreros utilizan lo que en el ambiente taurino llaman “Trajes de Luces”.

Pegados totalmente al cuerpo, supongo para que el toro tenga menos posibilidad de prenderlos por la ropa suelta normal, estos trajes están llenos de piedras de colores, abalorios y bordados, obviamente con la intención de impresionar al público que paga por entrar a los redondeles a verlos jugarse la vida.

En la lucha libre se han utilizado durante mucho tiempo las máscaras y en los últimos años han introducido capas, disfraces espectaculares, cabelleras largas, etc.

La intención es similar; hacer más atractivo el espectáculo.

Uniformes de ciclistas, bomberos, futbolistas, inclusive de militares (quienes gustan mucho de medallas y condecoraciones brillantes) tienen la misma intención; enviar un mensaje que diga claramente a qué se dedican y, además, hacerlos también más atractivos para el público en general.

Estamos hablando entonces de piezas de vestir destinadas al público humano, a seres como usted y como yo, simples mortales.

Todo esto me lleva a exponer lo que para mí es incomprensible; los uniformes o disfraces espectaculares que utilizan sacerdotes, obispos, cardenales y el mismo papa, tanto de la Iglesia Católica como de la Católica/Ortodoxa y otras iglesias.

Gorros altos dorados, rojos, con letras y diseños “sagrados”.

Capas también doradas (creo que es su color favorito) cintas, fajas, anchas mangas, cuatro o cinco piezas de vestidura que contribuyen a darles espectacularidad.

Si no se tratara de representantes de una iglesia, me atrevo a decir que podrían ser uniformes para algún espectáculo de circo, tan parecidos son a los utilizados por los “magos chinos”, aunque también recuerdan lo que vestían los mandatarios en la antigüedad, particularmente los faraones egipcios.

La pregunta que cabe aquí es: ¿Se trata -al igual que con los vestidos de toreros o disfraces de la lucha libre- de impresionar al público?

Es lo único que se me ocurre. No podría creer que estén dirigidos a su Dios, si fuera así, qué clase de Dios más barato nos presentan!

Uno que se deja impresionar por el dorado y los adornos tejidos del gorro y otras piezas ceremoniales con que visten!

De verdad alguien puede creer que la fuerza máxima, el creador y dueño de todo, según los que creen en cada uno de sus dioses, le puede dar importancia a ese traperío color oro?

Todo ese boato, todo ese dorado, todas cosas me parecen payasadas, no pueden estar dirigidas a ningún Dios Todopoderoso, Dios Espíritu, dueño y Señor del universo, más bien lucen como engañabobos.

¿Se imagina usted a Gandhi vestido con esas capas y tonterías?

Tampoco en la Madre Teresa -quien la mayor parte de su vida vistió un humilde hábito blanco y azul, de tela barata, quizá áspera pero muy resistente pues estaba hecha para trabajar con enfermos, no para enturbiar mentes ignorantes.

Mucho menos visualizar el mítico Jesucristo o su apóstol San Pedro vistiendo esa clase de trapería.

“Son rituales y ceremoniales de la iglesia, comentan quienes insisten en defender esas cosas”.

¡Cierto! Pero eso no cambia su intención. Tanto en la antigüedad como ahora, todo tiene que ver con impresionar al público -preferiblemente el fanático o ignorante- ya que, repito, de todas maneras, ya se me hace imposible creer en ningún Dios, mucho menos en uno que necesite que sus servidores vistan así.

Si hubiera algo digno de admirar en los “emisarios de los dioses” sería su humildad, no los trajes de luces y toda esa parafernalia.

Se podría ayudar un poco más a los necesitados en lugar de gastar dinero en esas cosas?

Claro que sí!

Pero, sobre todo, se podría demostrar que su fe es algo espiritual, no una cosa relacionada con boato, lujo o ropajes circenses.

[email protected]

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