Clave de SOL: “Escuela Correccional de Menores”

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15 de enero de 2023
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12:01 am
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Clave de SOL: “Escuela Correccional de Menores”

Por: Segisfredo Infante

La primera persona que me habló de la “Escuela Correccional de Menores Marcos Carías Reyes”, fue el reconocido sindicalista nacional Luis Alonso Morel, más conocido como “El Pelón Morel”, y a mucha honra, decía el amigo, pues nunca se había visto que los simios, de ninguna especie, fueran pelones de sus cabezas. Estas conversaciones se desarrollaban, entre nosotros, en el desaparecido “Café de Pie” del centro de Tegucigalpa, a pocos metros de la iglesia catedral. Hablábamos de todo: del “18 Brumario de Luis Bonaparte” de Karl Marx, que poquísimos lectores de izquierda habían leído. De la verdadera “política-política”, incomprensible para la mayoría. De las capacidades intelectuales y más o menos cáusticas del “comandante” Mario Sosa Navarro. O de los escritos del dirigente proletario costeño Agapito Robleda Castro. Y de la dificultad y seriedad de formar una verdadera familia como él lo había hecho con “Doña Gloria”. En realidad, abordábamos diversos temas concomitantes.

Luis Alonso Morel me comentó, sin que yo se lo preguntara, que él había comenzado a formarse en la “Escuela Correccional de Menores”, instalada como un anexo interno de la Penitenciaría Central, que había funcionado durante el gobierno del General Tiburcio Carías Andino, y que al final se le agregó el nombre, a la escuela, del escritor “Marcos Carías Reyes”. Me informó que aquel centro vocacional presentaba dos facetas: una de instrucción para formar “hombres de verdad” con capacidad de insertarse laboralmente en la sociedad, y otra de castigos infrahumanos contra los jóvenes estudiantes, los presidiarios y los mismos policías. El centro penitenciario era dirigido por un tal Víctor Carías Lindo, verdugo personal del capitán Salomón Sanabria. Sin embargo, Luis Alonso Morel se sentía orgulloso de haber pasado por aquel centro correccional y vocacional de menores, en tanto que ahí había templado su carácter y su capacidad de hacer amigos diferentes. Me mencionó los nombres de dos o tres de sus compañeros, amigos míos, entre ellos el de Mario Hernán Ramírez.

Justamente Mario Hernán Ramírez publicó el año recién pasado un libro con el extraño título de “Ese soy yo; historia de la vida real”, en donde además de describir situaciones familiares y paisajes arquitectónicos de la Tegucigalpa de la década del cuarenta, entrega una historia testimonial condensada de su experiencia personal y grupal (1947-1948) en la “Escuela Vocacional Marcos Carías Reyes”, presentando, igual que “El Pelón Morel”, la faceta positiva y la negativa de tal institución. Mario Hernán sostiene que de haber continuado aquel proyecto nuestro país “No estaría envuelto en el trágico remolino de las llamadas maras o pandillas de indeseables jóvenes que tanto daño le están causando a la sociedad”.

Cuenta el autor del libro que comentamos (primera edición del 2022), que la escuela correccional y vocacional, con quinientos jóvenes estudiantes, estaba vigilada por unos pocos subtenientes y sargentos, con la presencia de buenos instructores y profesores tanto de adentro como de afuera de la Penitenciaría. Uno de los sargentos era Raúl Flores Auceda, quien con el paso de las décadas se convirtió en el jefe principal del Consejo de Administración de la UNAH. Hasta leer este libro del periodista Ramírez pude comprender las posturas administrativas anti-intelectuales, negativas y ambiguas, del licenciado Flores Auceda respecto de las necesidades de la Editorial Universitaria de la UNAH, en materia de suministros de materiales de imprenta y de producción de libros y folletos (incluyendo el problema de los sueldos), especialmente cuando el autor de estos renglones se desempeñó como director de aquella vieja casa editora. Solo una vez sentí el apoyo de Raúl Flores Auceda, y fue en el proceso de publicación de un libro del pedagogo hondureño Rafael Bardales Bueso. Pero esta es una historia aparte, porque incluso uno de sus hermanos o primos menores, llamado Daniel Flores, ya fallecido, fue amigo personal mío y de un expresidente de la República.

Mario Hernán Ramírez aplaude la experiencia de aquella institución de jóvenes mal portados o hijos de madres viudas y solteras, que aprendían oficios o que se encaminaban por el camino de las armas y de las academias. Entre los profesores menciona al señor Augusto Villafranca y las visitas de misiones extranjeras. Mario Hernán reconoce que el presidente Juan Manuel Gálvez, “para suerte de Honduras, cambió totalmente las reglas del juego abriendo las cárceles, las fronteras patrias, cerrando los cementerios y permitiendo entre otras cosas, la absoluta libertad de prensa y locomoción por todo el país”. Lo único que lamenta es que Gálvez haya ordenado el cierre de la “Escuela Vocacional de Varones Marcos Carías Reyes”. En un futuro quizás lejano vendrán historiadores realmente imparciales a precisar los datos históricos, con base documental, que Mario Hernán Ramírez ha regalado, oralmente, a la posteridad.

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