La lluvia caía como ríos impetuosos al suelo, su fuerza era acompañada por el estruendo ensordecedor del trueno, y los frágiles árboles doblaban sus copas ante esta fuerza procedente del cielo.
Los arroyos se convirtieron en su raudo camino en saetas prodigiosas, cuyas espumosas olas corrían por llegar pronto al océano inmenso, natura una vez más nos mostraba su increíble portento.
Donde la tierra recibe sedienta cada gota de agua divina, en ese ciclo continuo y eterno que se llama vida! Donde renacen las flores y brotan tiernas plantas de las portentosas semillas, y otra vez el ave con más vigor emprende su mágico vuelo.
Marco T. Medina
Tegucigalpa, M.D.C.
