“UN TESTIMONIO”

ZV
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13 de mayo de 2022
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12:56 am
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“UN TESTIMONIO”

LA vida es un recorrido entre luces y sombras. “Lo importante es reconocer que los momentos oscuros de dolor, sufrimiento y tristeza son los que dan valor a los buenos momentos”. Con la venia de la doctora amiga que atiende la familia publicamos su testimonio: “¿No sé si recuerda el cruel sufrimiento que pasamos con mi hija?”. “Una enfermedad terrible, que imposibilita a un ser humano a realizar hasta el más mínimo esfuerzo, con sus complicaciones: Dermatomiositis Amiotrófica, Vasculitis Cerebral, Hipertensión Arterial, Diabetes Mellitus e Hipertensión Endocraneal inducida por los mismos medicamentos”. “No existe situación más ingrata y desesperante que tener un hijo enfermo, sobre todo cuando uno es médico y sabe claramente lo que está sucediendo”. “Afecta no solo la salud del enfermo, sino la salud mental de todos los que lo rodean, la economía sufre un descalabro total, la vida cambia en todo sentido”. “Ocho años de medicamentos, tres veces al día, exámenes desde los más sencillos e indoloros, hasta los más dolorosos, como ser electromiografías y punciones lumbares”.

“Hablamos de una niña de 8 años, noble, inocente, educada e inteligente, a quien no era fácil engañar sobre su estado y su futuro”. “Un día me preguntó, ¿mamá me voy a morir?”. “Mi corazón y mi mente se derrumbaron y le dije: bebé, todos nos vamos a morir”. “Y me respondió, ya leí sobre mi enfermedad, allí en tus libros de medicina, dice que los niños con esta enfermedad generalmente se mueren a los 10 años”. “Lloramos amargamente ambas y tengo que reconocerlo, le reclamé a Dios; no entendía por qué mi hija, que tanto me había costado poder tenerla, que la consideraba un milagro, me la iba a llevar tan pronto, habiendo tanta gente mala en el mundo, a quien le podía haber dado esa enfermedad”. “Lloramos hasta quedarnos dormidas”. “De allí en adelante, me esmeré aún más, en darle calidad de vida a mi hija, pensando que, en cualquier momento, Dios le podía hacer el llamado y se tendría que ir”. “Le pedí perdón a Dios por mi reclamo y la puse en sus manos; le pedí sabiduría para poder continuar educándola y cuidándola a la vez”. “Trabajaba duro para darle lo mejor, gracias a Dios, tenía a mi madre, quien velaba por ella cuando yo no estaba; fue y sigue siendo un ángel en mi vida”.

“Un día, en uno de los tantos ingresos que tuvo, el médico que la manejaba me dijo, doctora, ya no hay nada que hacer, ella no responde a los medicamentos, lo siento, por favor, prepárese para lo peor, compre su caja y esté lista, en cualquier momento se nos va”.

“Mi ser completo se derrumbó, pero no lloraba en público, trataba de no llorar frente a mi madre e hija, pero estaba derrumbada por dentro”. “Realicé unas llamadas, compré su cajón y su espacio en San Miguel Arcángel; era un 31 de diciembre, mi hija tenía miles de tubos conectados a su cuerpecito; me la entregaron, como estaba, literalmente inmóvil, desmayada”. “La traje a casa a donde estuvo tres días, en la misma posición; se escuchaban los cuetes, la música y la felicidad de la gente, mientras nosotros la cambiábamos de posición para evitar cualquier posible úlcera posicional, le dábamos sorbos de agua y la cuidamos, esperando el terrible desenlace”. “Analicé todo lo que había sucedido y decidí hacer un cambio en lo que le aplicaba”. “Decidí aumentar el esteroide que se le había retirado paulatinamente, y de manera sorprendente, mi hija despertó y poco a poco, se fue recuperando”. “Sé que Dios me iluminó y me guió a hacer lo que hice y por siempre, le daré gracias por eso”. “Milagrosamente, después de 8 años de quimioterapia semanal y de muchas pastillas, exámenes, citas, viajes a SPS cada 15 días, con un ritual especial, viajar cuando no había sol, ya que le dañaba la piel, no manejar a más de 45 km por hora, parar cada 45 minutos para miccionar y dejarla que se volviera a dormir, un viaje que tardaba más o menos 6 horas, salíamos a las 5 de la tarde y llegábamos a las 12 de la noche a SPS; ya nos conocían en el hotel y nos daban un cuarto que cubría nuestras necesidades”. “Después de muchos viajes a ver otro especialista que la trataba, un hombre fabuloso, sin duda, guiado por Dios, un día nos dijo: Su hija, está sana, ya está bien, ya no está enferma”. “Mi mente daba vueltas y vueltas, y decía es un milagro, gracias Dios, es un milagro, mi madre lloraba y daba gracias a Dios, el doctor decía esto es obra de Dios, y con los cuidados que usted le dio, ya está bien”. “Mi hija a sus 16 años aún incrédula –dudaba– daremos más tiempo para ver si no recaigo, me ha pasado tantas veces que estoy bien y vuelvo a caer”. “Hoy, tiene 25 años, nació con estrella, siempre fue brillante, excelente alumna, fabulosa hija”. “Sé que su infeliz niñez, la hizo convertirse en lo que es, una brillante profesional de la ingeniería eléctrica –trabajaba y estudiaba– graduada de la UNAH con honores Cum Lauden”. “Siempre da lo mejor de ella; ya hizo casa y va para adelante con la esperanza de mejorar cada día”.

 

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