VIAJES MENTALES

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19 de febrero de 2023
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12:27 am
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VIAJES MENTALES

EN las décadas del sesenta y del setenta del siglo pasado, a los niños hondureños que lograban alcanzar el quinto y sexto grado de educación primaria, se les enseñaba a aprenderse de memoria los nombres de los países de todo el mundo, incluyendo las respectivas ciudades capitales y los ríos y lagos principales que bañan sus vastos o pequeños territorios. Nadie ignoraba la ubicación del río Nilo en Egipto; ni mucho menos del Amazonas en Brasil o del río Ulúa en Honduras. Y en el ciclo común de cultura general (en el nivel secundario), en la asignatura de “Estudios Sociales”, se reforzaban tales conocimientos al hablar de la evolución y de las riquezas naturales en las riberas de los grandes ríos de los países distantes. En los bachilleratos, pero también en la Universidad Autónoma, se impartía el curso de “Historia Universal de la Cultura”, asignatura de educación superior que por extraños motivos o sinrazones se eliminó.

Lo más llamativo de aquellos conocimientos cuando los estudiantes todavía podían recibir una cultura universal básica, es que los niños y los adolescentes acariciaban, además, la posibilidad de viajar mentalmente (a la manera de Julio Verne) y soñar con tierras lejanísimas alrededor del globo terráqueo. Aquello era posible incluso en las aldeas más remotas del interior del país, cuando los profesores empíricos estaban obligados a recibir cursos de actualización, una o dos veces al año, en las instalaciones de la Escuela Normal “Villa Ahumada” en los linderos de la ciudad de Danlí, al oriente de la República de Honduras. Aquellos conocimientos elementales, pero inspiradores, los compartían con sus alumnos.

En concordancia con lo anterior podría afirmarse que el hondureño promedio de aquella época era más culto en el sentido académico del término, y hablaba con más propiedad respecto de muchas circunstancias lejanas. Los muchachos, aparte de los conocimientos normales del entorno nacional y centroamericano, estaban en condición de conversar sobre el lago Victoria, en cuya cuenca hidrográfica se presume que nace el río Nilo; o uno de sus ramales. O de las riquezas múltiples de la flora y fauna de la inmensa zona de la Amazonía suramericana. O de los hielos permanentes en Groenlandia, en el polo norte y en la Antártida. O del “Mar Muerto”, que configura la depresión geológica más profunda de nuestro planeta.

Muchas de aquellas informaciones quedaron desfasadas, porque con los procesos de descolonización en África, de un año para otro fueron cambiando los nombres de varios países y de sus capitales. Algo análogo ocurrió en décadas recientes con la disolución de la Unión Soviética y de Yugoslavia. Bien podríamos hojear el viejo “Atlas Mundial de Selecciones del Reader’s Digest” y confirmar los grandes cambios geográfico-políticos ocurridos en las últimas cuatro décadas. Esto es sorprendente. Pero igual los jóvenes tendrían la oportunidad, con cursos novedosos de “Historia Universal de la Cultura”, de ponerse al día en materia de información, y continuar desarrollando la capacidad inalienable de soñar cosas hermosas.

No es justo que lo único que sepamos es que Honduras es uno de los países más pobres del continente, sin tener capacidad de visualizar comparaciones con países pobres y ricos de Asia, África y Oceanía. Aunque lo más importante en estos viajes mentales, sin moverse de la habitación o del pupitre, es conocer las potencialidades que facilitaron que los países pobres del norte escandinavo de Europa, o del Lejano Oriente, en pocas décadas del siglo veinte se convirtieran en países muy ricos, con índices de desarrollo muy por encima de “la media”. Aquí es oportuno subrayar que el “ingreso per cápita” de un país puede inducir a desinformaciones y confusiones. Lo más próximo a la verdad, conviene repetirlo, es el “índice de desarrollo humano” de cada región, país y subregión. Pero más interesante que todo lo anterior, es que nuestros jóvenes resuciten la capacidad de soñar con un mundo inspirador y concretamente mejor, dentro y fuera de las fronteras.

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