¿AHÍ ESTÁ LA LUZ?

ZV
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18 de marzo de 2023
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12:01 am
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DECÍAMOS ayer que la guerra comercial entre China y Estados Unidos ha provocado un éxodo industrial del país asiático. La razón es que, si antes era atractivo producir en China con miras a abastecer parte del mercado norteamericano, la imposición de aranceles a las importaciones chinas –sanciones de Washington en represalia a iguales medidas tomadas por el gigante asiático– las saca de competencia. La guerra comercial, es obvio, afecta a ambos lados. Y las empresas que operaban en uno y otro país, que ahora ven prohibitivo vender en los respectivos mercados, han salido despavoridas a buscar opciones a dónde instalar sus complejos manufactureros. Ojo, no hay que confundir el sebo con la manteca. Esto no es inversión del gobierno chino en otros países. Se trata de empresas particulares que operaban en China, de capitales varios y de distintas nacionalidades –mientras les salía rentable fabricar allí– que ahora están reubicando sus operaciones en otros lugares fuera de China.

Y más hemorragia por fuga de capital: “Los inversores –reporta CNN–están abandonando China a una escala sin precedentes, ya que un coctel de riesgos políticos y empresariales, y el aumento de las tasas de interés en otros lugares, hacen que la segunda economía del mundo sea un lugar menos atractivo para guardar su dinero, mientras la ambigüedad del gobierno chino respecto a la invasión rusa en Ucrania, eleva los temores que el país podría ser objeto de sanciones del bloque occidental”. Quienes de momento se han sacado el premio gordo como destino atractivo son los mexicanos. Aparte de las billonarias inversiones en Nuevo León y la giga fábrica de Tesla que proyecta instalarse allá –mencionados en el artículo de ayer– también “inversionistas de China, Taiwán, Japón y Corea del Sur trasladaron 44 fábricas, líneas de producción y centros de distribución de Asia hacia Monterrey, Saltillo, Ciudad de México, Tijuana, Ciudad Juárez y Guadalajara”. “La decisión fue tomada en conjunto con el objetivo de mitigar los efectos de la guerra comercial entre Estados Unidos y China”. Así las cosas, decíamos ayer, la coyuntura abre una puerta de oportunidad a los países centroamericanos. Pero ¿a cuáles? “Ser o no ser, he ahí el dilema” de Hamlet. Aquí, es lógico, entran, entre otras consideraciones, factores logísticos, económicos, ventajas comparativas, costos, elementos de confianza y situaciones políticas. Conseguir que una o varias de estas mega empresas se instale en Honduras –sugería Winston ayer– podría ser el ansiado milagro que revierta el estado agónico de la economía nacional. ¿Qué ventajas o desventajas tendría Honduras –pregunta el Sisimite– frente a las otras naciones centroamericanas? Ni idea –interrumpe Winston– más bien sería tema de deliberación, después de una profunda meditación –en receso de la poesía a la que recurrimos como bálsamo a las aflicciones del alma– para que el colectivo ensaye dar respuesta al acertijo.

Algunos afiliados al colectivo, ni cortos ni perezosos, se entusiasmaron con el reto. “Ahí está la luz”, habrán dicho en sus adentros: “Dos puntos importantes –para resolver el acertijo, comenta un lector– son lo geopolítico influyendo en lo comercial”. “A diferencia de México –escribe otro de ellos– la distancia desde el interior del país a los puertos, es corta”. “Tenemos, además, el mejor puerto en el Atlántico, un puerto en el sur y acceso cercano al puerto salvadoreño”. “Ya está construido el canal seco entre puertos”. “Guatemala no compite en puertos y El Salvador solo los tiene en el Pacífico”. “Nicaragua es un caos”. (Y entonces –se rasca la cabeza Winston– si todas esas ventajas hay ¿por qué será que al día de hoy no se ve en el nublado horizonte esa formidable invasión de inversionistas, agolpados en largas colas de espera en Palmerola, atropellándose, unos con otros, peleando lugar, por ser los primeros en obtener cupo, además de conseguir boleto y su reserva de palco, desde donde disfrutar cómodamente de la función? Quizás, Winston no se explicó bien del todo, pero esas últimas inquietudes, forman parte del acertijo que dejó a los lectores para que se entretuvieran descifrando. Y para enredar más el enrevesado laberinto, allá asoma el travieso Sisimite a meter su cuchara: Asumiendo, con bastante optimismo, que haya ventaja hondureña, estratégica, logística, de confianza, geopolítica, pintoresca, ¿barata? –agréguenle y de necesidad– sobre los vecinos, solo faltaría indagar ¿cómo andamos con el imperio? –¿no les parece?– si es el mercado ese al que se quiere llegar y, ni lo quiera la Virgen, se les ocurra a ellos ponerle trabas al país de donde les mandan las cosas).

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