“DIME LO QUE LEES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES”

MA
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17 de enero de 2023
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12:25 am
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“DIME LO QUE LEES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES”

A propósito del analfabetismo moderno, de los que sabiendo leer y escribir nada provechoso leen y nada valioso escriben; y de varios, dizque parte del liderazgo nacional, entre ellos políticos y dirigentes empresariales, que –para desdicha suya y perdición de una sociedad desamparada sin rumbo y orientación– tampoco leen, ya que ni con el bocado en la boca lo mastican. Así cerraba su disertación el brillante escritor español Federico García Lorca –autor de las inmortales elegías: “Eran las cinco en punto de la tarde” –en la inauguración de una biblioteca: No olvidéis este precioso refrán que escribió un crítico francés del siglo XIX: “Dime qué lees y te diré quién eres”. Ofrecemos fragmentos de su intervención: “Cuando el insigne escritor ruso Fiódor Dostoyevski, padre de la Revolución Rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana familia, solo decía: “¡enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”. “Tenía frío y no pedía agua, pedía libros, es decir horizontes, es decir, escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón”. “Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida”.

“Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, decía que el lema de la República debe ser: Cultura. Cultura, porque solo a través de ella se pueden resolver los problemas que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz”. “Ya lo dijo el sagacísimo Voltaire: todo el mundo civilizado se gobierna por unos cuantos libros: la Biblia, el Corán, las obras de Confucio y de Zoroastro”. “Y el alma y el cuerpo, la salud, la libertad y la hacienda se supeditan y dependen de aquellas grandes obras”. “Y yo añado: todo viene de los libros”. “La Revolución Francesa sale de la Enciclopedia y de los libros de Rousseau, y todos los movimientos actuales, societarios, comunistas y socialistas arrancan de un gran libro: de El Capital, de Carlos Marx”. “Los primeros hombres hicieron libros de piedra, es decir, escribieron los signos de sus religiones sobre las montañas”. “No teniendo otro modo, grabaron en las rocas sus anhelos con esta ansia de inmortalidad, de sobrevivir, que es lo que diferencia al humano de la bestia”. “Luego emplearon los metales”. “Aarón, sacerdote milenario de los hebreos, hermano de Moisés, llevaba una tabla de oro sobre el pecho con inscripciones, y las obras del poeta griego primitivo Hesíodo, que vio a las nueve musas bailar sobre las cumbres del monte Helicón, se escribieron sobre láminas de plomo”. “Más tarde, los caldeos y los asirios ya escribieron sus códices y los hechos de su historia sobre ladrillos, pasando, sobre estos, un punzón antes de que se secasen. Y tuvieron grandes bibliotecas de tablas de arcilla, porque ya eran pueblos adelantados, estupendos astrónomos, los primeros que hicieron altas torres y se dedicaron al estudio de la bóveda celeste”.

“Los egipcios, además de escribir en las puertas de sus prodigiosos templos, escribieron sobre unas largas tiras vegetales llamadas papiros, que enrollaban. Aquí empieza el libro propiamente dicho”. “El Renacimiento, el gran momento del mundo”. “Es el alba gloriosa de las culturas modernas con las cuales vivimos”. “Muchos siglos antes de esto que cuento, después de la caída del Imperio romano, de las invasiones bárbaras y el triunfo del cristianismo, tuvo el libro su momento más terrible de peligro. Fueron arrasadas las bibliotecas y esparcidos los libros”. “Porque es necesario que sepáis todos que los hombres no trabajamos para nosotros sino para los que vienen detrás, y que este es el sentido moral de todas las revoluciones, y en último caso, el verdadero sentido de la vida”. “… Os he explicado a grandes trazos el trabajo que ha costado al hombre llegar a hacer libros para ponerlos en todas las manos”. “Que esta modesta y pequeña lección sirva para que los améis y los busquéis como amigos”. “Porque ellos están más vivos cada día, porque los árboles se marchitan y ellos están eternamente verdes y porque en todo momento y en toda hora se abren para responder a una pregunta o prodigar un consuelo”. “Y sabed, desde luego, que los avances sociales y las revoluciones las hacen los libros y que los hombres que las dirigen mueren muchas veces, de tanto estudiar, de tanto querer abarcar con su inteligencia”. (Bien pudo decir el crítico –comenta Winston– “dime ¿por qué no lees? y te diré por qué no eres”. O bien –interrumpe el Sisimite– “Dime ¿por qué no lees? y te diré quién no eres”).

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