Flujos y reflujos históricos

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9 de junio de 2022
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12:03 am
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Flujos y reflujos históricos

BARLOVENTO:
Por: Segisfredo Infante

Parece una frase trillada. Pero es pertinente desocultar o actualizar su contenido, el cual vemos aparecer y diluirse, como si se tratara de un “iceberg” que choca inesperadamente contra un “Titanic” o cualquier otro barco “indestructible”. En un primer momento pudiéramos pensar que se trata de casualidades accidentales. Pero si observamos detenidamente el comportamiento de los mares, hay una especie de constante natural que se expresa en flujos y reflujos de las olas. En medio de tales oleadas y descongelamientos, sobre todo en las zonas polares del planeta, se desprenden bloques gigantescos de hielo, que navegan como a la deriva.

Aunque es un error hacer comparaciones mecánicas, o forzadas, entre las leyes de la naturaleza y el comportamiento “equis” de los seres humanos (tal como lo hacían varios ideólogos del siglo diecinueve y comienzos del veinte), hay analogías, sin embargo, respecto de las cuales vale la pena reflexionar sin dogmatismos. El asunto al cual deseo llegar es que en toda la “Historia” aquellas leyes rígidas, unilineales o unidimensionales, simplemente son inexistentes o, en el mejor de los casos, son inoperantes. A pesar de ello experimentamos ciertas constantes históricas parecidas a los flujos y reflujos de los mares, con la enorme diferencia que las mareas altas y bajas se modifican según la rotación diaria de la esfera terráquea, y según los movimientos de la luna. Mientras que los periodos de auténticos cambios en la “Historia” suelen ser acumulativamente graduales, bastante suaves, cooperativos y prolongados, y raras veces abruptos.

En el libro filosófico “Fotoevidencia del sujeto pensante” (2013-2014), hay dos breves capítulos relacionados con este fenómeno. Ahí nombramos a esta forma alterna de los acaeceres históricos en dos instancias: a) Decaimiento del sujeto y b) Renacimiento del sujeto. Horizontes contrapuestos que parecieran entremezclarse, y que provocan, por fricción interna, el surgimiento contradictorio de terceros fenómenos. El concepto “decaimiento”, que conste, ha sido utilizado por filósofos y científicos anteriores, en textos que en otro momento citaré. En cuanto al término “renacimiento”, es ya parte de la cultura universal. Lo nuevo, quizás, es la perspectiva mediante la cual nosotros hemos enfocado el zigzagueante acontecer. Veamos. En la página cuarenta del libro aquí citado, se expresa lo que sigue: “El Sujeto del siglo veinte ha sido fuerte, genial e ingenioso en el bien, en la ambigüedad, en las pruebas termonucleares, en las primeras exploraciones espaciales y en el mal extremo, con el añadido de las democracias liberales; las socialdemocracias evolutivas; los socialcristianismos alternos; la anarquía; y los totalitarismos: los extremos y los moderados. Algunas de las personalidades más sublimes de todos los tiempos, como la de Mahatma Gandhi, se focalizan en el siglo veinte”. Y en la página cuarenta y uno se añade: “El Sujeto pensante renace, pese a los estados de fatiga física y decaimiento espiritual, en diversos momentos de la historia y de la evolución, con las respectivas involuciones de los hechos naturales. Que conste, que a pesar de Guillermo Hegel y de Karl Marx, muy diferenciados entre sí, la historia nunca se repite exactamente, sino que procede por caminos y modelos analógicos, con repeticiones aparentes”. (Volveremos, después, sobre este esbozo).

Importa, en este punto, destacar por lo menos un gran decaimiento histórico en el “Mundo Occidental”. Me refiero a los tres primeros siglos aproximados entre la caída estrepitosa del “Imperio romano” y el surgimiento de las más fuertes instituciones medievales en los tiempos del emperador Carlomagno. Aquel fue un momento prolongado de decaimiento espiritual y material. Sin embargo, pese a todo, surgieron figuras interesantes como la del filósofo Boecio, y la presencia de los mojes católicos irlandeses trabajando, tesoneramente, por preservar todo el conocimiento judeocristiano, y grecorromano, que era posible en aquel momento de inmensas penumbras. Dos siglos y medio más tarde, emergió en tierra francesa la dinastía flexible de los reyes merovingios, y luego la dinastía renacentista de los carolingios, fundando escuelas palatinas y catedralicias, que después se convirtieron en universidades. Muchos autores hablan del primer renacimiento europeo durante el siglo ocho en el contexto de la “Alta Edad Media”, bajo la influencia de Carlomagno y del monje alfabetizador, bibliotecario y evangelizador llamado Alcuino de York.

En América Latina, en las últimas dos décadas, hemos observado un nuevo oleaje del populismo y de la izquierda más o menos marxista. Mi opinión íntima, es que tal fenómeno continental se debe (en otra primera instancia), al triunfalismo excesivo que exhibieron los jefes neoliberales y sus simpatizantes, sobre todo a partir de la década del noventa del siglo pasado, cuando enceguecidos y dogmáticos perdieron de vista la triste vulnerabilidad de las clases medias y de los segmentos más pobres de cada país, creando burbujas económicas que terminaron por explotar durante el año dos mil ocho.

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