Dos ópticas sobre Irak y la invasión de 2003

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17 de marzo de 2023
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01:04 am
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Dos ópticas sobre Irak y la invasión de 2003

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Han trascurrido 20 años de aquel 20 de marzo, en que el gobierno de George W. Bush ejecutó la orden de invadir Irak o Iraq en grafía del nombre del país árabe asentado sobre territorios de la antigua Mesopotamia e irrigado por los ríos Tigris y Éufrates. La intervención se llevó a cabo bajo dos premisas llamadas pretextos: la relación del gobierno de Bagdad con el terrorismo internacional y la existencia de armas químicas en poder de Sadam Hussein, hombre fuerte de la política iraquí. El fin de la guerra relámpago fue oficialmente proclamado el 1º de mayo. El 13 de diciembre, Hussein cayó en manos de las tropas estadounidenses; condenado a morir, el mundo contempló la escena en vivo de su ahorcamiento el 29 de diciembre de 2006.

De vuelta atrás, el 5 de mayo (2004) recibimos en la UNAH la visita de la docente mexicana María Cristina Rosas, con el propósito de presentar el libro de su autoría “Irak: el año que vivimos en peligro”, acto que tuvo lugar en el auditorio central Juan Lindo, en ceremonia presidida por el rector Guillermo Pérez Cadalso Arias. Conservo y releo ahora el ejemplar de la obra -afectuosamente dedicado-, en cuyas páginas la doctora Rosas -especialista en relaciones internacionales- recorre en cinco capítulos las peripecias del país asiático: su haber histórico, incluyendo los conflictos bélicos con Irán (1980-1988), Kuwait (1990) y la “guerra del Golfo Pérsico” encabezada por EEUU y otras 34 naciones, entre ellas, Honduras. Aborda, además, el ascenso de Hussein, su real capacidad armamentística y efectúa un análisis bastante objetivo acerca de los retos que enfrentará “el Irak de la era post-Saddam”, verbigracia, “lidiar con dos problemas: el de los intereses petroleros de diversas naciones que se establecieron en el país antes de marzo de 2003 y el de los intereses petroleros de Estados Unidos -y británicos- tras la ocupación militar”.

Sumariza que, si la “Operación Libertad” tuvo como objetivo la remoción de Hussein, “ello se hizo a costa de un daño incalculable contra un pueblo indefenso y desarmado… se considera que la guerra y posterior ocupación, que duró hasta 2011, es la más mortífera para una población civil desde la guerra de Vietnam”. Según fuentes consultadas, hubo cerca de 106 mil iraquíes muertos, a diferencia del conflicto del Golfo -de 1991- que dejó 3 mil quinientos decesos de esa nacionalidad. En cambio, entre el 20 de marzo y el 1º de mayo, murieron139 soldados de Estados Unidos, aunque al final de la ocupación contabilizarían 4,487 efectivos.

Por este tiempo, Mario Vargas Llosa y su hija Morgana (fotógrafa), en un volumen justificativo denominado “Diario de Irak”, dieron por bien empleada la guerra y ocupación, fiel a la adherencia del escritor peruano a la política de la República imperial, a su extremada postura anticomunista y si se quiere a la personalidad equívoca, contradictoria, del exitosos novelista, como fue, por caso, su apego frustráneo al faldamento frívolo -que creyó regazo- de Isabel Presley, en contraposición a lo que dijo en 2001 sobre la banalización del amor, “convertido en mero pasatiempo”, dentro del marco de la “civilización del espectáculo” de que se hizo eco y a despecho de lo cual estuvo siete años al lado de la referida socialité, por cierto ligada íntimamente a la revista ¡Hola!, cuyos lectores -decía antes el recién despechado- “la pasan muy bien con las noticias sobre cómo se casan, descansan, recasan, visten, desvisten, se pelean, se amistan y dispensan sus millones, sus caprichos y sus gustos, disgustos y malos gus
tos los ricos, triunfadores y famosos de este valle de lágrimas”.

Mientras que Vargas Llosa hace votos por la puesta en marcha de una economía de mercado, la privatización del sector público en Irak y coincide en un todo con el enviado de Washington Paul Bremer, particularmente en que la economía de mercado y la democracia política “convertirán a este país, en que Hussein con su frenético derroche armamentista y su socialismo estadista arruinó, en una nación pujante”; por su lado, la doctora Rosas no ve tan simples las cosas. Considera que si la presencia militar se mantiene por mucho tiempo, el rechazo iraquí se incrementará, y si a esto se añade la posibilidad de que la riqueza petrolera “sea empleada para sufragar los gastos de las tropas de ocupación, el descontento crecerá a niveles no deseados”, como así sucedió.

 

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