Clave de SOL: Dos ciudades históricas

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29 de enero de 2023
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12:01 am
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Clave de SOL: Dos ciudades históricas

Por: Segisfredo Infante

Charles Dickens fue uno de los narradores británicos más sugestivos y famosos del siglo diecinueve. Creador de personajes novelísticos inolvidables. Una de sus obras importantes es “Historia de dos ciudades” (“A tale of two cities”, 1859), que es una novela histórica que probablemente llenaría los requisitos que sugería Georg Lukács, en el tomo nueve de sus obras completas en español. (Editorial Grijalbo, 1976).

Las dos ciudades históricas de la novela de Dickens son París y Londres, con unos escenarios propios de una época convulsa pero interesante. Veamos unos fragmentos antinómicos de la novela, de tremenda contradicción, que podrían orientar al lector: “Era el mejor de los tiempos; era el peor de los tiempos. La edad de la sabiduría y también de la locura. La época de las creencias y de la incredulidad. La era de la luz y de las tinieblas. La primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos; pero no teníamos nada. Caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, en que nuestros más notables voceros han insistido en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo”. (Fin de la cita). Charles Dickens estaba intentando comparar acontecimientos franceses de la segunda mitad del siglo dieciocho, con sucesos específicos de mediados del siglo diecinueve.

En el caso de Honduras nosotros intentamos, cuando menos una vez, forzar comparaciones entre San Pedro Sula y Tegucigalpa. Me parece que eso lo escribimos a mediados de 1996, hace veintisiete años. Trataré de rescatar, entonces, ideas fragmentarias de aquel momento. Decíamos (siguiendo al geógrafo hondureño Carlos Héctor Sabillón), que en consonancia con la geografía económica y cultural, “un país realmente integrado debe poseer dos polos de desarrollo: uno político y otro económico”. Estados Unidos tiene a Washington y Nueva York. Francia tiene a París y Marsella. España a Madrid y Barcelona. Pero, en América Central, Honduras parece ser el único país que exhibe estos dos polos de mediano o supuesto desarrollo.

La verdad histórica es que ambas ciudades hondureñas surgieron como villorrios típicos del largo periodo de dominación colonial, en el curso del siglo dieciséis, localizados sobre la falla geológica transversal, o próximas a la misma, que cruza el territorio nacional de norte a sur. Llevando cierta ventaja Tegucigalpa, por haberse convertido, quizás, en el principal centro minero de toda la provincia, en una época en que predominaba el capitalismo mercantil basado en la explotación y circulación de metales preciosos a nivel mundial. San Pedro Sula, por su parte, terminó posicionándose en el curso del siglo veinte, como un emporio económico y financiero, por sus proximidades geográficas respecto del enclave bananero y, en fechas más recientes, por aquello de los parques industriales.

En relación con San Pedro Sula creo que es saludable leer o releer los trabajos monográficos del profesor Perfecto H. Bobadilla y del historiador Darío Euraque, tanto en lo concerniente al papel económico de “la ciudad de los zorzales”, como de sus actividades culturales que han presentado momentos de indudable crecimiento, sobre todo a partir de la década del ochenta del siglo próximo pasado, mediante publicaciones que pueden ser constatadas en catálogos, suplementos de periódicos, libros y revistas.

Un problema observable en ambas ciudades, es la abundancia de pobladores con escasos principios ciudadanos. Casi todos han llegado de los campos bananeros y de las aldeas del interior del país. En el camino extraviaron los buenos valores tradicionales que traían en las alforjas desde las áreas rurales, y en pocos años muchos de ellos engrosaron las filas del llamado “lumpen-proletariado” (según los lenguajes, en diferentes momentos, de Karl Marx y André Gunder Frank). Pero esto de la nueva “cultura lumpesca” es un fenómeno que debe ser investigado sin prejuicios de ningún tipo. En todo caso ahí están las pandillas y las maras que infestan las barriadas de Tegucigalpa, San Pedro Sula y otras ciudades menos populosas, con crímenes horrendos por aquí y por allá.

A mediados de 1996 nosotros subrayábamos la necesidad de una supercarretera sobre el Canal Seco que viniera a reconectar el norte con el sur. Eso está publicado aquí mismo en LA TRIBUNA. También insistíamos en un triángulo ferrocarrilero, que aparecía en los proyectos del “Plan Nacional de Desarrollo” de la década del setenta del siglo próximo pasado. Posteriormente, o a la par, sugeríamos la necesidad de conectar las zonas occidentales y orientales con el centro metropolitano de Honduras. Poco a poco se han venido acortando las distancias. Inclusive en la esfera cultural, con las novedosas acciones del poeta y promotor extraordinario Salvador Madrid, instalado, en los últimos años, en la ciudad de Gracias, departamento de Lempira. ¡Sea!

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