¿DESECHABLES?

MA
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14 de marzo de 2023
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12:25 am
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A propósito del relato sobre las etapas de la vida entre padre e hijo, resumido por el buen humor de Mark Twain: “Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años”. Una caricatura como contribución a las preguntas formuladas en los editoriales: ¿Qué es más grande, el sol o la luna? Respuesta: “Ha de ser la luna porque la dejan salir de noche”. Otro aporte: El jefe al empleado, sobre la posibilidad de perder su trabajo: ¿A usted no le preocupa el crecimiento de la inteligencia artificial? Respuesta: No, a mí lo que me intriga es el decrecimiento de la inteligencia humana”. Un lector le manda un pensamiento a Winston y al Sisimite: “Existe un culto a la ignorancia. La presión del anti intelectualismo ha ido abriéndose paso a través de nuestra vida política y cultural, alimentando la falsa noción de que la democracia significa la falsa noción que mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”. (Isaac Asimov).

Otro mensaje: “Algo que disfruto, cada vez que voy a una librería, es ver que mi pequeña hija de tres años busca ya sus propios libros. Al cumplir dos años de edad, le enseñé los nombres de las piezas de ajedrez. Ahora se la pasa entre sus libros infantiles y los movimientos de la Ruy López. El ejemplo comienza en casa”. Repetimos lo toral de lo escrito por el uruguayo: “¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?”. “Las cosas no eran desechables. Eran guardables”.  “Nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos”. “Y hoy, sin embargo, deciden ‘matarlos’ apenas aparentan dejar de servir”. “Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos”. “Me muero por decir que hoy no solo los electrodomésticos son desechables; que también hasta el respeto y la amistad son descartables”. “Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas”. “Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero”. “De la moral que se desecha si de ganar dinero se trata”. “No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne”. (La interpretación de Winston: “Error e hipocresía, la moda de hoy en día, de desechar lo anterior”). Una amiga comenta: “Cierto ahora todo es desechable… ahora son otros tiempos. Yo tengo algunas piezas de un juego de ollas que mi mamá compró cuando era soltera… y siguen dando utilidad; son recuerdos invaluables. Y tengo otras cosas más que le pertenecían. Ojalá que esas costumbres de guardar cosas con valor sentimental no se pierdan”. “Me identifico con el editorial porque guardo los dientes de leche de mi hijo y una mecha de su primer corte de pelo”. “Sí, mi mamá también guardó los nuestros… y así van las generaciones y pasa la vida”.

Otra lectora: “En cuanto a lo que dice Galeano (uno de mis favoritos) lo comparto totalmente; mis hijos usaron algunos libros de su hermano mayor para estudiar, guardo dibujos de ellos desde kínder, probablemente los boten cuando yo ya no esté. Cuando ya les tocaba usar celular, cambiaba el mío y les daba el viejo (no les agradaba, pero lo aceptaban), ahora ellos hacen lo mismo”. Varias madres amorosas escribieron comentando que guardan el brazalete que en el hospital colocaron para identificar a sus recién nacidos, los primeros dientes de leche que mudaron, y el primer mechón de pelo, de todos ellos. Otra amiga: “Con razón me cuesta tanto cambiar el celular y pensé que era por las mil y una más contraseñas que se requieren por cada “App” que necesito cargar. ¡Ahhh! tiempos aquellos en que no respondíamos a la necesidad del amo y señor “don celular”. (Pero hay doñas también –agrega Winston– las computadoras). Otro mensaje: “Pero es que ahora todo lo fabrican casi para ser desechable; solo heredamos deudas”. Otra amiga: “Antes también se heredaban los libros y las bibliotecas”. “Ahora, hay gente que aconseja tirar los libros porque total todo se encuentra en Internet. (¿?)”. La última participación: “La predicción más escalofriante de todas”. “Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores, cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por las influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos, sino por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces, podrás afirmar, sin equivocarte, que tu sociedad está condenada. (Ayn Rand, la filósofa y escritora estadounidense, Alissa Zinóvievna Rosenbaum, nacida en San Petersburgo).  (Le obsequiaron una frase de cierre a Winston: “Nunca percibimos la verdad, más bien, solo creemos lo que percibimos”. El Sisimite con su refrán: “Lo que uno desecha, a otro aprovecha”).

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