Las carreteras de Honduras: un irritante espectáculo de basureros públicos

ZV
/
26 de febrero de 2023
/
12:57 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Las carreteras de Honduras: un irritante espectáculo de basureros públicos

Arq. Óscar Cárcamo Vindel
[email protected]

En consecuencia, de mi actividad profesional y asimismo en el desempeño del quehacer de mi empresa, con previsible recurrencia transito a lo largo del país, por las sinuosas, vetustas y escarpadas carreteras de mi amada Honduras. En tal sentido, en muchos de los viajes no voy al control del manejo del volante, y he adquirido la rutina de enfocarme en el análisis del entorno del recorrido, y poder examinar la idiosincrasia que se observa en las diferentes ciudades y el desempeño cultural de las variadas comunidades. Por lo tanto, para nadie es una sorpresa resaltar el hecho que, un breve examen de nuestro contexto territorial, nos reproduce una convivencia en el día a día, de residir embebidos en una cultura del despropósito, el desorden y el caos social.

En fin, tener que retener la costumbre de sortear en las carreteras ganaderías paseando libres y apaciblemente por la vía, encontrarse en más de alguna ocasión a personas enfermas mentales o alcoholizadas arriesgando la vida zigzagueando por el centro de la calle, o de obligarnos a esquivar recurrentemente a un vehículo sobrepasando intrépidamente en curva y en sentido contrario, se vuelven al final de cuentas como gajes del oficio del ser hondureño. Y qué decir de la más reciente moda, de tener que sufrir a un sin número de conductores por la noche, que no conceden el ineludible cambio de luz alta y para colmo de males, maliciosamente instalan potentes luces LED, que lo enceguecen totalmente a uno.

Sin embargo, dispensando la retahíla de los dispares absurdos que enumeré anteriormente, existe una práctica que en realidad nos desfigura como sociedad civilizada, y nos retrata penosamente como un país rezagado al desamparo de la cola del desarrollo humano; nuestras carreteras han venido a ser un espectáculo de horribles basureros públicos y para terminar de fastidiarnos, en apariencia a ninguna autoridad o institución le molesta transitar en medio de la afluencia de porquería, y no percibimos el menor interés a lo largo de los muchos años en explorar alguna solución a esta ingente y vergonzosa privación de cultura ciudadana.

El hecho en cuestión, nos revela una apropiada coyuntura, para poder dilucidar que, existe un problema estructural en la concepción de la malograda cultural nacional, y esto nos involucra a todos, ricos y pobres, letrados e iletrados; irremisiblemente abrazamos un evidente subdesarrollo mental. Poniendo en prospectiva este asunto, podemos razonar con evidente juicio, que un hábito meramente trivial y elemental, como lo es la muy básica y esencial disciplina del aseo y la higiene; no sea de la observancia de la generalidad del común denominador de los ciudadanos, nos deja entrever que somos una nación muy limitada y escasa de educación.

Si ahondamos un poco más en la materia en cuestión podemos resolver con simplicidad, que la ausencia del carácter que configura la autoestima, con el cual un individuo custodia celosamente el apropiado manejo de una saludable autoimagen, al momento que le origina malestar y repulsión al convivir en un habitad asqueroso y fétido; nosotros por el contario, admitimos con frivolidad cohabitar con negligencia en medio de la porquería sin que nos afecte y nos haga sentir algún tipo de vergüenza y de malestar. Por lo tanto, esta conducta evidencia una muy baja autoestima, en donde no nos valoramos y respetamos lo suficiente a nosotros mismos, y mucho menos a esta bella tierra que nos abriga.

Si proseguimos desarrollando el presente análisis, concluiremos en el siguiente hecho; ¿que podemos esperar de una sociedad desaseada y disculpen el calificativo de actitud mugrienta?, en tal sentido, si no ostentamos la capacidad de solventar una conducta tan elemental como la limpieza, que podemos asumir en el comportamiento social de acciones mucho más complejas que requieren competencias que se sustentan en el rigor de la disciplina, el análisis crítico, la minuciosa planificación y la práctica de la búsqueda de la excelencia. Se me atraganta la garganta, al tener que aceptar que la respuesta es de alguna manera irrebatible; somos una nación que sucumbe acorralada ante la mediocridad, el empirismo y la anarquía.

En conclusión, con cierto grado de bochornoso desconcierto, tenemos que admitir que los voluminosos desperdicios que se “adornan” desparramados profusamente en los derechos de vía de nuestras carreteras, viene a ser simplemente el reflejo de los que nosotros mismos como nación en hemos llegado a ser; una demografía escasa en valores esenciales, desprovista de auténtica instrucción y limitados de una genuina educación. Y sin más remedio, para colmo de males, este argumento sobradamente de raíz primaria, no es ni ha sido, un tema medular en la agenda de ninguna administración pública o de determinada iniciativa privada.

Más de Enfoques
Lo Más Visto