LETRAS LIBERTARIAS: Para espantar a los dictadores

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24 de septiembre de 2022
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12:03 am
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LETRAS LIBERTARIAS: Para espantar a los dictadores

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez*

Cualquiera pensaría que el mejor gobierno es aquel que impone un control estricto sobre los ciudadanos para mantener el orden y la autoridad. “Los tiempos con Tiburcio Carías fueron los mejores”, solían decir los viejos, porque creían a pie juntillas que el poder debía estar concentrado en la pistola del hombre fuerte y autoritario; el “huevón”, que a nada le teme, excepto a sus opositores a quienes mezcla con ladrones y asesinos, para luego expulsarlos de sus dominios señoriales.

Esto hizo que me recordara del general Andrés Ascensio, el personaje corrupto, dictatorial y montaraz que encarna Daniel Giménez Cacho en “Arráncame la vida”, la “peli” mexicana dirigida por Roberto Sneider. Ascensio toma lo que quiere; terrenos, muchachas y voluntades; es decir, no conoce de límites porque cree que las leyes están hechas para hacer lo que se le antoje al patrón. Al general de marras, solo un paro cardíaco logra poner fin a sus caprichos politiqueros de llegar a la presidencia de México. En los campos bananeros les llamábamos “comanches” a los que se comportaban como Ascensio. El capitán Benítez, el personaje de Ramón Amaya Amador en “Prisión Verde”, es el mejor ejemplo de esa figura napoleónicamente desmesurada que no sabe de reglas ni linderos morales. Benítez, como Ascensio, representa al homúnculo, en pequeña escala, de los dictadores que fulguraban por esos días en América Latina.

Mala noticia: los dictadores han vuelto a aparecer por estas tierras mesoamericanas y, nos atreveríamos a decir, bastante recargados. Los regímenes presididos por esas encarnaciones despóticas parecen formar parte indisoluble del paisaje continental, como Los Andes o el mar Caribe. No desaparecerán mientras tengamos economías pírricas e instituciones cuyas reglas se tuercen para favorecer a la familia y allegados al poder. Las razones son sencillas de descifrar: el poder obnubila el juicio, y mientras la silla presidencial signifique dinero y poder, siempre contaremos con la presencia de los Somoza, los Trujillo y los Ortega, a nivel de exportación.

Hay una razón que fundamenta esa proclividad absolutista: las verdaderas democracias funcionan tomando en cuenta la heterogeneidad de la sociedad, incluyendo las formas de pensar opuestas a los gobiernos. Son sociedades donde el respeto hacia los otros se guarda, no por imposición, sino por aceptación de las normas y valores que las rigen. A falta de principios sólidos, los dictadores temen que esa diversidad ponga en riesgo la estabilidad de su mandato eterno. Mientras Fidel exponía en el ICAI las bondades de la Revolución, sus milicias atacaban a las personas que se divertían en los bares de La Habana, o a los que leían a Guillermo Cabrera Infante. “Con la Revolución todo, contra la Revolución, nada”, advertía constantemente “el Caballo” a sus enemigos.

Los aprendices como Daniel Ortega y Bukele, detestan la democracia por considerarlo un sistema débil que promueve el desorden y la discordia contra un poder. En una sociedad abierta, de oportunidades plenas y economías sanas, como los Estados Unidos, por ejemplo, la gente respeta las reglas por conveniencia propia. Si el sistema ofrece las oportunidades para que los individuos puedan alcanzar el éxito como fruto del esfuerzo individual, ¿por qué diablos querría un gringo romper el esquema constitucional de su país? El norteamericano no espera mucho del Estado que no sea, un 911 muy eficaz, justicia imparcial, educación de primera, y elegir libremente.

En una sociedad empobrecida, los recursos son restringidos y las oportunidades, escasas, muy limitadas; por eso la gente busca alternativas de subsistencia mientras sobrevive y se acuesta resentida con el sistema. Esos resentimientos representan el caldo fecundo que los dictadores precisan para prometer orden y progreso, paz y felicidad. Por ello debemos aprender a construir sociedades con oportunidades materiales y espirituales para todos los posibles, a estimular la generación de la riqueza si queremos extirpar este mal. No existe otra salida. La libertad comienza con la disponibilidad abierta de los recursos. Solamente desde ahí parten las otras esferas del ser humano, a saber: la justicia y la igualdad.

Así se forjan las democracias, y así espantamos a los dictadores.

*Sociólogo

[email protected]
@Hector77473552

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