EL autor de las “Las Doce Reglas Para la Vida: Un Antídoto al Caos”, Jordan B. Peterson, es catedrático de psicología de la Universidad de Toronto, Canadá. Educado en ciencias políticas y literatura inglesa, concentró sus estudios en la investigación científica y la psicopatología. Con especialidad en psicología social y la personalidad, pero también en la psicología de creencias religiosas e ideológicas. En el editorial de ayer dijimos que agregaríamos contenido a su quinta regla referida a los hijos: “Es deber de los padres criar a un niño responsable y amable”. ”Veamos –dice– tres métodos clave para una buena crianza: “La primera es limitar las reglas”. “Demasiadas reglas solo conseguirán tener a los niños frustrados topándose constantemente con barreras”. El arte consiste en “limitar las cosas a unos pocos principios básicos y fáciles de entender”. Es decir –dando un ejemplo– “como no morder, patear ni golpear a nadie a menos que sea en defensa propia”.
La segunda regla sería el uso de “la fuerza mínima necesaria”. “La disciplina efectiva y justa solo se puede aplicar cuando se ha dejado claro cuales serían las consecuencias”. “El castigo también debe ajustarse a la ofensa cometida”. Ello implica que “solo debe ser tan severo como sea necesario para que el niño aprenda a no volver a infringir la regla”. “No requiere de sanciones físicas”. A veces, “una mirada que muestre decepción es suficiente”. Otras veces puede ser restringir el ejercicio de la diversión, digamos “una semana sin videojuegos”. La tercera es no poner en duda la autoridad del otro padre. Lo que conlleva “actuar en pareja”. “Los niños son listos y tratarán de salirse con la suya enfrentando a uno de los padres contra el otro”. “Es importante, entonces, un frente unificado”. Además, todos los padres son susceptibles a cometer errores. “Si se apoyan en pareja hay mayor posibilidad de percatarse de esos errores”. Hay más sobre la última regla: “Acaricia un gato cuando te lo encuentres en la calle”. En otras palabras: “Aprovechar al máximo, incluso, las alegrías más pequeñas que ofrece la vida”. “La vida es dura y está llena de tristeza, por lo que es importante celebrar las pequeñas alegrías de la vida”. “¿Alguna vez han tenido que cuidar a una persona enferma?” Es, sin duda, uno de “los desafíos más difíciles”. “La hija del autor ha padecido de artritis severa desde niña”. “Sufriendo de constante dolor, requiriendo inyecciones frecuentes y múltiples cirugías de reemplazo de articulaciones”.
Pasar por una situación comparable “podría hacer pensar a cualquiera que la vida es injusta”. Sin embargo, la vida es recorrido entre luces y sombras. “Lo importante sería reconocer que los momentos oscuros de dolor, sufrimiento y tristeza son los que dan valor a los buenos momentos”. “Si no hay riesgo de peligro, las victorias serían huecas”. “De la misma manera, los buenos momentos no tendrían sentido si no tuviéramos que luchar a través de las dificultades y el sufrimiento para alcanzarlos”. Por eso “hay que vivir al máximo, incluso, las alegrías más pequeñas que se nos ofrecen”. Abrazar la vida, apreciando todo lo bueno que ella presenta, ayuda a superar los malos tiempos, incluso si son prolongados”. La hija del autor es asistida por un especialista “que la ayudó a encontrar mayor movilidad y menos dolor”. “Si bien pueden haber complicaciones, están felices de disfrutar de la mejoría mientras dure”. Es el sentido de la figura metafórica de “acariciar un gato si te lo cruzas en la calle”. (¿Y porqué no a un chuchito? –como Winston le reclamó al Sisimite– o a cualquier mascota o animalito de tu preferencia). “No hay día sin la oscuridad de la noche, así como no hay orden sin caos”. “Hay sufrimiento en la vida, pero también es lo que da sentido a nuestra perseverancia y hace que los momentos de paz sean más gratificantes”.
