Elevados a la máxima capacidad de incompetencia
Por: Carlos G. Cálix
carlosgcalix.com
El Estado es incompetente por sí y su mayor representación incluye a los cuatro expresidentes hondureños de los últimos veinte años.
Y es que, la competencia o incompetencia de un gobierno se mide en función de sus indicadores macroeconómicos y sociales, además de las permanentes quejas de millones de hondureños que piden a gritos la atención y solución de sus problemas primordiales. Acá, no se trata de señalar a una persona, sino, a la función que ha desempeñado, es decir si fue o no competente en el cargo para el cual resultó electo.
En tal sentido, el libro de Laurence Peter y Raymund Hull “Tratado sobre la incompetencia o por qué las cosas salen mal” resulta ser una herramienta idónea para esta labor de educación moral y cívica. Para ello, es fundamental enunciar el Principio de la Incompetencia de Peter, mismo que expresa: “En una jerarquía todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. ¿Se les hace familiar esto? -Apuesto 100 a 1, a que sí-. En el caso de nuestros últimos cuatro expresidentes, los indicadores durante sus gestiones muestran la evidencia.
Otra manifestación de la incompetencia de estos exmandatarios y sus gabinetes, es la “estructurofilia”, definida por Peter y Hull como “excesiva preocupación por la construcción de edificios y obras de infraestructura para llamar la atención y dar la impresión de que se “construye y se cambia” la realidad. Una práctica que baja desde la Casa Presidencial hasta las municipalidades. Otro rasgo identificado en esos expresidentes y muchos de sus seguidores que forman parte del actual gobierno, es que padecen el complejo de Sócrates, descrito por Peter y Hull como “una forma de incompetencia creadora”, en donde utilizan frases sonoras para ocultar su incompetencia. En otras palabras, como bien mencionan estos autores, “por todas partes veo incompetencia pujante, incompetencia triunfante”.
Es así que, por citar algunos ejemplos, he visto puentes de 25 millones de lempiras desplomarse quince días después de su inauguración (Yoro), he visto carreteras de 770 millones de lempiras que quedaron inconclusas (carretera CA-6, que conduce a Danlí), he visto urbanistas que desarrollaron complejos habitacionales en zonas inadecuadas que se cayeron al primer movimiento telúrico (Tegucigalpa), he visto aeropuertos inundados (La Lima y Comayagua) y he visto a cuatro expresidentes tomando muy malas decisiones administrativas, económicas y políticas, de manera reiterada.
Así que coincido con Peter y Hull, al manifestar que “La incompetencia ocupacional se halla presente en todas partes. ¿Se ha dado usted cuenta? Probablemente, todos nos hemos dado cuenta.
Vemos políticos indecisos que se las dan de resueltos estadistas, y a la “fuente autorizada” que atribuye su falta de información a “imponderables de la situación”. Es ilimitado el número de funcionarios públicos que son indolentes e insolentes; de jefes militares cuya enardecida retórica queda desmentida por su apocado comportamiento, y de gobernadores cuyo innato servilismo les impide gobernar realmente”.
En este sentido, la teoría de la distribución predice, y la experiencia lo confirma, que los empleados públicos se hallarán desigualmente distribuidos en estas clases: la mayoría en la clase moderadamente competente, y las minorías en las clases competente e incompetente, a ello, los autores agregan los súper competentes y los súper incompetentes, quienes se hallan igualmente expuestos al despido. Por lo general, estos son despedidos poco después de haber sido contratados, y ambos por la misma razón: tienden a quebrantar la jerarquía. Esta supresión de extremos recibe el nombre de exfoliación jerárquica.
Al respecto, José Ortega y Gasset, en 1910, adelantándose a la formulación del principio de Peter, expresaba: “Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes”.
Bajo estos enunciados surgen las siguientes preguntas para usted: ¿cuántos funcionarios públicos conoce que son incompetentes? ¿Cómo podríamos elegir a las personas más idóneas? ¿Cuáles son las habilidades que debe tener un presidente? ¿Qué características deberíamos buscar? ¿Corremos el riesgo que el Principio de la Incompetencia de Peter, se repita una vez más en el gobierno actual?
Seguramente quienes lean esta columna, como bien dice Alfredo Enrione de la Universidad de los Andes, deben: “hacer un esfuerzo consciente y riguroso para evitar el riesgo de terminar eligiendo a un candidato presidencial atractivo, solo para encumbrarlo hasta su nivel de incompetencia”. ¡Un abrazo!
[email protected] Carlos G. Cálix es profesor del Doctorado en Dirección Empresarial en la UNAH y cofundador de diversas empresas. Tiene un postdoctorado por el CONICET en el IIESS-Argentina. Autor de El fin de la democracia y el último liberal, El modelo de desarrollo que La Ceiba necesita y La Señora Presidenta ¿Una solución o un problema?