El murmullo del agua cristalina,
enviaba una sensación de tranquilidad,
a las almas cansinas que transitaban por su vecindad,
arropadas con sus abrigos por el frío de aquella mañana dominical.
El reflejo del cielo azul era perfecto,
y en medio la fuente
brotaba aquel sempiterno manantial,
la iglesia con su blancura a lo lejos,
nos hacia recordar que era hora de misa, y tiempo para orar,
el verdor de los árboles, el canto de los pájaros, que hermosura al contemplar aquel instante bello y sin par!
Marco Tulio Medina
Tegucigalpa, M.D.C.