Alpacas en Liverpool

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13 de mayo de 2022
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Alpacas en Liverpool

Por Jorge Raffo
Embajador del Perú en Honduras

“Entre 1851 y 1869, el sur del Perú exportó hacia Londres a través del puerto de Islay un promedio de 19,463 quintales al año (de lana de alpaca). Las exportaciones a través de Arequipa y Mollendo entre 1871 y 1880 promediaron los 31,516 quintales al año”. (“Empresas británicas, economía y política en el Perú 1850-1934”, Banco Central de Reserva del Perú, 2011).

Las primeras exportaciones de lana de alpaca (“Vicugna pacos”) del Perú a Inglaterra datan de 1836, sin embargo, el interés británico por este producto fue muy anterior a ese año y uno de los pioneros fue el que más tarde sería el forjador de opinión y propagandista de las independencias sudamericanas William Walton, natural de Liverpool.

Antes que el destino lo llevase por las sendas del periodismo, Walton tuvo una faceta de emprendedor. Después de todo era hijo y nieto de comerciantes, su padre tenía negocios en la América española y era además el cónsul honorario de España en Londres. Su madre, entroncada con los Besturik de Manchester, remonta sus ancestros a épocas pretéritas a Isabel I. Así las cosas, no sorprende que el joven Walton fuese y viniese de América continuamente. En sus libros registró sus visitas a Venezuela, México (Centroamérica incluida), Jamaica, la Guyana, Perú, Panamá y Estados Unidos. Particularmente en el Perú conoció las “alpacas” y “vicuñas”, auquénidos sudamericanos de costoso y fino pelaje, y se convenció, desde ese primer encuentro, que debía intentar la aclimatación de estos animales en Inglaterra. Su ojo comercial le había llevado a calcular los pingues beneficios que podría obtener con la lana de estos auquénidos en el territorio británico que ya experimentaba la acumulación de capital propia de la revolución industrial textil. “Una aproximación transnacional (sobre este emprendimiento lanero) redunda en un mejor conocimiento de las formas de circulación e intercambio entre las diferentes áreas económicas, culturales, religiosas y políticas (de Hispanoamérica) y en los procesos de globalización desarrollados en la primera mitad del siglo XIX” (Hernández, 2019).

Walton no solo estuvo en Lima -la Ciudad de los Reyes, capital del virreinato peruano- sino que recorrió los Andes del sur hasta la ciudad de Arequipa -la Ciudad Blanca- y el lago Titicaca -el lago navegable más alto del mundo- donde decidió adquirir unos hatos de alpacas y vicuñas. La empresa, aunque pionera, no estuvo exenta de desafíos y dificultades. Corría el año 1808, hizo el primer embarque por tierra hasta Buenos Aires -siguiendo el camino de los arrieros de Potosí- desde donde esperaba transportarlos hacia Europa, pero los convulsionados momentos revolucionarios que se vivían provocaron la pérdida de toda la mercancía ya que fue diezmada en cada retén de aduana bajo control patriota o de la Corona. Decidió entonces cambiar de ruta, un segundo embarque fue enviado por Panamá, pero el trasiego por el caluroso istmo liquidó las vicuñas. Hizo un último intento vía Valparaíso y el estrecho de Magallanes, pero las agitadas aguas del Atlántico fueron demasiado para la constitución de esas nobles bestias, muriendo la mitad de ellas.

Su negocio no tuvo los resultados esperados. La larga travesía, la inadecuada alimentación, una extendida cuarentena sanitaria y, finalmente, el clima inglés, fueron demasiado para los pobres animales que sucumbieron en su mayoría ya en tierra. Tratándose de nuevas especies, Walton no halló veterinarios que se ocupasen debidamente de los auquénidos cuando llegasen a puerto. Simplemente, los aduaneros y sanitarios los manipulaban como si se tratase de ovejas. Un problema adicional fue el lugar designado para la crianza y reproducción, Liverpool no reunía las condiciones necesarias pero la ahora precaria salud de esos exóticos animales no permitió su traslado a tierras altas.

A pesar de estas contrariedades, Walton no dejó de dedicarse al comercio, sin embargo, esta experiencia le abrió un espacio personal y profesional para dedicarse a lo que hoy llamaríamos “periodismo político”. Fue el responsable, señala su biógrafo Hernández (2019), de algunas de las obras más influyentes a favor de las independencias hispanoamericanas en el mundo anglosajón, como “Present State of the Spanish Colonies” (1810) y “An Exposé on the Dissentions of Spanish America” (1814).

Sus simpatías por Hispanoamérica, su capacidad de análisis y de síntesis para retratar una realidad en pocas líneas y su fluido manejo del castellano -que hablaba con un ligero acento cubano- le permitieron trabar amistad con numerosos personajes importantes de la época. Se carteó con Darwin, sus aventuras inspiraron a Julio Verne que puso su nombre a uno de sus personajes en “Voyages Extraordinaires” y también estrechó lazos con los enviados de Bolívar y con los del gobierno de Buenos Aires en Londres -Luis López Méndez, Tomás Guido, Manuel Moreno y Bernardino Rivadavia- para contribuir con el éxito de su mayor objetivo: el proceso propagandístico para ganar la opinión pública londinense. Es interesante acotar que una de las líneas de trabajo de Walton como periodista fue el de advertir al gobierno británico (con un toque alarmista) que, de no apoyar a las nacientes repúblicas, estas caerían bajo la influencia de Francia. Un rasgo de su carácter fue su profundo sentimiento anti-napoleónico porque era contrario a la presencia gala en el continente americano.

De los varios libros que escribió, treinta y ocho obras de Walton se conservan en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos por lo que, como afirma Hernández (2021) “(…) la riqueza de la biografía del personaje y la variedad de situaciones en las que participó ofrecen los atractivos suficientes para hacer de William Walton acreedor de nuevas investigaciones”. Y no deja de ser fascinante como un circunstancial encuentro con alpacas y vicuñas desencadenó una acción que se eslabonó con una serie de otros hechos esenciales para la causa independentista.

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