La incapacidad del alcalde Aldana

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21 de septiembre de 2022
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01:19 am
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La incapacidad del alcalde Aldana

Óscar Lanza Rosales

Que decepcionante es que, a ocho meses de la toma de posesión del actual alcalde de esta capital, Jorge Aldana, ya sus ciudadanos estemos frustrados de su desempeño, y una de las causales es el estado lamentable en que se encuentran las calles, que, con la cantidad significativa de baches, pareciera que estuviéramos en la luna con sus característicos cráteres. Los baches y el congestionamiento nos tiene paralizada la ciudad, pareciera que estuviera en ruinas, contrario a lo que sucedía con el anterior alcalde, “Tito” Asfura, que era una comunidad en movimiento, con mucho dinamismo, quejándonos de aquel que no cesaba en la construcción de sus puentes a desnivel, y que causaba congestionamiento, al emprender varias obras al mismo tiempo, al no avisar a la población de los trastornos de tránsito que esto podría ocasionar.

Aldana es un alcalde para postrar la ciudad, Asfura era para transformarla a su manera, probablemente se equivocó en muchas obras, pero intentó darle un nuevo rostro a la capital.
Para que conozcamos más de Aldana, miremos su trayectoria. Es un joven de 47 años, graduado de periodista en la Universidad José Cecilio del Valle. Joven, pero con más de 25 años de andar en política, con el agregado que viene de un hogar de políticos, su padre liberal y su madre nacionalista, lo que le permitió rozarse con los expresidentes Callejas y Reina, según sus entrevistas.

A temprana edad, logró ser nombrado secretario general de la juventud liberal y posteriormente presidente. En 1996, a sus 21 años, fue electo diputado suplente al Parlamento Centroamericano (PARLACEN), y por lo que se sabe, sustituyó al propietario, que -según él- fue un gran aprendizaje compartir con personas que ya tenían experiencia, muchas de ellas figuras centroamericanas, como expresidentes que formaban parte de esa institución, que le abrieron los ojos, a tener una visión de la importancia de la unidad.
En los tiempos de Pineda Ponce, tomó un seminario político que tenía como disertante al venezolano JJ Rendón, que lo impulsó a llegar a un cargo dentro de la política.
En el gobierno de Zelaya, fungió como viceministro de la juventud y después del golpe de estado de 2009, se incorporó a la Resistencia Popular y posteriormente a Libre.

En 2013, se lanzó como candidato a alcalde de la capital, pero no lo inscribieron. En 2017, se volvió a postular, pero perdió frente al nacionalista Nasry Asfura, saliendo electo como octavo regidor de la alcaldía capitalina. Según el diario digital, Criterio, “en su función de regidor, Aldana fue cuestionado por mostrar una actitud apacible frente a los actos de corrupción y abusos del alcalde Asfura. De hecho, ni en su función como periodista, que siguió ejerciendo hasta que se retiró para ejercer su campaña política de 2021, develó las cosas incorrectas que ocurrían en la comuna capitalina”. Adicional a lo que manifiesta Criterio, el problema de Aldana en ese período de regidor, es que ejerció en forma paralela como director de noticias de UNE TV, dándole aparentemente más prioridad a esta segunda función que a la regiduría, que descuidó y perdió la oportunidad de aprender cómo se gestiona una municipalidad, y por lo tanto fungió como regidor, pero no cumplió con su función como tal.

Visto todo lo anterior, con Aldana como alcalde, prácticamente estamos en presencia de un político tradicional, que aprendió a hablar, pero no a administrar. Que se ha beneficiado en lo económico del sistema político, pero que no ha tenido una formación formal como para rectorar de manera eficaz y eficiente la comuna capitalina, pues como sabemos, el PARLACEN es una beca para ir a vegetar, y luego como regidor, pasó por ese puesto sin aportar nada. Entonces estamos frente a un aprendiz de alcalde.

Antes de las elecciones pasadas del 28 de noviembre, me habló un amigo para pedirme que votara por el candidato Aldana, bajo el argumento que se miraba un hombre honesto, porque provenía de una familia honorable. Ahora que ya conocemos las ejecutorias de Aldana, mi reflexión es que la honestidad va más allá de manejar en forma inmaculada los recursos financieros. La honestidad también implica para una persona aceptar con entereza hasta donde llegan sus capacidades para desempeñar una posición, de ahí el dicho popular: ¡a Aldana la camisa de alcalde le ha quedado muy grande!

Ojalá que este personaje aludido, busque las alternativas pertinentes para salir mejor librado al final de su gestión municipal, porque, así como va, el desprestigio es lo único que le espera.

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