Perplejidad ante el mundo

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26 de mayo de 2022
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12:03 am
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Perplejidad ante el mundo

BARLOVENTO:

Por: Segisfredo Infante

Tanto la poesía épica, como la dramaturgia trágica de los griegos, presentan a los hombres, en términos generales, como resignados ante la vida y la muerte. No hay mucho espacio para la duda en tanto que se consideran juguetes de la rueda de la fortuna, es decir, de los dioses y el destino circular. Sin embargo, hay fisuras en las páginas literarias de los griegos, como lo podemos detectar en las artimañas y andanzas de Ulises, y luego en la confusión que padece el valiente, trágico e inteligente Edipo frente a la desinformación y dualidad de las cosas que se ocultan y desocultan en las encrucijadas de la vida en general, y del hombre específico en particular. (El filósofo Xavier Zubiri prefiere el concepto “actualizar las notas” que el verbo “desocultar” que utiliza Heidegger).

En la literatura bíblica veterotestamentaria, encontramos efectivamente la duda, la perplejidad y las grandes interrogaciones. Sobre todo en el “Libro de Job”. Pero resulta complicado averiguar si acaso se trata de un personaje específico de carne y hueso; o de un personaje espiritual simbólico de los saberes sapienciales de la antigüedad mesopotámica o mediterránea. En la historia concreta de los comienzos de la era occidental, podemos toparnos con el obispo Agustín de Hipona, quien presenció y padeció los primeros grandes derrumbes de la “Civilización Grecorromana”, sobre todo en el norte de África, región que fue sitiada y asolada por los vándalos, el grupo más desastroso y sanguinario de todas las oleadas barbáricas del noreste de Europa. Aunque Agustín de Hipona desgastó su gran talento polemizando con las “herejías” reales o imaginarias de su tiempo, fue quizás el primero en experimentar una gran perplejidad frente a un mundo que caía hecho pedazos. Pero casi al mismo tiempo proyectó su gran acierto mediante la redacción de “La Ciudad de Dios”, con un indiscutible trasfondo histórico trascendente, y con la propuesta de comenzar a evangelizar y civilizar a los mismos vándalos. Con el paso de los años y los siglos la “Historia” le daría la razón al obispo solitario de la ciudad-puerto de Hipona.

Durante la “Baja Edad Media” comenzaron a circular dos textos, uno grueso y otro delgado, del médico, investigador y pensador Maimónides. Me refiero a la “Guía de perplejos” y al subtema “Guía para descarriados”, unificando la fe religiosa y la razón neoaristotélica como una dicotomía necesaria, ejerciendo influencia sobre Tomás de Aquino. Con Moshé Maimónides adquiere carta de ciudadanía el concepto de “perplejidad” filosófica, al grado que Javier Muguerza, un pensador español post-kantiano de actualidad (ya fallecido), publicó en 1990 el libro “Desde la perplejidad; ensayos sobre la ética, la razón y el diálogo”. De algún modo este libro tiene sus raíces en la obra de Maimónides, utilizando el concepto de “perplejidad” para comprender los trastornos del siglo veinte, a lo cual habría que añadir los grandes desórdenes de comienzos del siglo veintiuno.

Se ha vuelto tan importante el concepto de perplejidad, que el proyecto “OpenMind BBVA” decidió imprimir en el año 2017, el lujoso volumen “La era de la perplejidad; repensar el mundo que conocíamos”, en el cual se recopilan las reflexiones de veintitrés grandes expertos internacionales, de diversas universidades del globo, con el objeto de penetrar los laberintos de la economía, las finanzas, la ecología, el trabajo, la política y la tecnología del mundo actual. Es claro que los autores presentan fenómenos inéditos que parecieran incomprensibles para el ciudadano “común y corriente”; pero también para los expertos a quienes les resulta altamente complejo explicar los acontecimientos de las últimas décadas, sobre todo en lo concerniente a las nuevas tecnologías y a la inteligencia artificial, cuya principal tendencia pareciera pretender que desaparezca quizás la mano de obra tradicional, provocando desempleo y miseria, y afectando el futuro de la humanidad. Desde mi punto de vista personal hay cuando menos tres reacciones frente a tal novedad: La primera es la enajenación fetichista de los apasionados de las nuevas oleadas tecnológicas. La segunda reacción es la de pretender ignorar el fenómeno y “resolverlo” con pancartas, virulencia verbal o “chateo” vacío las veinticuatro horas del día. Una tercera dimensión visual (que es la nuestra), consiste en trabajar con la convicción que todas las máquinas, incluso las más sofisticadas, debieran estar al servicio del “Hombre”, es decir, de la humanidad, y nunca al revés.

Perplejos, inseguros y desencantados, intentamos comprender el mundo actual, a fin de encontrarle un sentido a la existencia. Un ejemplo inmediato es la guerra respecto de Ucrania, en donde los principales contendientes están perdiendo vidas humanas, comercio, economía y finanzas. Pero también estamos afectados (ya nadie lo ignora) los pueblos de los países tercermundistas, por la escasez de combustibles y de fertilizantes; lo mismo que por obstrucción comercial, inflación y posibles hambrunas. Ya nadie debiera provocar ninguna guerra y ningún caos en ninguna parte del planeta.

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