Por: Marcio Enrique Sierra Mejía
Hoy más que ayer la fuerza democrática nacionalista tiene que demostrar que su lucha política no se produce en el vacío electorero proselitista demagógico, pero sí con la intención de conducirla bajo principios de la doctrina o creencia del ideario del Partido Nacional. En la actualidad, los líderes que controlan el poder político del Partido Nacional, continúan promoviendo un patrón de lucha centrado en la denuncia en contra del gobierno que controla el Partido Libre, sin rumbo doctrinario y manipulando a las bases del partido, a través de discursos, que utilizan la emocionalidad populista, para minimizar las acciones gubernamentales, sin reconocer aún que las bases, adolecen de educación política doctrinaria. Siguiendo el patrón perverso de mantener a las bases en la ignorancia política para poder conducirlas a su antojo y en función de intereses individuales que les benefician y los han beneficiado, intensivamente, a lo largo de los últimos doce años de gobernanza nacionalistas (2010-2022).
Los mismos líderes de la cúpula que se beneficiaron de la ignorancia política de las bases nacionalistas, a las cuales les denegaron el desarrollo de la educación política para fortalecerlos y facilitarles la participación democrática en las decisiones políticas, hoy por hoy, pretenden seguir conduciendo el partido sin educar o doctrinar a las bases.
La base nacionalista en su gran mayoría desconoce el ideario del Partido Nacional y, lamentablemente, se mantienen huérfanas de un liderazgo que luche por sus intereses generales. Detrás de las concurridas concentraciones o conversatorios que están realizando, los líderes, ahora blindados en posiciones claves en el Congreso Nacional y las alcaldías, demuestran actitudes populistas y mensajes demagogos, faltos de visión política favorable al rescate cultural de las bases, con un afán proselitista favorable al interés de sus ambiciones personales o individualistas.
El Comité Central, los diputados, los alcaldes y la cúpula misma (escondida en la sombra de la llanura), y que actualmente controla el partido y la estructura de líderes al nivel nacional, están bastante enraizados en una dinámica proselitista mal concebida, porque en vez de corregir el proceso de desempeño político hacia las bases, manifiestan un jolgorio político inadecuado para levantar la conciencia nacionalista, pero sí para consolidar sus posiciones políticas en las distintos aparatos del gobierno, desde los cuales, realizan acuerdos que en nada favorecen a los nacionalistas y menos al resto de fuerzas democráticas del escenario político nacional.
La eficacia política del liderazgo que domina al Partido Nacional, es decir, la capacidad para penetrar e influir el curso del desempeño político de las bases es frágil, porque siguen creyendo que generan confianza política en las bases a través de las acciones que realizan, basadas en dar discursos agitadores o instigadores que solo motivan a los actores políticos que ya tienen bajo su control político. Mientras que, por el contrario, la mayoría de líderes que integran las estructuras de bases, al vaivén de sus propios liderazgos, se encuentran en la ignominia dado que sufren la marginalidad política y el abandono, sufriendo el deshonor o una dignidad humillada.
Los mismos líderes que usufructuaron el poder durante tres gobernanzas continúas y, que no se preocuparon por educar a las bases nacionalistas y, las mantienen en la incultura política, ahora pretenden seguir en el poder del partido.
No existe en ellos una visión política de cambio y menos de democratizar al partido, elevando el nivel de educación política de las bases a través del conocimiento del ideario político que, se fundamente en los principios del humanismo cristiano, centrado en la persona humana. Que es el enfoque político alternativo de los nacionalistas al marxista del Partido Libre.
Adoctrinar es la misión básica del Comité Central del Partido Nacional, sin embargo; esta instancia de poder de gobierno de los nacionalistas no lo ha hecho ni lo hace, y en su lugar, se presta a promover prematuramente la continuación en el control del partido por la vía de diputados y alcaldes identificados con la escuela “juaorlandista”, aplicando una ofensiva proselitista y abandonando la tarea de adoctrinamiento o desarrollo de la educación de las bases, para elevar la cultura política de ellas y facilitar la participación democrática en el cambio de autoridades que le fallaron al partido.
La oposición política efectiva en contra del continuismo del patrón “juanorlandista” en lo interno, y la externa, en contra de gobierno socialista marxista, pasa necesariamente por el proceso de inculcar las ideas o creencias del ideario político del Partido Nacional, que plantea los principios del humanismo cristiano y la participación democrática de las bases. Distanciándose de cualquier método autocrático y corrupto de manejo político del partido con un liderazgo que irrespeta condiciones éticas y morales de renovación y desarrollo de un nuevo liderazgo político.
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