Caficultores libran quijotesca lucha en contra del calentamiento global
Benjamín Lara, tesorero, encargado de la asistencia técnica, beneficiado y comercialización de la sociedad, muestra uno de los árboles que capturan carbono.
Texto y fotos: Jeremías Bustillo.
BUENA VISTA, AZACUALPA. Ocotepeque. Un grupo de personas a bordo de dos Pick-up, todo terreno, ascienden a la cúspide de una montaña, después de media hora de sortear la empinada carretera, por fin llegan y descienden de los autos.
En ese instante un perro loco, que mete las narices por todos lados, se une a la procesión después de recorrer el trayecto a veloz carrera; su amo, Benjamín Lara, se olvidó de subirlo a uno de los carros, ocupado atendiendo a los visitantes.
El amo lo regaña, -Spiky compórtate- le dice al can, sin embargo, el animal presta poca atención al reclamo, entusiasmado olisqueando a cuanta gente pueda, con la lengua de fuera.
La caminata la encabezan tres hombres, seguidamente se introducen por los senderos de una finca de café, en los alrededores decenas de brazos de los arbustos lucen al tope de bayas verdes y rojas que despiertan el apetito. Más de alguno se lleva un puñado a la boca.

UNA TENDENCIA MUNDIAL
Las plantaciones a más de 1,200 metros sobre el nivel del mar maduran por último en cada cosecha y a cambio dan los mejores granos apreciados por sus atributos especiales en cafeterías canadienses o europeas.
A esta altura el viento mece unos enormes árboles, el roce de las ramas emite sonidos chillantes, gotas de agua fría descienden de las hojas y el sol de la tarde presagia que la penumbra está por llegar. Los anfitriones agradecen a las visitas y explican que la finca llamada “Espíritu Santo” está conectada a una tendencia internacional.
Mientras en las grandes ciudades del mundo algunas personas se transportan en bicicleta o en carros eléctricos; otras eliminan el uso del plástico, ahorran agua, siembran árboles y hay quienes prefieren alimentos de lugares donde protegen el medio ambiente.
Aquí, en esta elevación del occidente de Honduras y a miles de kilómetros de los principales mercados de consumo, trabaja una sociedad de caficultores que desde hace ocho años emprendió la quijotesca misión de neutralizar la huella de carbono.

APOYADOS POR MOCCA DEL USDA
De a poco están alcanzando el objetivo mediante prácticas ecológicas en alianza con exportadores, torrefactores y tostadores nacionales y extranjeros del programa Maximizando Oportunidades en Café y Cacao en América Central (MOCCA), financiado por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA).
La finca es de 14 manzanas y por ahora deja más de 3,000 cargas de 200 libras en pergamino seco, que ya empezaron a salir al exterior por medio de la exportadora “Café Ventura” del valle de Sensenti en sinergia con RGC de Canadá.
La explotación viene de una herencia familiar de tres décadas y desde hace ocho años la sociedad determinó pisarle los talones al futuro transformándola en un cafetal que además produce agua, oxígeno y captura el nocivo carbono que recalienta el planeta.
El área tiene un promedio de 70 árboles por manzana, un estudio hecho a finales del año anterior arrojó que es más el carbono que capturan los arbustos de sombra, que la cantidad que emiten sus productores a la atmósfera en esta actividad agrícola.
El saldo ecológico es positivo, pero este tipo de prácticas sostenibles solo serán rentables a largo plazo y dependerá de que los consumidores valoren estos esfuerzos ofreciendo mejores precios, reconoce el presidente de la sociedad, David Galdámez.
La siembra de variedades resistentes a las enfermedades como la roya, broca o pico de gallo evitan lo más posible el uso de agroquímicos y han eliminado el uso de agua en el proceso de beneficiado del grano.
Con apoyo de los técnicos de MOCCA, producen abono a partir del mucílago y ponen en práctica un tipo de corte de la baya que permite sacar granos especiales con notas de catación apreciadas por los paladares más exigentes del mundo del café.

DATOS
La finca “Espíritu Santo”, en el caserío Buena Vista, se ubica a más de 1,200 metros sobre el nivel del mar, es una sociedad compuesta por 66 productores agrupados en la cooperativa Productores Ecológicos de Azacualpa. Tiene una extensión de 14 manzanas, desde hace ocho años producen en condiciones sostenible, ya que están enfrentando el cambio climático. Este año la producción se vino abajo, debido a la disminución de las precipitaciones, en tiempos de buen invierno ha producido hasta 7,000 quintales, esta cosecha se quedará por debajo de los 3,000 sacos, la disminución es sustancial, lo que motiva a sus propietarios a continuar con las prácticas ecológicas bajo un esquema de fincas familiares. Esta vez la carga de 200 libras la han colocado a un promedio de 6,850 lempiras, con un plus incluido de 19 dólares en premio a las prácticas ecológicas, pero las retenciones merman estos ingresos.


