Por: Otto Martín Wolf
Hace más de sesenta años un carismático barbudo, desde las montañas de la Sierra Maestra en Cuba, lanzó su mensaje al mundo: Soy demócrata, no busco el poder, solo me interesa la libertad. En cuanto nos libremos del tirano convocaré a elecciones y el país empezará a vivir la verdadera democracia.
Cuba jamás fue libre. De hecho, los únicos cubanos libres son los que viven fuera.
Uno de los países más ricos de América se convirtió en uno de los más pobres.
Fidel Castro mintió en todo lo que ofreció.
La historia se ha repetido muchas veces, unas disfrazada de izquierda, otras de derecha y algunas sin inclinarse para ningún lado, excepto a favor de dictadores populistas que constantemente engañan a los pueblos.
Allá por 1940 Argentina cayó en las garras de Juan Domingo Perón y su esposa Eva quienes, con un buen discurso populista, lograron trastornar la mentalidad de un pueblo, antes rico y culto, en una confusión político/económica que de la cual parece que nunca se va a recuperar, 80 años después.
Bolivia, con Evo Morales, luchador campesino convertido en presidente enamorado del poder en el que intentó quedarse cambiando la constitución a su antojo.
Venezuela con Hugo Chávez, golpista de gran atractivo popular, cuyo legado al pueblo fue opresión, miseria y exilio.
Rusia, después de librarse de los zares (reyes o emperadores) cayó en manos del totalitarismo comunista. Setenta años después y por un breve momento en su historia, fue libre.
Putin, un frío político proveniente de las agencias de seguridad del comunismo, tiene más de veinte años de estar en el poder; me atrevo a decir que solo saldrá por la fuerza.
La historia es la misma: vienen a liberar y con lo que terminan es con la libertad.
En El Salvador ha surgido un nuevo mesías.
Un joven también con mucho carisma e ideas frescas se ha convertido en el azote de la delincuencia y está en camino de convertirse -igualmente- en el azote de la libertad.
Ya sea luchar contra “el imperio”, “la dictadura”, “”la oligarquía” o, como en El Salvador, contra “el crimen”, en determinado momento esas ofertas llegan a pueblos cansados, que terminan creyendo en “el mensaje correcto”, aunque esté equivocado.
No puedo negar, ver miles de delincuentes entrar a un presidio de máxima seguridad puede ser muy atractivo para quienes han estado a su merced durante mucho tiempo.
El problema es que lo que parece ser un éxito es también el camino al fracaso.
En determinado momento algunos llegan a creerse ungidos, infalibles e indispensables y terminan, finalmente, convirtiéndose en algo peor de lo que se suponía venían a eliminar.
Algunos llegan a creer que sin ellos el país perecerá.
Buenos o malos las naciones son eternas y siempre, absolutamente siempre, salen adelante, nadie es único ni indispensable.
Ya Bukele cambió la constitución para poder ser reelecto, alguien puede dudar el camino que seguirá?
Qué sucederá cuando alguna parte del pueblo (o la gran mayoría) no esté de acuerdo con su permanencia?
Terminarán sus opositores en prisión junto a esas decenas de miles de “mareros” o irán al exilio sin nacionalidad?
Cuántos mandatos le serán suficientes para “cumplir con su misión”?
Un país que sufrió dictaduras de derecha, una terrible guerra civil, un gobierno de izquierda, una sarta de tres presidentes que fueron a la cárcel por corrupción y, ahora, llega el salvador a El Salvador.
No tienen idea los salvadoreños de lo que serán “salvados”.
Desgraciadamente, repito, la escena de los delincuentes en prisión es muy atractiva. El hombre ya cuenta con simpatizantes en varios países de Centroamérica; algunos hasta han dicho que les gustaría que viniera a “arreglar” las cosas aquí.
Tan perdidos de la realidad, algunos hondureños están pidiendo que nos venga a gobernar un extranjero!
La verdad no tienen idea de lo que están diciendo.
Es algo parecido a lo que algunos claman en su ignorancia: “necesitamos un Hitler”.
La desesperación es mala consejera.
Esta clase de medicina generalmente resulta peor que la enfermedad.
Cierto que tenemos muchos problemas, la falta de seguridad es uno de ellos, pero hay que tener cuidado, no sea que por buscar librarnos de la delincuencia terminemos perdiendo lo único que aún tenemos disponible, la libertad.
Las palabras de los demagogos son como los legendarios cantos de sirena, que atraían a los marinos hasta hacerlos chocar mortalmente contra los arrecifes.
Y aquí nadie debería escuchar a las sirenas cantando en otros países, pedir que nos venga a gobernar un extranjero es reconocer la incapacidad de todos los hondureños y, desde luego, traición a la patria.
En cuanto al nuevo salvador salvadoreño, si Bukele de verdad ama a su país debe dejar el poder, tal cual hicieron Mandela en Sudáfrica y Mujica en Uruguay.
Esa es la libertad que merecen los pueblos, esos son los libertadores que merecen los pueblos.
ottomartinwolf2@gmail.com