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Por: Juan Ramón Martínez
El sentido común; o el olfato político recomiendan no provocar demasiados conflictos a la vez. Ello produce, como reacción bloques de oposición que, coincidiendo, fortalecen a la oposición. En “El príncipe” de Maquiavelo recoge muchas experiencias y recomendaciones que, en términos modernos podríamos sintetizar: paso a paso, tema por tema. Y análisis, para saber cuándo es el momento para presentar a discusión, un asunto. Especialmente cuando es parte de la estrategia del partido gobernante. Y en la base, buscar una opinión pública favorable a la gestión gubernamental que, además, obliga concluir que la sociedad necesita las reformas que los estrategas presentan como respuesta a sus necesidades. Parece cínico e inmoral: y es posible que lo sea; pero la actividad política es objeto de sus propias reglas, algunas de ellas, contradictorias con la moral y, especialmente con la ética.
Los teóricos gubernamentales, han pasado por alto estas consideraciones. Tienen abiertos, varios frentes y provocado tensión y resistencia, innecesaria e inconveniente para sus fines, desde importantes sectores de la sociedad. Por ejemplo, hay un proceso de distanciamiento con la empresa privada; la Iglesia Católica y la mayoría de las denominaciones evangélicas están molestas por el tema de la pastilla del día después; los partidos politices levantan la ceja con respecto a las reformas electorales; los hondureños en el exterior están incómodos por la amenaza de expropiación de las remesas a sus familiares; los ambientalistas están inquietos por algunas medidas draconianas en contra de pescadores artesanales; los militares retirados tienen preocupaciones alrededor del riesgo de partidización de las Fuerzas Armadas; y, los intelectuales resienten el sectarismo que excluye y divide la acción cultural privada. Es decir que casi todos los sectores del país están inquietos. Y algunos incluso incómodos al borde del rechazo en contra de Libre y del Ejecutivo que dirige Xiomara Castro.
Hay reformas urgentes. Pero es necesario entender que los gobernantes no son los dueños del país, de la sociedad; y, menos, de la nación. De allí que es un error hablar, sin autoridad, -porque Zelaya carece de la misma-, de deuda con Venezuela, en momentos en que los hondureños ven disminuir su capacidad de compra, frente a una inflación que el gobierno no puede o no quiere enfrentar. Hacer pagos que no fueron contabilizados y que, por tanto, no ingresaron a la caja nacional, porque eran dirigidos al partido gubernamental, es una falta de tacto. Porque si hay algo que no acepta el pueblo es que le impongan más impuestos; o, que le hagan cobros por deudas injustificadas.
Por lo que, es inevitable pactar cualquier reforma tributaria que se quiera hacer. No solo con los diputados o los dirigentes de los partidos políticos, sino que, con los empresarios, los grupos de influencia, los formadores de opinión. Porque, ninguna reforma será jamás justa y menos aceptada por todos. De allí que, se debe buscar el equilibrio entre las necesidades del gobierno, sus visiones de justicia, equilibrio en la distribución del producto social y, lo más importante preservando y en lo óptimo, mejorando la capacidad del país para atraer inversión internacional, en tiempos en que se anuncian probables brotes de recesión en Estados Unidos, Europa y Japón. Este equilibrio requiere habilidad para negociar, legitimidad para defender planteamientos y compromiso emocional con los intereses nacionales. Una reforma tributaria, vengativa y en contra de empresarios -incluidos los que financiaron la campaña electoral de Libre que además de dinero externo recogió muchos recursos entre capitalistas ahora asustados- que son fundamentales para que la operación económica no entre en recesión.
De allí que es urgente que el equipo gubernamental sea mejorado. Los resentidos, provocadores y sectarios, orgullosos de satisfacer más a los observadores venezolanos, argentinos y cubanos que a los hondureños que les pagamos con nuestros impuestos sus salarios, no tienen mucho que darle al gobierno de Libre. Incluso las bases de este partido, poco comprometidos con la ideología de sus voceros, resienten este liderazgo que amenaza de alguna manera sus intereses. De modo que para enfrentar los problemas que ha creado el gobierno en su primer año de operación a medio vapor, es necesario renovar el equipo ministerial. Sabillón, Medina, Cardona, Roque, Pineda, Salgado, Reina, Esponda, Cerna, Moncada, Zelaya, están quemados. Hay que sustituirlos, para apagar los incendios. Y comenzar las negociaciones, para buscar nuevos acuerdos.