La igualdad no rompe la diferencia

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15 de mayo de 2022
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12:03 am
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La igualdad no rompe la diferencia

Por: Mario E. Fumero

El hecho de que seamos iguales, no me obliga a ser como tú, por lo tanto, una cosa no anula la otra, razón por lo cual, siendo iguales en aspectos jurídicos, espirituales o sociales, somos diferentes respecto a lo que creemos, pensamos, vivimos y sentimos. Las leyes y la Constitución proclaman la igualdad en derechos civiles, y la Biblia establece que delante de Dios todos somos iguales, sin excepción de persona. Pero ¿está donde somos iguales, y sí esa igualdad anula mis criterios, gustos y conciencia individual?

El hecho de la igualdad me lleva a respetar y aceptar a las personas como seres humanos, aunque su punto de vista, gustos, deseos u opiniones sean diferente a las mías. Cada cual tiene el derecho a ser, creer y vivir como quiera, siempre y cuando su forma de ser, pensar o actuar no me la imponga como obligación, anulando mi identidad y mi conciencia.

Cuando hablamos de derechos individuales, estamos estableciendo la libertad de conciencia y de decisión, lo cual forma parte de tu identidad, así que todos tenemos los mismos derechos y nadie puede imponer los suyos sobre los míos. Tus gustos necesariamente no tienen que ser los míos, pero mi deber es respetarlos. En la Biblia se nos enseña que, si alguno no quiere comer carne, no debe ser condenado por aquellos que no la comen, y en relación a mi persona, yo tengo el derecho de determinar lo que hago y lo que creo, así como lo que pienso, sin permitir que nadie me cuartee o anule mi libertad.

Sin embargo, esta forma de actuar, creer y pensar que tú tienes, no te da derecho a imponérsela a los demás, pero tristemente algunas corrientes ideológicas, principalmente dentro del campo de la ideología del género, quieren imponerla por la fuerza de la ley, obligando a todo el mundo que no solo sea tolerante y respetar sus inclinaciones y decisiones para cambiarse de sexo, o actuar de forma incorrecta libremente, sino que también quieren obligarnos a callar y aprobar como normal aquello que es científica e ilógicamente anormal.

Si una persona quiere actuar contrario a su identidad, o proclamarse un animal o querer vivir una vida desordenada, haciendo todo lo que le dé la gana, mi deber es respetar su conducta, sin discriminarlo por sus actuaciones, pero no puedo tolerar que él me imponga su punto de vista y su conducta para que termine diciendo que lo que él hace, tiene que ser aceptado normalmente, porque como dijo Benito Juárez, tu derecho termina cuando el mío comienza, ya que el respeto al derecho de otros nos da la paz.

Discriminar a una persona por su apariencia o tendencia no es correcto, como tampoco es correcto aceptar lo que él hace como norma de conducta propia. Tristemente los promotores de la ideología del género no solo quieren que le respetemos, sino que desean imponernos el hecho de que eduquemos a nuestros hijos en su forma de ser, y aceptemos como natural y normal aquello que no está ni biológica ni científicamente apoyado, anulando mi libertad de criterio.

Los pensamientos no se imponen como tampoco las ideologías. Lo que se impone es el respeto a las personas sin tomar en cuenta sus creencias, raza o condición social. Debemos condenar la violencia, tanto física como psicológica, y debemos respetar a los seres humanos, aunque no estemos de acuerdo con su conducta, pero ellos de la misma forma también tienen que respetarnos en cuanto nuestra forma de creer, pensar y actuar, porque lo contrario sería proclamar la libertad de unos para oprimir a los otros.

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