TABLA DE VALORES

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26 de febrero de 2023
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12:44 am
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TABLA DE VALORES

ESTABLECER una jerarquía de valores morales es una de las tareas más difíciles en la coexistencia social. Inclusive en la vida individual. En tanto que los valores exhiben la tendencia a cambiar con las épocas y circunstancias culturales. Lo que para una sociedad específica representa un valor más o menos supremo en un contexto histórico determinado, a otras sociedades, geográficamente lejanas, ese mismo valor les podría resultar indiferente, secundario o pueril. Esto lo saben muy bien los antropólogos culturalistas que han experimentado, durante años, las costumbres de comunidades que operan con modos prehistóricos; o que se encuentran localizadas a ciento ochenta grados de distancia en la esfera terráquea.

La teoría de los valores puede llevarse a los terrenos de la teología, la ética, la jurisprudencia, la bioética e incluso a la ciencia económica con aquello del “valor de uso” y “valor de cambio”. El problema se vuelve mayor cuando se estilan los valores “subjetivos”, “objetivos” o de pura conveniencia transitoria. Es más, en las últimas décadas se ha incluido el concepto de “belleza” como si fuera un valor agregado. De tal modo que este juego conceptual que se antoja como algo ilimitado, podría convertirse en un relativismo extremo, tal como se ha puesto en boga en nuestros días, con el propósito de ignorar, o sepultar, los valores morales y éticos que poseen, o debieran poseer, un alcance universal.

Todo este debate extenso, a pesar de los grandes zigzagueos culturales y de los relativismos, se alza sobre un basamento axiológico que se remonta a la antigüedad, cuando se hicieron prevalecer los “principios” fundacionales del mundo externo, es decir, de la naturaleza, y luego los valores morales trascendentes en el interior de cada hombre y de cada mujer que han sabido autointerrogarse sobre cosas vitales.

Sin ignorar sus orígenes religiosos o “iusnaturalistas”, las frases de “No matarás” y “No levantarás falso testimonio contra tu prójimo”, con el paso de los siglos han adquirido un valor universal. Tales mandatos o principios son valiosos en cualquier cultura y sociedad del mundo, a pesar que todavía en algunos rincones y estamentos se aplica la “pena de muerte” por delitos graves; pero a veces contra personas inocentes; o que años más tarde se averigua que eran inocentes de todo aquello que se les acusaba.

Por otro lado, se debe aceptar que en el devenir histórico aparecen nuevos valores, ya sean locales o con tendencias universalistas, según los estadios civilizatorios que se hayan alcanzado. Como consecuencia de esto se puede enriquecer la tesis que una tabla de valores jerárquicos de una sociedad nunca deberá ser rígida. Ha de servir más bien como punto de partida o de referencia subyacente en el proceso de elaboración de las leyes y de los llamados “juicios de valor”.

Conviene entonces recordar que para fines teóricos y prácticos se ha establecido, en los últimos dos siglos, una línea divisoria entre la “moral” y la “ética”. En términos más o menos simples se puede afirmar que la moral conecta con los principios y costumbres de una comunidad cultural específica. O de varias comunidades diferenciadas entre sí. Mientras que la “ética”, por el contrario, establece valores internacionales o universales que conectan con los derechos humanos. Los postulados de “No matarás”, “No levantarás falso testimonio contra tu prójimo”, “Ni codiciarás los bienes ajenos”, se han convertido en principios éticos universales inamovibles. A pesar que en los comienzos esos mandamientos sólo poseían un valor moral localista.

La principal evidencia de los intolerantes y de los genocidas masivos del siglo veinte, es que violentaron todos los postulados o mandatos anteriores, sin ninguna explicación lógica que avalara sus horrendos crímenes. Destruyeron la tabla tradicional de valores, pero sin sustituirla por ninguna buena. Ni siquiera humanamente aceptable.

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