El huésped incómodo, se levantó algo tarde el 17 de septiembre de 1980, le pidió a su amante Dinorah Sampson un plato típico de su país: frijoles, huevos fritos, plátanos, tocino, tostadas, jugo de naranja y café americano. Dos horas después (10 y 25 a. m) guerrilleros suramericanos coronaron la “operación reptil”. Y Anastacio Somoza Debayle, no llegó a a los 55 años que cumpliría ese diciembre. Trilogía de suspenso Hay tres historias que confluyen en la trama de “La pasión de Lucrecia”: la complicidad entre dictadores; traiciones propias del espionaje y el amor con sufrimiento.
Carlos Mateo Balmelli, describe en el General Presidente Alfredo Strossner (1912-2006) a los dictadores de una manera real: por lo general tacaños, vanidosos y desconfiados. Que guardan las riquezas obtenidas ya sea por las buenas o por las malas, para sus futuras eneraciones. “Por eso quien detenta el poder tiene que asegurar el mañana para los suyos”. Vemos un general agradecido con su ministro del Interior, que le dio la salida expedita para reelegirse indefinidamente. De padre alemán y madre paraguaya, Strossner destaca que Francisco Franco le “recomendó prestar la debida atención a las Fuerzas Armadas, pues los hombres como nosotros nunca se tambalean por la presión de los civiles o lo que pueda decir la Sociedad internacional”.
También el dictador creía en el viejo adagio: el amigo de mi enemigo es mi enemigo y el enemigo de mi enemigo es mi amigo.Una conspiración dirigida por grupos de izquierda desde Managua, Nicaragua y conectada con células clandestinos de América del Sur, demostrarían la vulnerabilidad de la seguridad y blindaje de las Fuerzas paraguayos. Y el castigo fue ejemplar porque según su creencia el comunista muerto o no nacido, es el mejor. Por ahí va la historia de amor en La pasión de Lucrecia editada por Penguin Ramdom House, enviada en exclusiva a Metromedia. Carlos Mateo estuvo recientemente en Honduras, presentando El andar del lobo.
