EDITORIAL: INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA, CREATIVIDAD Y COMPETITIVIDAD

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12 de marzo de 2023
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12:58 am
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EDITORIAL: INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA, CREATIVIDAD Y COMPETITIVIDAD

Juan Ayala Velásquez (inventor 1914-1988).

La ciencia se define como “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente” (RAE). A partir de estos principios y leyes, “se desarrollan técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico”. Tal aprovechamiento les permite a las sociedades producir bienes y servicios, útiles para mejorar las técnicas de producción, abaratar los costos y reducir los tiempos de producción. Estos bienes o servicios, son básicos para el mejoramiento de los niveles de vida, para la guerra; o para la investigación y la tecnología, es decir para la réplica de lo conocido y su ampliación infinita. Dicho, en otros términos, la investigación científica y el desarrollo tecnológico consiguiente, suponen como resultado que la sociedad que las alberga, aumenta su poder en los mercados. Y, de consiguiente, su influencia en las relaciones internacionales. Por ello es que la investigación científica, aplicada a la economía y la defensa de la hegemonía o poder de las naciones, ocupe lugar importante en sus prioridades. Estados Unidos, por ejemplo, ha manejado la política de atraer científicos, apoyar la investigación y proteger los derechos sobre los inventos, de modo que los creadores, puedan recibir los merecimientos que se merecen. El régimen de derechos sobre patentes y marcas, forma parte de esta consideración, de forma que se alienta a los científicos para que dediquen su tiempo en actividades que les reditúen beneficios, tanto materiales como honoríficos. El Premio Nobel, es posiblemente el que mejor retribuye los esfuerzos de los hombres, mujeres e instituciones que se dedican a la investigación científica.

Hay dos categorías de exigencia a la investigación científica en occidente y en parte del oriente, ahora que China, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Malasia, espigan en el desarrollo económico: reducción de los tiempos de producción y disminución de los costos unitarios, sin destruir la calidad. Esta política, es la base del comercio internacional y en la que, los países y especialmente por medio de empresas privadas, presentan sus productos, publicitan y prestigian sus marcas. Desde perfumes, alimentos, vestidos, automóviles, aviones, ferrocarriles y tecnologías aplicadas. Estados Unidos es el país con más patentes por año, con mayor número de marcas de prestigio desde detergentes para uso en el hogar, artefactos de iluminación, cámaras de seguridad y sistemas de prevención de termitas hasta medios postergar el envejecimiento de bienes y personas.

Los países subdesarrollados, Honduras no es excepción, tienen una baja consideración por la ciencia y la tecnología. En los planes gubernamentales, hay poco espacio para el estímulo de la investigación científica y a la valoración de los investigadores. Las universidades no valoran las especialidades y otorgan muy pocos estímulos para la creatividad y respeto para quienes tienen éxito entregándonos invenciones de diferente naturaleza. Además, desconociendo un hecho y es que, en las comunidades, hay personas con talento y disciplina de trabajo que hacen investigación y desarrollan artefactos útiles para mejorar la producción y la productividad. Hace algunos años, participamos en un esfuerzo para identificar a estos innovadores. Dos nos impresionaron mucho: uno en San Juan de Opoa, Copán que desarrolló una línea de producción artesanal de insecticidas a partir de desechos orgánicos; y otro, de Marcala, La Paz, que construyó una máquina eficiente para producir tejas de barro para techos. A este, lo conectamos con la Facultad de Ingeniería de la UNAH. Pero los profesores no creyeron en las posibilidades del investigador, olvidando que Edison no era universitario; ni tampoco Popenoe agrónomo siquiera; y, este último, fundó “Lancetilla” y el “Zamorano”. En el pasado, Manuel Adalid Gamero, inventó un orquestrófano, lejano antecedente del sintetizador, y Juan Ayala Velásquez, de La Paz, en el siglo pasado, una pluma para escribir en la noche, una pistola que podía recibir proyectiles de diferente calibre: 45, 38, 32-20 y 22. Y una máquina sembradora de granos. En el siglo XX, solo tenemos datos sobre una válvula desarrollada en la UNAH y que fue vendida a la Nasa. Nada más.

Ahora que parece que hay interés en invenciones, el punto de partida es privilegiar la investigación, deslindarla de la política y colocarla al servicio de la creatividad y el mejoramiento de la vida de los hondureños. Estableciendo prioridades que a nuestro juicio tienen que ver con la alimentación humana y animal, el confort, la salud; y, la seguridad de las viviendas y ciudades, la comunicación rápida y el mantenimiento de equipo y la predicción climática para enfrentar emergencias. Sin perjuicio, por supuesto de las áreas de seguridad y defensa de la soberanía nacional, mediante el cuidado de fronteras y la creación de técnicas para la defensa, desarrollando drones o globos de observación y vigilancia fronterizos. Es decir que hay que definir que ciencia vamos a fomentar, en dirección en que tecnologías vamos a producir. Sin mezclar ciencia y política, porque tendremos iguales problemas como los que en el pasado, en que la religión freno la indagación científica, en forma inadecuada e imprudente, en momentos en que parecía que los investigadores buscaban desafiar su poder terrenal. (JRM)

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