La vida está en el campo, con la gente que produce y ama la tierra

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15 de mayo de 2022
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12:16 am
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La vida está en el campo, con la gente que produce y ama la tierra

Producción de papaya en el valle.

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
Email: [email protected]

DANLÍ, El Paraíso. La vida está en el campo, con la gente que produce y ama la tierra. Han transcurrido más de dos años de pandemia. Dos años de lucha para sobrevivir con limitaciones y bajo constante temor de morir. Cuando el mundo se paralizó y la economía se contrajo, la gente del campo no desmayó; siguió con el mismo ritmo de vida mirando con esperanza el porvenir y produciendo los alimentos que solo la tierra produce.

Mientras en las ciudades se trabajaba a medio vapor, en el campo no hubo tregua. Hasta junio del 2020, un estudio del BID reveló los grandes retos de nuestros campesinos para asegurar la producción agrícola y la seguridad alimentaria. “El campo es el motor de la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe. De hecho, la región produce suficientes alimentos para atender las necesidades de su población y genera el 16% de las exportaciones de comida a nivel mundial”, señalaba el informe del BID, en aquel momento angustioso para el mundo.

Los ganaderos en crisis.

Durante los primeros meses de la pandemia recorrimos algunos sectores del área rural para conocer de cerca las necesidades de los productores del agro. Las políticas del gobierno en materia de seguridad alimentaria, todas estaban en proyectos de decreto solamente en el papel, difícilmente todas aquellas iniciativas llegarían a la tierra, es decir, al campesino y al agricultor independiente que por tradición han venido manejando proyectos de agricultura de sobrevivencia. La asistencia crediticia nunca llegó. Los productores echaron mano de los pocos recursos familiares para producir alimentos y recuperar las fincas de café dañadas por los huracanes Eta/Iota, casos específicos, Trojes, Danlí y El Paraíso.

Entre los inversionistas que se destacaron durante el 2020, antes de las tormentas tropicales fueron los productores de tomate, pepino y chile (pimiento) en el altiplano mediante sistema de riego, estos en los primeros meses de la pandemia se convirtieron en los principales abastecedores de los supermercados de la zona y la capital. Sin embargo, debido al confinamiento gran parte de la producción se perdió, constituyendo grandes pérdidas en la economía familiar. No obstante, a pesar de las pérdidas conservaron el optimismo para continuar trabajando.

Una fuente de ingreso para familias pobres son los derivados del maíz.

Afortunadamente, la gran mayoría de los productores de alimentos durante la peor crisis de la pandemia conservaron la calma frente a la ola de contagios en las principales ciudades. En el área rural la incidencia de COVID-19, no afecto a la gente que libró la principal lucha con la fe de producir alimentos para la población. Si alguien merece mención especial y reconocimiento fue el sector productivo de la zona. Un productor del valle dijo: creo que Dios nos conservó con vida para darnos la oportunidad de producir y alimentar a gran parte de la población porque la vida está en el campo y en las manos de Dios y la gente que hace producir la tierra”.

Otro de los rubros que se mantuvo a medio vapor fue el de los granos básicos. Tradicionalmente los principales valles de la zona son productores de maíz y frijol, aunque debido al factor climático las cosechas no fueron abundantes se logró cubrir gran parte de la demanda. La producción de maíz y frijol durante el 2020-21 no lleno del todo las expectativas. Para el presente año la situación es dramática para los productores de granos y el sector ganadero.

Plantación de chile (pimiento).

Para el presente año las posibilidades de un buen invierno podrían mejorar para ampliar las áreas de cultivo de granos básicos. Ahora, el mayor problema y dilema para los agricultores son los elevados costos de los combustibles y fertilizantes. De nada serviría un buen invierno si no hay dinero para invertir en un rubro como los granos básicos que no dejan ningún margen de rentabilidad al productor.

Aún cuando las condiciones climáticas sean favorables la producción será limitada y se visualiza la mayor crisis alimentaria, no solo en la región, sino en todo el país. La población más afectada en la de limitados recursos, la mayoría sin trabajo y madres solteras. La poca producción de maíz en el valle de Jamastrán es a base de proyectos de riego, pero no en gran escala. Los productores venden la producción en elote porque les resulta más rentable y de paso, benefician a gran sector de la población del valle que se dedica a la comercialización de derivados del maíz.

Las expectativas de producción de maíz son limitadas.

Los caficultores enfrentan situaciones complejas. Estos vienen arrastrando calamidades desde la temporada 2019-20 y 21. Las pérdidas en las fincas durante los huracanes fueron muy elevadas, por un lado, escaseó la mano de obra, los deslizamientos de tierra afectaron gran parte de las fincas en casi todo este municipio, otro tanto en Trojes y El Paraíso. La mayoría de los cafetaleros trabajan con crédito en la banca, algunos no tienen acceso al refinanciamiento por mora, otros como dicen en el campo son poquiteros de una o dos manzanas. Pese a una leve mejoría en los precios del grano en la presente temporada no garantiza en nada la solvencia económica de este golpeado sector de la economía nacional.

Una característica muy particular de algunas familias con espíritu emprendedor es haber superado el miedo al COVID-19, nunca abandonaron la tierra y pese a la poca ganancia sienten la satisfacción de ser parte de la solución para la seguridad alimentaria y no el problema para el gobierno, por lo tanto, reiteran que la vida está en el campo. En el agricultor, el campesino, el ganadero, el caficultor y los pequeños productores de frutas, hortalizas y más. Si los agricultores no producen la comida, no come nadie. Entonces hay que hacer causa común con ellos. La vida está en el campo, nunca en las grandes ciudades.

Los cafetales en flor para la temporada 2022-23.
A pesar de una mejoría en los precios, los cafetaleros continúan en crisis.
La producción de frijol el año pasado fue limitada.
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