El canal de Nicaragua en la política de Morazán

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24 de junio de 2022
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El canal de Nicaragua en la política de Morazán

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

En un artículo documentado, el señor Jorge Raffo, embajador del Perú en esta tierra de pan llevar, se refirió en LA TRIBUNA al viejo proyecto del “Canal por Nicaragua” y a dos textos -alusivos al tema- escritos en 1832 y 1851 por los ciudadanos franceses Alphonse Dumatray y Pierre Rouhaud.

El 18 de septiembre de 1830, Francisco Morazán -nacido en Tegucigalpa el 3 de octubre de 1792- fue elevado por el voto popular a la primera magistratura de la nación centroamericana, fecha en que dijo -entre otras cosas-: “El pueblo soberano… me manda colocarme en el más peligroso de sus destinos, y debo obedecer sus respetables preceptos, y cumplir el solemne juramento que acabo de prestar en vuestras manos”. “La alianza de los pueblos americanos, aunque se ha frustrado hasta ahora, no está lejos el momento de ser puesta en práctica… Ella hará aparecer el nuevo mundo con todo el poder de que es susceptible…

Seguidamente ejemplificó: “Tal es la apertura del canal en el istmo de Nicaragua. Esta obra, grandiosa por su objeto y por sus resultados, tendrá el lugar que merece en mi consideración, y si yo logro destruir siquiera los obstáculos que se opongan a su práctica, satisfaré en parte los deseos de servir a mi patria”. Desde un primer momento, Morazán puso sus ojos en los Países Bajos (Holanda y Bélgica) para la construcción de la vía interoceánica susodicha; sin embargo, la “lucha de clases” de la que hablaba el presidente de la República de Centroamérica y que asediaba sin hora fija a su gobierno, desposibilitaba darle atención al proyecto. De ahí que en reunión del Congreso Federal (1836) informaba: “Allanados los obstáculos que habían entorpecido por algún tiempo la realización de la Agenda decretada cerca del gabinete de La Haya, se presentó otro más poderoso todavía: la falta de salud del individuo nombrado para aquel fin; motivo que ha impedido su marcha hasta ahora. La apertura del canal de Nicaragua ha sido el primer objeto de esta misión interesante. Noticias privadas, pero fidedignas, de las causas que embarazaron a los holandeses ocuparse de esta grandiosa obra, han alejado la esperanza del gobierno y producido un verdadero sentimiento en el ánimo de los centroamericanos, amigos de la gloria y engrandecimiento de la patria”. Las causas a que aludía se situaban en 1830, año en que una revuelta había provocado la independencia de Bélgica.

Después de su voluntario exilio en la capital peruana, retornó Morazán a Centroamérica, desembarcando en el puerto salvadoreño de la Union el 15 de febrero de 1842, dispuesto con renovados bríos a “llevar a feliz término la nueva cruzada de redención que habrá de darnos patria, asegurando nuestros derechos y libertades interiores, así como nuestra independencia y respeto en el exterior”. En Lima había recibido la noticia de que fuerzas afines al imperio inglés, ocupaban el territorio nicaragüense de San Juan del Norte. En exposición que hizo circular desde el citado puerto salvadoreño, dijo que aquella acción violenta era un “golpe de muerte para la Republica, porque -recalcaba- a mi modo de ver está cifrada su existencia nacional, la consolidación de un gobierno y su bienestar y grandeza, en la apertura del gran canal mecánico por el propio puerto de San Juan”.

Casi al final de su artículo el señor Raffo anota que Dumatray y Rouhaud sostenían en 1851 que el “río San Juan y el lago de Nicaragua se convertirán en la vía más corta, más fácil y menos dispendiosa de todas las que conducen a Chile, Perú y otros puntos orientales de América”. Sus textos -acota el embajador peruano- se convirtieron, sin ser esa su intención, “en material de propaganda para otro proyecto, el de Lesseps y su Canal Interoceánico por Panamá”. Ironías -agrega- de la historia.

Tanto José del Valle cuanto Francisco Morazán tuvieron la “temprana idea” del canal por Nicaragua, sin que a ninguno les diera por proponer su construcción a gabinetes poderosos -como el inglés y el estadounidense- pues uno y otro puntualizaban, con distintos juicios y palabras, que la ambición ha legitimado el derecho del más fuerte con funestos resultados para los pueblos más débiles.

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