Doscientos mil espectadores, récord histórico de asistentes en el entonces nuevo estadio Maracaná de Río de Janeiro, construido para ese Mundial de 1950, fueron testigos de un hecho inesperado, el triunfo de la selección uruguaya por 2-1 ante la brasileña, que con sólo empatar habría sido campeona en su casa, en lo que se considera la mayor epopeya de la historia de los máximos torneos entre equipos nacionales, y que generó suicidios y un complejo que los verdeamarelos recién pudieron despojarse ocho años más tarde, cuando ya con la irrupción de Pelé, pudieron ganar su primera Copa en Suecia, en Suecia 1958.