LA OTRA CRISIS QUE SE AVECINA

ZV
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23 de mayo de 2022
/
12:36 am
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LA OTRA CRISIS QUE SE AVECINA

EL director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación acaba de solicitar a los países del G-7 “que debido a la reducción de aprovisionamientos y el aumento de los precios que está provocando la guerra en Ucrania, ayuden a prevenir una futura escasez de alimentos que amenaza a los países vulnerables”. “En 2021 cerca de 193 millones de personas –un incremento de 40 millones de personas comparado al año anterior– sufrían por la falta de víveres y precisaban ayuda urgente”. Por si no se habían enterado, el consumo del mercado hondureño en más de un 50% se abastece de importaciones. Una buena parte de los bienes importados son granos básicos, insumos de la dieta diaria del hondureño y una variedad de comestibles. Y si ya las instituciones internacionales encendieron las alarmas advirtiendo sobre la tremenda escasez de alimentos a nivel mundial, no hay que ser adivino para deducir el efecto que eso tiene en la lastimada economía y los mercados domésticos.

Pero además de artículos para la alimentación, una gran porción de las importaciones incluye materias primas y esencialidades que la industria hondureña requiere para la fabricación de sus artículos terminados. Muchísimas empresas hondureñas en los últimos meses han recibido, de sus proveedores en el exterior, notificación de recortes sustanciales del suministro de sus pedidos. Abastecedores de todos lados estrenaron el “no hay”; respuesta característica en los pintorescos paisajes acabados. Y de lo poco que van a mandar en lotes racionados, las fechas de entrega las programan –sin certeza tampoco que vayan a despachar– hasta para finales de este año. Y no solo se trata que estén recortando la cantidad de los envíos sino que lo que se consigue lo venden a precio mucho más caro de lo que antes facturaban. Esta es otra crisis explosiva que afectará la vida cotidiana del pobre pueblo pobre hondureño. Pero este tema del desabastecimiento, que debiese ser tópico de debate nacional, ni siquiera se menciona. Aquí lo que atrae la atención del amable público es la última ocurrencia de políticos más pendientes de deshacer lo que les estorba o no encaje a los mismos pequeños intereses de siempre –en vez de hacer, crear, accionar y solucionar– así que poco se escucha hablar de los urgentes problemas que atañen a la afligida colectividad. Ya saben pues –aquí les estamos adelantado– “el Programa Mundial de Alimentos (PMA), FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC), instan a los gobiernos a tomar acciones ante la escasez de alimentos en todo el planeta”.

Esto afecta a las naciones de ingresos altos y medios, pero adivinen a cuáles golpeará más. Vamos a suponer –“al chucho más flaco se le pegan las pulgas”– que adivinaron. A las más pobres ya que son las que consumen alimentos importados. Ah, pensarán algunos, pero este es un país de vocación agrícola y forestal. Sí, érase una vez. Por supuesto, hay tierra bastante, hubo bosque en paleta y se sembraba en abundancia. Pero algo raro pasó, sobre lo que no vamos a profundizar, ya que la causa de esa calamidad a estas alturas debiese ser conocida por todos. Además, el campo en su inmensa vastedad,–con poca tecnología, contados sistemas de irrigación, caro financiamiento, a la mano de San Isidro Labrador– depende de sistemas arcaicos de cultivo. Y la carestía de ahora abarca fertilizantes y pesticidas importados. (Avisa el Sisimite –que pasa informado, no como los zombis prendidos a sus hipnótica adicción— de un artículo recién salido del horno en la revista “The Economist”: “La Catástrofe Alimentaria que se Avecina”).

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