1982: EL DÍA QUE TORRES ARIAS DENUNCIÓ EN EL EXTERIOR A GUSTAVO ÁLVAREZ MARTÍNEZ

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17 de diciembre de 2022
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01:35 am
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1982: EL DÍA QUE TORRES ARIAS DENUNCIÓ EN EL EXTERIOR A GUSTAVO ÁLVAREZ MARTÍNEZ

Leónidas Torres Lazo, Gustavo Álvarez Martínez y Roberto Suazo Córdova.

Juan Ramón Martínez

El retorno al orden democrático -el más largo de la historia de Honduras, solo brevemente amenazado por el golpe de Estado intentado por Manuel Zelaya en el 2009- enfrentó como era natural, varios sobresaltos. El regreso de los militares a sus cuarteles, para dejar a los civiles la dirección del gobierno, no estuvo exento de luchas, desacuerdos, muchos de los cuales no han sido de conocimiento de los hondureños todavía. Por esa razón, como una secuela de su influencia en la vida política nacional, en las elecciones de 1980, en que Roberto Suazo Córdova y Ricardo Zúñiga Agustinus se enfrentaron en la búsqueda del respaldo de los electores, se dio un fenómeno inevitable en aquellas circunstancias. Sin que los electores se percataran, competían dos corrientes militares: si ganaban los nacionalistas, Policarpo Paz García, sería el co-gobernante, en el cargo de Jefe de las Fuerzas Armadas. Y si ganaban los liberales, estos nombrarían a Gustavo Álvarez Martínez. Los líderes nacionalistas y liberales, sabían que este era el precio para contar con el respaldo de quienes eran para entonces, el eje del poder político en Honduras. Una vez, conocido el resultado, los militares aceptaron fácilmente los efectos que tendrían que afrontar y solo se prepararon, cada uno de los grupos, para la distribución de jefaturas de fuerzas, brigadas y batallones, en obediencia a los reglamentos suyos que establecían los mecanismos de ascenso y promociones, basados en méritos y antigüedad. Lo que no se entendió en ese momento que, en las figuras de Paz García y Álvarez Martínez, aunque miembros de la misma institución, había enormes diferencias. Paz García representaba el viejo modelo de las barracas, de soldados silenciosos y estoicos. Álvarez por su parte, era resultado de un modelo de militar diferente. Formado en las academia militar de Argentina, donde había sido enviado a estudiar por el régimen de Villeda Morales; y con una visión global en que el poder económico, también era parte del escenario en donde las Fuerzas Armadas debían intervenir, por lo que estas debían impulsar cambios en dirección al desarrollo de la burguesía nacional, obligando a un acelerado profesionalismo e incluso, buscando una mayor legitimación del instituto armado, mediante la participación de los militares en el desarrollo nacional. Pero, además, introduciría en el interior de la institución militar cambios en los procesos internos y promovería nuevas generaciones de militares que compartieran sus ideas, aunque no siempre estuvieran dispuestos a respetar los reglamentos y los mecanismos de antigüedad, típicos de los ascensos militares. El primer problema, fue su ascenso a general. Era un coronel nuevo y cuando se sometió a la rutina del ascenso, no tenía el tiempo suficiente de servicio para ello, aunque el Congreso Nacional no tomó en consideración estas cuestiones, de enorme importancia para la estabilidad de la institución y coherencia y unidad entre sus miembros. Este tema, fue la primera dificultad que enfrentó Álvarez Martínez. En agosto de 1982, Álvarez Martínez, procedió de conformidad a la ley, a la reasignación de posiciones, entre la cúpula militar, tomando en consideración las nuevas asignaciones a los militares ascendidos, lo que provocó el primer encontronazo de su generación – concepto frágil, porque él no había estudiado en Honduras y fue asimilado a la segunda promoción- con la inmediata anterior, en la cual destacaba el liderazgo de Leónidas Torres Arias, el “hombre” fuerte de Paz García; y antiguo líder de la inteligencia militar que inevitablemente, tenía que ir de salida. Cosa para la que aparentemente no estaba emocionalmente preparado. Las asignaciones como agregados militares –para Leónidas Torres Arias a Argentina y Hubert Boden Cáceres a Taiwán, entre otros- fue el detonante. Pero que claro que se trató de dos fórmulas de manejar las Fuerzas Armadas: la tradicional representada por Torres Arias y la que Álvarez Martínez y muchos observadores, consideraron la más profesional que se tiene conciencia en la historia militar de Honduras. Ahora, desafortunadamente, poco consideradas por los políticos especialmente.

Una conferencia en México, montada por periodistas estadounidenses
El 30 de agosto de 1982, en horas de la mañana y en un hotel de la ciudad de México, el coronel Leónidas Torres Arias, exjefe de la inteligencia de Honduras, exjefe de la Fuerza de Seguridad Pública y recién nombrado agregado militar de Honduras en Argentina, dio declaraciones en las que mostró la peligrosidad que representaba para Honduras y la paz de Centroamérica, los planes guerreristas del Gustavo Álvarez Martínez, Jefe de las Fuerzas Armadas de nuestro país. Aunque declaró que, sus expresiones eran a título personal, no pudo disminuir el impacto que las mismas provocaron en Honduras. El diario LA TRIBUNA, de Tegucigalpa, en la parte superior de su primera página y como título más importante del día, incluyó: “Torres Arias lanza graves acusaciones en contra (de) Álvarez”. Y en la página 33, en un cable fechado en México y responsabilizado por AFP, dice textualmente que, “El Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras, general Gustavo Álvarez, fue acusado hoy aquí de “propiciar una guerra civil y un enfrentamiento armado con otro país”, por otro coronel del ejército hondureño, Leónidas Torres Arias, exjefe de la Inteligencia Militar y de la Fuerza de Seguridad Pública. Durante una conferencia de prensa, el alto militar subrayó que hacía la denuncia a título personal y que se reservaba los detalles sobre la conducta peligrosa del Jefe de las FF. AA., para ponerlos a disposición del Congreso de Honduras, “ya que su divulgación constituiría un riesgo para la seguridad de mi país”. Sobre las motivaciones personales de su denuncia, Torres Arias indicó que, a mediados de 1982, “fui objeto de una maniobra burda, injusta y desleal por parte del general Álvarez para separarme de la comandancia del Cuerpo Especial de Seguridad, mediante un nombramiento en el exterior”. Añadió que, “otro tanto le ocurrió al coronel Hubert Boden Cáceres, quien fue trasladado como agregado militar a Taiwán, donde ni siquiera existe embajada de Honduras”. Atribuyo dicha maniobra, a sus esfuerzos por evitar que Honduras se transforme en trampolín de ninguna ideología y menos aún en el teatro de ninguna potencia en particular”. Añadió que, “por desgracia para toda la institución armada, el gobierno y el pueblo de Honduras, la conducta asumida por el hoy general Álvarez desde su ascenso a la Jefatura de las Fuerzas Armadas representa no solo una ruptura, sino una negación total de esta política”. Inmediatamente afirmó Torres Arias que Álvarez “tiene planes de exterminio físico de toda la oposición y compromiso para la realización de una aventura bélica internacional de incalculables consecuencias para la Patria”. A renglón seguido, exhortó al gobierno y al pueblo de Honduras, “a poner coto a su sicosis extremista y a su locura represiva contra todo aquel que no sostiene sus mismas ideas radicales”. Además, Torres Arias, aprovechó la oportunidad para señalar las irregularidades para el ascenso del coronel Álvarez al grado de General, indicando que “para ascender a general, de acuerdo con el reglamento, al entonces coronel le falta cumplir el requisito de cinco años transcurridos entre un ascenso y otro, debiendo esperar dos años para su promoción reglamentaria”. Posteriormente Torres Arias negó que la colaboración de las Fuerzas Armadas hondureñas con los contrarrevolucionarios nicaragüenses y con las Fuerzas Armadas de El Salvador, se hubiera iniciado durante el periodo en que él estuvo al frente de la inteligencia militar y la seguridad pública de su país. Por el contrario, aseguró haber sostenido varias reuniones con los responsables del gobierno sandinista y con dirigentes de la alianza Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador, para aclarar y resolver diferentes cuestiones. Finalmente, se declaró demócrata, reformista y “partidario de la ayuda norteamericana para equilibrar las fuerzas de la región”. También afirmó que sus posiciones cuentan con el respaldo de la mayoría de los militares hondureños” (LA TRIBUNA, 1 de septiembre de 1982). Las declaraciones de Torres Arias, tuvieron un sesgo personal, dirigido en contra del general Álvarez Martínez, pasando por alto que la posición de Honduras, frente al gobierno sandinista de Nicaragua, era una cuestión asumida por el gobierno de Honduras y en cuya aplicación el Jefe de las Fuerzas Armadas y todos los militares hondureños estaban de acuerdo. Hacerle creer al mundo que todo era obra de la decisión de Álvarez Martínez, es pasar por alto el hecho que para entonces Honduras se había convertido en un portaaviones de la política exterior de Estados Unidos para detener la revolución sandinista en Nicaragua y evitar el peligro de la derrota del gobierno de El Salvador por los rebeldes alzados en armas. Finalmente, hay que decir que después de Álvarez, ningún militar hondureño se opuso, en forma pública, a esa política de Alianza de Honduras con Estados Unidos en contra de los revolucionarios de Nicaragua.

Reacción en Honduras ante las declaraciones de Torres Arias
Las reacciones en Honduras, no se hicieron esperar. Sectores que no identifica LA TRIBUNA, dijeron que “las declaraciones de Torres Arias, son parte del montaje de una campaña de desprestigio y desinformación contra Honduras, por lo que es condenable”. Lamentaron, siguió diciendo el rotativo capitalino, “que Torres Arias haya recurrido a la prensa extranjera para hacer su señalamiento asegurando que pudo proporcionar más información al Congreso Nacional, cuando bien pudo hacerlo sin salir del país o utilizando otras vías que no contribuyeran a dar material al Ejército Sandinista, que no ha de tardar en arreciar sus acusaciones de invasor contra el gobierno hondureño”. Finalmente dijeron que “las autoridades nacionales bien pueden buscar la manera de poner en cordura al coronel”.

Por su parte el Congreso Nacional, por medio de expresiones de Carlos Montoya, vicepresidente del mismo, dijo que las declaraciones son motivadas por problemas particulares entre Torres Arias y Álvarez, en razón de su destitución como Comandante de la Fuerza de Seguridad Pública. Agregó que veía “intrascendentes esas declaraciones porque el gobierno de Honduras tiene una posición oficial en su política de paz. Sin embargo, el coronel Torres Arias tendrá que enviar su denunciado probando sus acusaciones. Tiene las puertas abiertas del Congreso Nacional”, concluyó en declaraciones a los periódicos. (LA TRIBUNA, 2 de septiembre de 1982). De igual forma, se pronunciaron en contra de Torres Arias, el político nacionalista Fernando Lardizábal Gilbert, el presidente de la Republica Roberto Suazo Córdova y Enrique Ortez Colindres, embajador de Honduras en las Naciones Unidas, que sostuvo que las declaraciones de Torres Arias eran peligrosas, agregando que “es necesario defender a Honduras en los foros internacionales, porque en varios periódicos extranjeros de gran circulación se ha desatado una campaña de desinformación en contra nuestra”. Como prueba de esta campaña en contra del gobierno de Honduras, las autoridades de migración de Honduras, indicaron que, en el montaje de la operación de denuncia de Torres Arias, participaron periodistas extranjeros y citaron por su nombre a uno de nacionalidad estadounidense que realizó las tareas finales de la organización de la operación denuncia en México. Dieron el nombre de Alan Ryding. Dos días después de las declaraciones de Torres Arias, el gobierno de la República, por medio de la Dirección de Información del Gobierno de la República, en un comunicado publicado en los diarios nacionales, dijo que “el gobierno de Honduras desmiente en forma categórica las declaraciones del señor Torres Arias, que en vano ha pretendido poner en duda la voluntad pacifista de nuestro país. De conformidad, sigue diciendo, con el régimen institucional hondureño, la dirección de la política internacional es atribución del Presidente de la República y es en este contexto que nuestro gobierno está fortaleciendo con éxito la iniciativa para internacionalizar la paz en Centroamérica, propuesta ante el Consejo Permanente de la OEA el 23 de marzo pasado”. Y para que no quede duda alguna, el Gobierno de Honduras, indica que “Las Fuerzas Armadas, como parte integrante del gobierno de la República, respalda la política de paz del presidente Suazo Córdova. Un testimonio de ello lo constituye el discurso del jefe del instituto armado, general Gustavo Álvarez Martínez, al ser ascendido a la jerarquía militar que ostenta que en lo pertinente expresó: Asimismo consciente de nuestra responsabilidad histórica y consecuente con las aspiraciones del pueblo y con los postulados que inspiran al gobierno de la República, en lo que se relaciona con la convivencia armónica tanto en el orden interno como en el campo internacional, expresado con firmeza que el instituto armado respalda plenamente la propuesta de paz formulada por el gobierno de Honduras, con miras a que el área centroamericana no sea el campo de batalla donde la sangre fraterna empurpure los surcos y enlute los espíritus, en la trágica siembra de la muerte, sino que por el contrario, sea el campo fecundo de la vida, donde florezca el abrazo fraterno de los pueblos, ennoblecido por el trabajo, enaltecido por la paz y dignificado por la democracia”. En esa misma fecha, 2 de septiembre de 1982, el gobierno dejo sin valor el nombramiento de Torres Arias como agregado militar de la embajada de Honduras en la República Argentina.

Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, da de baja deshonrosa al coronel Leónidas Torres Arias
El 3 de septiembre, convocados por el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, los miembros del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas reunidos para “conocer el problema suscitado como consecuencia de la conducta irregular observada por el coronel Leónidas Torres Arias, que al dañar el prestigio y los intereses del instituto armado, pone también en serio predicado el honor y el buen nombre de la República”, enterados a profundidad del asunto, los oficiales integrantes determinaron lo siguiente: “a) Rechazar de forma categórica y terminante las imputaciones calumniosas vertidas por el coronel Torres Arias, contra el señor Jefe de las Fuerzas Armadas, general de brigada don Gustavo Adolfo Álvarez Martínez, así como la infundada aseveración de que cuenta con el respaldo de elementos militares en el seno de las Fuerzas Armadas de Honduras, por cuanto la unidad granítica y la lealtad a los mandos son los pilares en que descansa la existencia misma de nuestro instituto armado; b) Pasar al coronel Leónidas Torres Arias a la situación de baja por separación definitiva y deshonrosa de las Fuerzas Armadas de Honduras; c) Privarlo de todos los fueros y prerrogativas propios de los militares en servicio activo, con prohibición absoluta del uso del uniforme, condecoraciones, distinciones y demás insignias de carácter militar; d) Sin perjuicio de lo determinado por este Consejo, se traslada el caso a la Procuraduría General de la República, para que a través de los órganos jurisdiccionales del Estado, le sea deducida la responsabilidad penal correspondiente; y, e) Ratificar una vez más y sin reservas de ninguna naturaleza, el pleno respaldo a la Política de Internacionalización de la Paz del Supremo Gobierno de la República, reiterando la seguridad de que las Fuerzas Armadas no ejecutarán acto alguno que menoscabe o ensombrezca la trayectoria pacífica del pueblo hondureño. Tegucigalpa, D.C., 3 de septiembre de 1982”. La reacción inmediata, rápida y contundente del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas que juzga y sanciona, incluso sin oír al indiciado, es una muestra del carácter de la institución armada y el papel que juega entonces en la dirección política del Estado. Así, como el efecto que había producido entre sus miembros, la duda sembrada por Torres Arias que, algunos de ellos, estaban de acuerdo con sus declaraciones y su actitud en contra de Gustavo Álvarez Martínez. Los hechos que se van producir unos pocos meses después y en los que se van a involucrar la mayoría de los integrantes del COSUFFAA y el general Álvarez, ilustra la firmeza de la unidad, el respeto a los superiores y la obediencia a los dirigentes civiles del gobierno entonces encabezado por Roberto Suazo Córdova. Álvarez conocerá, las acciones de sus subordinados poco tiempo después; y los efectos que tiene que una institución como era entonces, operando incluso fuera de la ley. Y confirmará además que lo declarado por Leónidas Torres Arias, sobre descontento en su contra en el interior de las Fuerzas Armadas por su estilo de mando y sus exigencias de profesionalidad, la verá confirmada cuando sus subordinados se le rebelen y lo deporten esposado a Costa Rica, negándole después sus derechos conquistados durante sus años de servicio. Claro, eso todavía no estaba en la agenda de ninguno de los firmantes, probablemente. Porque naturalmente, forma parte de la conducta humana.

Campaña de desprestigio en contra de Torres Arias
Mientras tanto, se inició en forma matemática, una campaña de desprestigio en contra de Torres Arias. Delincuentes, encarcelados en la PC, fueron animados para que dieran declaraciones en las que se implica en forma clara y directa a al rebelde militar hondureño en delitos relacionados con el primer crimen mediático vinculado con el narcotráfico en el país. Raúl Mata, recluido en la Penitenciaría Central, declaró que “Torres Arias ordenó matar a los Ferrari, es decir a los esposos Mario y Mary Ferrari, mexicanos que capturados, fueron asesinados y sepultados en un poso malacate en la salida a Olancho; informando además que el general Policarpo Paz García fue informado de la situación pero el exjefe de la inteligencia militar tenía mucha influencia y él mandaba” (LA TRIBUNA, 4 de septiembre de 1982). Hasta donde hemos investigado, ningún tribunal de la República inició nuevas investigaciones o dictó alguna providencia en contra de Torres Arias que mientras tanto parecía residir en México, protegido por sus amigos. Por su parte, el Congreso Nacional, declaró a Torres Arias, traidor a la Patria, en el ejercicio de unas competencias que pese a su importancia no siempre son valoradas por quienes utilizan el poder público con fines políticos o personales.

Álvarez Martínez, reforzó su poder reincorporando a filas a varios oficiales retirados
Como expresión de inteligente acción política, el Jefe de las Fuerzas Armadas, en el ejercicio de sus competencias, reintegró al servicio activo a Mario Maldonado Muñoz y Amílcar Zelaya Rodríguez, de la primera promoción de oficiales egresados de la Escuela Militar Francisco Morazán y a César Elvir Sierra de la Escuela de Cabos y Sargentos, con mucho prestigio y habilidades profesionales. Este último se había desempeñado como Canciller de la República y por ello con conocimientos del mundo de las relaciones informativas internacionales. Elvir Sierra efectuó una excelente labor interna y externa, acercando periodistas y formadores de opinión al alto mando armado nacional. En tanto que los otros dos oficiales, le dieron fortaleza y consistencia al mando de Álvarez Martínez. Mientras tanto, la prensa internacional arreció sus ataques en contra del gobierno. Se afirmaba en casi todas las redacciones periodísticas que, la guerra con Nicaragua era inevitable, la que incluso tenía fecha y que, por ello había que estar preparados. Pese a los desmentidos de la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa y las actividades de Paz Barnica y su publicitada internacionalización de la paz, la credibilidad del gobierno de Honduras era, en este asunto, muy reducida. Gabriel García Márquez que un mes después ganara el Premio Nobel de Literatura, contará un tiempo después que, más que el premio, estaba interesado en evitar la guerra entre Honduras y Nicaragua. Afortunadamente pasó diciembre de 1982, fecha que se dijo era la establecida para que Honduras invadiera Nicaragua; y no ocurrió nada. Porque la política de los Estados Unidos, había empezado a cambiar muy discretamente. Y el papel de Álvarez Martínez, al frente del instituto armado, había empezado a modificarse también. Su papel tendría que cambiar de cara al conflicto con Nicaragua y El Salvador. Sin embargo, Álvarez Martínez y sus más leales compañeros, no lo sabían.

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