Por: Rodolfo Dumas Castillo
Cuando visitamos una sucursal bancaria generalmente es porque tenemos que realizar gestiones muy específicas, como depósitos, cobro de cheques, pago de impuestos y servicios públicos, así como otras vinculadas a nuestras actividades personales o profesionales. Con la llegada de la pandemia las gestiones presenciales se redujeron sustancialmente y se avanzó muchísimo en la banca electrónica; algunos bancos progresaron más que otros, pero en general los avances fueron sustanciales y positivos. Ahora estos, además de los servicios tradicionales, también ofrecen otros como seguros de vida, de salud, automotrices o de desempleo, servicios turísticos y fondos de pensión, entre muchos otros. También ponen a disposición de sus clientes financiamientos especiales, usualmente ligados a las tarjetas de crédito. Todo ello válido y legalmente factible bajo las normas que regulan esa actividad económica.
Sin embargo, ahora resulta que nuestras visitas a los bancos se tornan incómodas pues han convertido sus ventillas en vitrinas comerciales, donde los cajeros son impulsadores de todos esos servicios. ¿Ya le comentaron que tiene disponible un extrafinanciamiento de tantos lempiras? ¿Ya le ofrecieron el seguro tal? ¿Le interesa el servicio de asistencia vial? Y así sucesivamente, los cajeros convertidos en gestores de negocios, seguramente con la presión de lograr metas diarias o semanales, lo que les inclina a ser tan persistentes en sus ofertas. No conformes con eso, los “call center” bancarios también nos llaman constantemente para promocionar exactamente esos mismos servicios o financiamientos que ya nos ofrecieron sus representantes en ventilla.
Pero lo más delicado es que ahora algunos bancos están proporcionando nuestros teléfonos (especialmente los móviles) a sus cajeros para que se comuniquen por WhatsApp ofreciendo todos esos servicios. Sin perjuicio de lo fastidioso que resulta ese bombardeo publicitario, existe un riesgo notable en cuanto a la seguridad e integridad de la información de los usuarios financieros al pasar a los dispositivos móviles del personal bancario. Los peligros son obvios y no requieren de extensas explicaciones técnicas pues todos estamos conscientes y conocemos lo complicado que resulta la seguridad digital en estos tiempos.
Pero ¿quién demonios ha autorizado a los bancos para andar repartiendo información personal tan sensible con sus empleados? ¿Qué ocurre con esa información cuando esos empleados ya no están en el banco? ¿Qué ocurre si los dispositivos del empleado bancario son sustraídos o compartidos con alguien ajeno a la institución? ¿Qué responsabilidad enfrenta el banco si producto de esa difusión indiscriminada de nuestros datos personales se genera un daño o perjuicio para el usurario financiero? ¿Qué está haciendo la Comisión Nacional de Bancos y Seguros para controlar estos abusos bancarios?
Algunos bancos, dentro de sus responsabilidades para con los usuarios publican algo así: “Disponer de los medios electrónicos y controles idóneos para brindar eficiente seguridad a las transacciones, a la información confidencial de los usuarios financieros y a las redes que la contengan”. Pues cuando reparten la información de la manera descrita, están incumpliendo totalmente ese deber de seguridad y confidencialidad. El Reglamento Ley de Protección del Consumidor califica como práctica abusiva la siguiente: “No garantizar la protección de la información personal de los consumidores, sin el adecuado uso de mecanismos de control de seguridad y transparencia”.
Es por todo lo expuesto que estaremos iniciando una gestión ante un banco (por ahora no identificado), para impedir que siga incurriendo en estas prácticas abusivas y de alto riesgo para los usuarios financieros. Será un recorrido interesante y nos comprometemos a comentar los resultados con nuestros amables lectores. Se trata de un ejercicio ciudadano de defensa de derechos civiles y de exigir garantías mínimas a quienes tienen un deber especial en la administración de datos de sus clientes. Estos comportamientos, aunque parecen inofensivos, representan una conducta temeraria e irresponsable de algunos bancos que debe cesar.
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