CONTRACORRIENTE: Plutarco Castellanos, el hombre bueno

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2 de diciembre de 2022
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12:04 am
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CONTRACORRIENTE: Plutarco Castellanos, el hombre bueno

Por: Juan Ramón Martínez

Plutarco Castellanos (Comayagua, septiembre 30, 1940), nació en el interior de una familia de clase media, formada por Plutarco Castellanos Mendoza, médico; María Luisa Delgado y, ocho hermanos más. Fue el primero de la prole. Muy joven, junto a su familia, se trasladó a Tegucigalpa, de forma que sus cinco hermanos menores nacieron aquí. Su padre fue diputado del PN, al Congreso Nacional.

Formó parte de la segunda generación de líderes universitarios en las que destacaron Jorge Reina, Aníbal Delgado, Edgardo Paz Barnica, Gautama Fonseca, Fernando Montes, José Azcona, Nicolás Cruz Torres y Carlos Godoy Arteaga, entre otros. Esta generación, sucedió a la encabezada por Ramón Villeda Morales, Arturo Quezada, Hernán Corrales Padilla, Carlos Rivera Williams, Ramón Oquelí y Filander Díaz Chávez. Igual que Reina Idiáquez, Fernando Montes y Godoy Arteaga, Plutarco Castellanos fue presidente de la FEUH, cuando esta entidad juvenil universitaria, tenía peso en Honduras. Para Castellanos, este fue un breve periodo en que cedió a las exigencias de sus compañeros, porque su carácter, personalidad introvertida y su vocación de servicio, no lo empujaban, como a otros, a la política y a la controversia inevitable que esta actividad implica. Lo suyo era la ciencia médica, el servicio a los enfermos y a la solidaridad con todas las mejores causas que tendieran al entendimiento, la conciliación y a la vida normal, sin contratiempos; o sobresaltos.

Por esa razón, concluidos sus estudios, viajó a Estados Unidos a especializarse en Medicina Interna y en Nefrología. Allá, conoció a Diane Dusavage, con la cual contrajo matrimonio. Fruto de este matrimonio, nacieron seis hijos, todos profesionales universitarios. Al regresar al país, puso en práctica sus conocimientos, trabajando en el Seguro Social y en el Hospital Escuela, en la formación de especialistas en Nefrología, especialmente. Aquí, demostró su talento científico, su tranquila capacidad para atender a sus pacientes; y, su enorme vocación para comprender el dolor de los más pobres. Con Comayagua, siempre mantuvo una relación emocional, dándole continuidad a la atención a la finca de sus padres, en las cuales, dicho sea de paso, probó que aquello no era lo suyo; y, que las posibilidades de éxito para el retiro tranquilo, eran una ilusión.

Lo conocí en 1982, cuando me invitaron a disertar en el Club Rotario Tegucigalpa Sur, del cual, en 1978, había sido su fundador con Aquiles Izaguirre, Carlos Calderón, Eduardo Facussé y Miguel Morazán. En 1984, me integré como socio al club, del cual hasta ahora formo parte, siendo compañero de Pluto, desde entonces. Me sorprendió su nobleza, simpatía y enorme tranquilidad. Nunca alzó la voz; no reclamó derecho alguno. Siempre evitó la controversia, la generalización absurda; o la condena furiosa. Era un hombre noble, tranquilo, que no le interesaba, entre sus amigos, destacarse; o, imponer, sus ideas, o visiones. Más bien, era el típico diplomático, hábil para forjar acuerdos y crear puentes de entendimiento y amistad. En las mayores tensiones y diferencias que pasamos en estos 40 años, Pluto, siempre fue el componedor, el hombre de los arreglos y, además, el médico de todos sus compañeros. Aun cuando fue ministro de Salud, su carácter no cambió; siguió asistiendo cada jueves, a sesiones; en donde, en condiciones de igualdad, compartió con todos, muchos temas sin que exhibiera actitudes arrogantes. Más bien, en algún momento le hice bromas sobre su resistencia para sobrevivir a las relaciones con los políticos liberales del gobierno. Me respondió: “con vos he aprendido mucho, como relacionarme con los políticos; y no morir en el intento” dijo con su suave sonrisa que, nos daba confianza a todos, que decía la verdad.

En estos años escribió dos libros. En los dos participé como “auxiliar” en Historia de Honduras, aunque su mayor apoyo fue Mario Argueta. Y en la presentación de los mismos, fui el analista de obras que, de manera clara, vinculan desarrollo político y servicios médicos, mostrando el proceso en virtud del cual se inicia y se fortalece, la dependencia de la ciudadanía a la medicina pública. Por ello, su lectura es importante para los que, quieran hacer reformas al modelo sanitario.

Lo visité en el hospital Viera, y creía que se recuperaría. Sin embargo, su cuerpo no respondió. Su muerte, nos ha provocado enorme vacío. Nos deja huérfanos. Fue el mejor de nosotros. El hombre bueno. Ejemplo, para todos.

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