Lo que llamamos basura y donde termina

MA
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31 de mayo de 2022
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12:32 am
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Lo que llamamos basura y donde termina

Rafael Delgado

Las imágenes transmitidas por la red social TikTok de dos jóvenes europeos limpiando la basura regada por las calles de Tegucigalpa ponen sobre la mesa esa terrible deficiencia de nuestro país. Evidentemente que, para esos jóvenes, acostumbrados a ambientes limpios y ordenados, y además sensibles frente a los problemas globales que enfrentamos, la situación de Honduras salta a la vista. Con una simpática risa y mucha gracia, sin abundar en lo obvio, nos indican lo descuidado que hemos sido respecto a lo que llamamos basura y nos reclaman por seguir tolerando esta situación que lamentablemente seguirá desapercibida entre muchos ya acostumbrados a lo que siempre han visto.

Dieron en el clavo. Los hondureños no tenemos hábitos correctos manejando los restos de todo lo que consumimos y utilizamos. Hoy más que antes, lo usual en todos los sectores es tirar la basura en cualquier lugar. Ocurre tanto en las ciudades como en los pueblos; lo hace la población de ingresos bajos hasta la población de ingresos altos; gente con poca o mucha formación profesional, tanto jóvenes como los adultos. Allí donde el ciudadano se sienta o descansa queda su huella con los restos de empaques y botellas que deja regados; por allí donde pasa con su vehículo o en el bus, solamente baja la ventilla y los restos de lo que ha consumido salen volando. Por ello calles, avenidas y áreas verdes se deslucen cubiertas de todo tipo de desechos.

Claramente no es solo un mal hábito de las personas. Es también una terrible deficiencia de las empresas que hasta ahora no han entendido los problemas y las consecuencias a futuro de economías que funcionan como si los recursos fueran ilimitados y baratos. En primer lugar, desconocen, o fingen desconocer, las enormes responsabilidades que llevan sobre sus hombros en la búsqueda de respuestas al aumento exponencial en la generación de los desechos ligados a los productos que elaboran y venden, como al mal destino que se le da después de su consumo. En economías más productivas y más eficientes ya se conoce el daño que ocasiona el desentenderse de este tema y por ello han dado el paso correcto. Conocen y se responsabilizan por el aumento en la contaminación de los ríos, lagos y mares. Por ello han cambiado sus procesos productivos hacia sistemas más congruentes con la salud de la tierra. Utilizan además el enorme potencial de ahorro inherente en el desarrollo de mecanismos de reutilización de desechos para reintegrarlos a la cadena productiva. El término de economía circular se ha acuñado a esos sistemas que funcionan identificando los desechos que se generan con el consumo de su producto y capturándolo a través de sistemas de proveedores tercerizados; reutilizando posteriormente esos valiosos recursos a los que normalmente se les llama basura, en la elaboración de nuevos productos.

Honduras seguirá siendo un caso dramático de resaltar si no educamos a nuestra gente en sencillas prácticas de depositar los desechos en basureros y no en la calle; de separarlos según su naturaleza para su disposición final. La escuela, la academia y la familia es fundamental en ese giro que el mundo exige. Los gobiernos locales son igualmente claves en el desarrollo de un servicio eficiente de recolección de la basura, en el mejor de los casos separada según su naturaleza y su correcta disposición convirtiendo los botaderos en lugares de correcto manejo de todo lo que realmente deba eliminarse. Pero el punto fundamental vendrá cuando las empresas empiecen a cambiar sus prácticas. Cuando inicien demandando esa materia prima, que llamamos desechos o basura, de ponerle un precio a ello para fomentar su recolección y reintegrarlo a la producción. Es latente lo insensible que todavía es nuestra industria sobre los daños que las prácticas nocivas de la economía lineal generan y el cero uso del potencial que se esconde detrás de los desechos que cada vez más cubre la bella geografía de las ciudades y el campo del país.

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