La historia de amor de Gloria y Teodoro, mis padres

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28 de mayo de 2022
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12:03 am
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La historia de amor de Gloria y Teodoro, mis padres

Sandra Janet Carl

Una mujer que se cambia el nombre y viaja a América
Su nombre de nacimiento era Ann Elisabeth, pero a ella nunca le gustó y de adolescente comenzó a llamarse Gloria, como fue conocida por el resto de su vida. Gloria McLeod nació en Glasgow, Escocia, el 13 de abril de 1926. Desde muy joven ella quería conocer el mundo. Y a sus pocos 16 años se fue de casa trasladándose hacia Londres desde donde ella comenzaría su aventura. Esta es la historia de cómo Gloria, que fue mi madre, y Teodoro, que fue mi padre, se conocieron. Era el año 1942. Europa y los EE. UU. estaban en plena guerra. Gloria tenía un plan y era el de llegar, como fuera, a los Estados Unidos. En Londres, conoce a un joven marinero americano que trabajaba de cocinero en un buque de transporte de tropas de la Marina de los Estados Unidos, anclado en Southampton.

El viaje escondida en un barco que atraviesa el mar
Gloria, ya de 17 años, era de una belleza deslumbrante, de estatura pequeña, con ojos marrón oscuro y cabellos ondulados, castaños con luces rojizas, su tez blanca con suaves pecas en su rostro. El chico se enamoró locamente de ella y le propuso matrimonio. El amor de por sí provoca locuras, pero en tiempos de guerra se aprovecha el momento sin pensar en el futuro. Gloria no estaba enamorada, pero vio en el chico su oportunidad de dejar atrás Europa y comenzar su vida en los Estados Unidos. El buque de la marina regresaba a los EE. UU. a pocas semanas de que los dos se habían conocido. Sin pensar en posibles peligros o repercusiones, el joven marinero convence a Gloria de dejarse esconder en el buque y de viajar a Nuevo Orleans como polizona.

Su plan era de casarse una vez allá en un pequeño pueblo en Texas, donde vivían los padres del chico. Él avisó a sus padres para que la recibieran una vez llegado a América. Con la ayuda de algunos de sus compañeros lograron esconder secretamente a Gloria dentro de los grandes almacenes de provisiones del buque en Southampton. El chico, cocinero, tenía acceso diario a los almacenes y cuidó de su polizona todo el viaje. Cuando el buque llegó a su destino a Nueva Orleans, Gloria logra desembarcar desapercibida y con el dinero que el chico le dio para comprar un boleto y dirigirse al pueblo de los padres de este, compró en su lugar, un boleto de autobús en dirección a Nueva York. Tras finalizar sus obligaciones a bordo, el chico, dos días más tarde y con el corazón lleno de alegría y esperanza, también cogió un autobús para dirigirse a su pueblo natal, donde, según él, le esperaban su novia Gloria con sus padres.

Teodoro Krone, que sería mi padre; pero no lo sabía
Teodoro Krone, alemán, nacido en Bremen el 24 de septiembre de 1910, acababa de obtener su título de contable a fines del año 1927 y a los diecisiete años ya era un ávido coleccionista de sellos postales. Teo era un chico guapo, pequeño de estatura, más bien flaco, con cabello castaño oscuro y unos ojos verdes que gustaban mucho a las chicas. Un día, camino a casa, donde vivía con sus padres, pasó por el edificio en donde se encontraba el consulado honorario de Honduras. Pensando en que aún no tenía sellos de ese país, decidió en ese instante entrar y pedir si le podían obsequiar algunos sellos de Honduras para su colección. Teo, entró y mientras esperaba hablar con alguien del consulado, ve publicado en un tablero un anuncio en que se ofrece empleo a un contable público en Honduras. El anuncio ofrece trabajo en las oficinas de la compañía alemana Bayer, en Honduras, por un período de tres años mínimo. Teo, hijo de un capitán de la marina mercante alemana, con sangre aventurera en sus venas, apuntó los datos del anuncio y los guardó en su abrigo junto a los sellos que le dieron en el consulado.

En casa, sin comentarle a nadie sus intenciones, le escribe a la compañía presentando su solicitud de trabajo para el empleo de contable certificado. La compañía lo acepta y se le avisa que su empleo comenzará en pocos meses. Fue entonces que Teo le informa a su madre de lo que había hecho. Su padre, como casi siempre, se encontraba lejos en la costa africana, a bordo de su barco. La madre de Teo no podía esconder su angustia al saber que su niño, aún sin cumplir todavía sus dieciocho años, se iba tan lejos. Teo la consoló diciéndole que en tres años regresaría, y que él cuidaría de sí mismo.

La larga travesía para llegar a Amapala
Teo se marchó en un buque de carga, haciendo escala en varios puertos de América Latina hasta al fin llegar al puerto de Amapala, en Honduras, en 1928. Este joven alemán, cumplió sus 18 años en aquel lejano país, lejos de sus padres y su pequeña hermana catorce años menor que él. Aprende rápidamente el español, se enamora de aquel país tan distinto al suyo. Cumple con su puesto de contable en la empresa Bayer, pero en lugar de regresar a Alemania, extiende su estadía en Honduras y se va a trabajar con empresa minera “La Rosario Mining Company” a San Juancito.

Alemanes residentes en Honduras el 02 de octubre de 1929, durante la celebración del cumpleaños de monseñor Hombach, arzobispo de Honduras. Al lado de monseñor está el Presidente de la República doctor Vicente Mejía Colindres.

Enamorado de Honduras, no quiere regresar a Alemania
Alemanes residentes en Honduras el 02 de octubre de 1929, durante la celebración del cumpleaños de monseñor Hombach, arzobispo de Honduras. Al lado de monseñor está el Presidente de la República doctor Vicente Mejía Colindres.

Teo, mientras tanto, ya no deseaba regresar a su casa, le escribía a sus padres que estaba bien; y que, disfrutaba de la vida en el trópico. En su tiempo libre gozaba de la compañía de guapas señoritas y de su grupo de amigos alemanes que vivían también en Honduras.

Cambió nuevamente de empleo y comenzó a trabajar para la empresa importadora “Devereaux”. Continúa su interés por la filatelia y con arrebato, descubre su pasión por la fotografía, llegando a equiparse con su propio cuarto oscuro para revelar sus carretes de fotos. Cuando apenas tenía 22 años, se compra una motocicleta con sidecar de la marca Harley Davidson.

Segunda Guerra Mundial
Sus próximos años disfrutó de la vida, trabajó duro y gozaba de mucha popularidad entre los hondureños y extranjeros residentes. Fue miembro del Club Alemán y todo estaba bien hasta que comenzó la guerra en septiembre de 1939. Al principio, la guerra ocurría lejos, las relaciones entre los hondureños con sus residentes alemanes eran amigables. Pero pocos meses después del ataque japonés a Pearl Harbor en Hawái, los Estados Unidos de América declara la guerra a Japón y a la Alemania de Hitler.

La isla Ellis en Nueva York
Los Estados Unidos obligan al resto de América a ponerse del lado norteamericano y en contra de Alemania. En 1942, centenares de Alemanes solteros (los casados con nacionalidad hondureña podían quedarse) fueron deportados; más de 4 mil alemanes en todo América Latina fueron detenidos y deportados en contra de su voluntad, solo por haber nacido alemanes. Todos sus bienes fueron expropiados (para nunca ser devueltos) y fueron trasladados en un barco de la marina norteamericana para ser encerrados en varios campos de internamiento. Teo que ya había cumplido 14 años viviendo en Honduras, llega primero a un campamento en Texas, donde lo retienen por tres meses y luego es trasladado a la isla de Ellis Island cerca de Nueva York. Es aquí donde quedaría interno hasta varios meses después de que terminara la Segunda Guerra Mundial en 1945.

Gloria, en camino hacia Nueva York
Mientras tanto, Gloria, sin ninguna intención de casarse con el joven marinero y de irse a vivir con él a su pueblo natal, aborda uno de los muchos autobuses que la llevarán a Nueva York. Ese es el lugar donde ella siempre ha soñado comenzar su nueva vida. No obstante, Gloria no tiene papeles. Ingresó al país ilegalmente y solo lleva su pasaporte británico, su pequeña maleta con poca ropa y los cien dólares que le dio el chico para trasladarse a su pueblo y para que se comprase un vestido y zapatos nuevos.

En su trayecto hacia Nueva York, Gloria es detenida por las autoridades y al ver que había entrado ilegalmente, y no llevaba papeles más que su pasaporte, fue arrestada. La policía la entregó a las autoridades de inmigración. Estas la trasladaron a la isla de Ellis Island, a ocho millas de Nueva York, desde donde sería deportada de regreso a Inglaterra.

La Isla Ellis, la primera estación federal para los inmigrantes
Mientras tanto, en esta isla, que antes de la guerra y desde 1892 fue la primera estación federal de inmigración para los europeos que llegaban al nuevo mundo desde Europa, se instalaba un centro de detención para nacionales de Alemania, Italia y rusos blancos. Se dice que un total de 7,000 hombres, mujeres y niños estuvieron detenidos durante la guerra en la Isla Ellis. En los cuatro años que vivió Teo ahí, se contaban 3,000 presos, italianos, rusos blancos y, sobre todo, alemanes.

Gloria llegó a Ellis Island donde se le imputaría por haber entrado ilegalmente al país y desde donde sería deportada a la primera oportunidad de regreso a Gran Bretaña.

Gloria y Teddy, un encuentro fortuito; pero inevitable
En ese tumulto de prisioneros, más que todo hombres, Teddy (para entonces ya no le llamaban Teo) y Gloria se llegaron a conocer. Un alemán y una escocesa, detenidos en un campo de los Estados Unidos, esperando ser deportados o intercambiados por las autoridades estadounidenses a sus respectivos países.

Él tenía 32 años. Ella acercándose a los 19 años. Ninguno de los dos interesados en la guerra; el llevaba una vida cómoda y agradable desde que había llegado a Honduras en 1928 y ella solo había querido huir de su porvenir en Glasgow. Ahora, estos dos seres se encontraron en una isla llamada Ellis Island. Los dos se enamoran, Teddy le cuenta a Gloria de su vida en Honduras, de lo bello que es ese país y al que quisiera poder regresar después de la guerra. Gloria le cuenta de su vida en Glasgow y que por nada y nadie quiere regresar allí.

El diario de dos enamorados
Como dos enamorados, cada momento que pueden encontrarse, sueñan en voz alta de lo que quieren hacer cuando termine la guerra. Durante el tiempo que lleva Teddy en Ellis Island, Teddy escribe un diario. En el narra todo lo que ha vivido, lo que ha observado.

En el cuenta como a su amigo, Fritz, que también vivía en Tegucigalpa, lo mandan al calabozo diez días, por haberse robado un trocito de margarina. Escribe sobre la falta de higiene, sobre la mala comida, y sobre el mal trato de los guardias norteamericanos hacia los alemanes.

Escribe también que se hizo amigo de uno de los guardias. Se llamaba Eddie, y se hacían bromas porque uno era el Teddy y el otro Eddie. Eddie se dio cuenta que Teddy estaba enamorado de la reclusa, Gloria, ella una aliada de América, él, un enemigo del Estado. Le advirtió que, si sus superiores se daban cuenta, tendría muchos problemas. Teddy rió y no le dio más importancia.

Los presos podían ganarse algo de dinero trabajando. Teddy trabajaba en la cocina y en el comedor. Aprovechaba los momentos cuando trabajaba en el comedor para intercambiar algunas palabras con Gloria. Un día, Gloria le dijo que Inmigración le había avisado que abordaría un barco con rumbo a Inglaterra dentro de tres semanas. Teddy entristeció, se habían prometido volver a juntarse cuando él fuese libre nuevamente, pero cuándo sería, nadie lo sabía.

Teddy escribía todo en su diario, cómo se había enamorado y todos los sucesos día a día en el campo de detención. A pocos días que Gloria fuera deportada, cuando Teddy pasó por la mesa donde comía Gloria, él le metió disimuladamente un billete de 10 dólares a Gloria en su vaso de leche.

La historia de los 10 dólares
Ese mismo día, y por coincidencia, un ruso blanco procedente de Latvia, denunció a uno de los guardias del campo que le habían robado diez dólares de su cama. Se procedió a indagar quien pudo haber sido y se registraron todas las propiedades de los reclusos, incluyendo a Gloria. Al encontrar el billete de diez dólares sobre la persona de Gloria, se le exigió decir de dónde provenía. Gloria, pensando que Teddy pudo haberlo robado para dárselo a ella y no queriendo inculparlo, calló y rehusó decir cómo llegaron a sus manos.

El incidente fue reportado al comandante del campo, que no gozaba de muy buena fama entre los detenidos e incluso entre los guardias bajo su supervisión. El comandante la mandó a llamar y comenzó a interrogarla. Gloria aseguraba que ella no había robado el billete, pero se negaba a decir cómo le habían llegado los diez dólares.

Una mujer valiente que se lanza por una ventana
El comandante ordenó que Gloria fuese llevada a su oficina en el tercer piso del edificio. Allí continuó interrogándola poniéndose cada vez más violento hasta que llegó a bofetearla. Gloria no sabía qué hacer, no quería decir que el dinero se lo había dado Teddy y tenía miedo que el comandante le haría más daño. Sin pensarlo, se lanzó de la ventana del tercer piso.

Gloria no murió, por suerte, pero sufrió varias fracturas complicadas en todo su cuerpo y heridas internas. Después de aplicarle los primeros auxilios, fue trasladada a un hospital en Staten Island, una isla contigua a la ciudad de Nueva York. Ahí, Gloria estaría interna por aproximadamente ocho meses hasta que sanó de sus lesiones internas y fracturas a la cadera, clavícula, hombro izquierdo, brazo y pie izquierdo.

Cuando Teddy se enteró de lo que había sucedido, se puso frenético de rabia y solo su “amigo” Eddie, el guardia norteamericano, pudo evitar que Teddy cometiera una locura. Insistió en ver al comandante para decirle que había sido él que le dio los diez dólares a Gloria y que el dinero no había sido robado, sino que él se lo había ganado con su trabajo en la cocina. Teddy era conocido y se sabía que él no daba problemas. El comandante le creyó. Le contó al comandante que él y Gloria se habían enamorado y que se iban a casar después de la guerra.

Visitas al hospital
En esta época, muchos de los internos de Ellis Island se pusieron en huelga para mejorar sus condiciones de vida y en la cocina faltaban muchos de los trabajadores. Cuando Teddy fue a ver al comandante, le pidió que le permitiera visitar a Gloria en el hospital en Staten Island una vez por semana. A cambio, él trabajaría de día a la noche limpiando la cocina en la cual se preparaba la comida de los 3 mil reclusos y centenares de guardias sin pedir paga adicional, con tal de poder ir a ver a su Gloria (hasta que regresaran a sus puestos los demás empleados en la cocina). El comandante le otorgó permiso. Teddy visitó a su futura mujer en el hospital una vez por semana, acompañado por un guardia al principio, saliendo de Ellis Island y trasladándose por ferry hasta Staten Island.

Teddy se ofreció de voluntario para ejercer muchas labores pesadas con tal de no perder el privilegio de visitar a su amada. Al cabo de varios meses, Teddy ya no era acompañado al hospital, y continúo haciendo el viaje en ferry solo, de ida y vuelta entre el hospital y el campamento en Ellis Island. Los guardias sabían que podían confiar en Teddie, que él no trataría de huir.

Sandra Janet, durante su último viaje a Honduras junto a su gran amigo Tito Ortiz.

Sin embargo, Gloria fue deportada
En uno de sus últimos viajes, poco antes de que Gloria fuese deportada definitivamente a Inglaterra, Teddy logró esconder el diario que había escrito durante sus 4 años de internamiento entre sus ropas y se lo entregó a Gloria, pidiéndole que se lo llevase consigo a Inglaterra y lo cuidara hasta que se volvieran a ver. Gloria regresó a Inglaterra y se fue a vivir con unos tíos en las afueras de Londres. La guerra seguía y las bombas destruían todo lo que tocaban. Una bomba cayó sobre la casa donde vivían Gloria y sus tíos. A ellos no les paso nada, ya que habían abandonado la casa para protegerse en un bunker cercano.

El diario de amor, calcinado
Cuando salieron a las calles después del aviso de la alarma, descubrieron que su casa se había quemado totalmente. Gloria salvó su vida, pero el diario en el que Teddy escribió sus memorias de cuatro años como prisionero de guerra, no apareció nunca, seguramente consumido por las llamas que la bomba Nazi ocasionó esa noche.

Teddy regresa a Honduras
En 1945, concluyó la Segunda Guerra Mundial. El general Carías, presidente de la República de Honduras en aquel entonces, invitó a regresar a todos los alemanes que habían estado viviendo en Honduras antes de la guerra. En forma de compensación por lo ocurrido y por la expropiación de sus bienes, una cantidad de dinero es ofrecida para recomenzar su vida en Honduras. Teddy, una vez en libertad, aceptó la propuesta del general Carías y regresó a Honduras.

Gloria viaja a Honduras
En 1946, Teddy envía a Gloria su pasaje a Honduras y en febrero de 1947, se casan en Tegucigalpa. Yo nací el 27 de noviembre de 1947, hondureña por nacimiento, hija de un alemán y una escocesa.

P.S. Esta historia la conozco por los relatos de mi padre y mi madre, que me lo contaron cuando yo había cumplido los años suficientes para escuchar su historia. Lamentablemente, jamás pude leer el diario….

P.S.S. En 1951, cuando yo cumplía 4 añitos, mi padre y yo hicimos mi primer viaje a Alemania para conocer a mis abuelos. Salimos en un buque de carga desde los Estados Unidos. Antes de zarpar, hicimos una visita a Eddie, el guardia en el campamento en Ellis Island. Eddie ya estaba jubilado y se alegró mucho de volver a ver a mi padre y de conocerme a mí. Le asombró muchísimo que Teddy había logrado sacar el diario que escribió en la Isla Ellis, sin que lo descubrieran. Le dijo, guiñando un ojo, que menos mal que los Nazis habían destruido ese documento histórico.

 

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