I. Biografía de Rafael Leonardo Callejas
Hace algunas semanas, un sábado del mes de febrero, asistimos a la presentación de los últimos dos libros del escritor hondureño César Indiano. El acto ocurrió en la Librería Navarro de Tegucigalpa, por gentil invitación de su gerente general AGUSTÍN MONTES NAVARRO.
INDIANO, después de una permanencia de tres años en la ciudad de Barcelona, nos ofrece un certero diagnóstico de la sociedad española en su libro intitulado “ESPAÑA, EL REINO CAÍDO”. Por otra parte, también presentó su biografía del expresidente Rafael Leonardo Callejas, intitulado “CALLEJAS, LA VIDA DE UN LÍDER”.
Dispuse comenzar con la lectura de la segunda obra antes mencionada, o sea la Biografía de Callejas, que bien podríamos llamar autobiografía, en la que Indiano, muy inteligentemente –para los fines prácticos de su trabajo y para deslindar su responsabilidad de lo que podría calificarse como un exagerado levantamiento del perfil del biografiado– dispuso ponerle enfrente una grabadora en la que se recogieron 40 horas de un discurso autolaudatorio de Callejas.
Era sorprendente la locuacidad y la retentiva que poseía Callejas para recordar y transmitir aspectos y datos de su vida, antes, durante, y después de su mandato presidencial (1990 – 1994).
Pero el entusiasmo con que inicié la lectura de la obra, se vio colapsado cuando al referirse a la Huelga de los Trabajadores Bananeros de 1954 dice textualmente : “debes recordar que nosotros, los nacionalistas, fuimos los gestores de aquella huelga que se volvería un hito para la historia sindical hondureña” (Pág. 36).
¿Cómo pudo Rafael Leonardo incurrir, con tal desenfado, en semejante falsedad histórica, cuando lo que ocurrió fue precisamente todo lo contrario? Juan Manuel Gálvez, apoderado legal de las compañías fruteras, ya convertido en presidente por el partido, al momento en que se produjo la huelga de 1954, se dedicó sistemáticamente, a perseguir y encarcelar los dirigentes de la gesta huelguística, así como a todo ciudadano que mostrara simpatía o brindara su apoyo a dicho movimiento.
De lo anterior, mi familia fue una de las directamente afectadas. Mi padre, el profesor OCTASIANO VALERIO, en su condición de presidente de la FEDERACIÓN HONDUREÑA DE MAESTROS, había logrado, en una responsable y patriótica negociación con el Ministerio de Educación, se incrementara el exiguo sueldo de L30.00 que devengaban los docentes hondureños, en un cincuenta por ciento, con lo que se pudo frenar la inminente huelga que estaba por iniciar el gremio magisterial, que con sobrada razón, exigía un incremento del cien por ciento a su salario.
Por el acuerdo, que logró prevaleciera la paz en el ámbito educativo nacional, mi padre fue premiado con la cárcel. Claro está, que también se le tenía que castigar por pertenecer al Partido Democrático Revolucionario Hondureño, de cuya Junta Directiva era Secretario de Actas, naciente organización política de corte social demócrata, que apoyaba el movimiento huelguístico, al igual que lo hicieron otras importantes organizaciones del país, como la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras. Eso, Gálvez, nunca lo perdonó.
Después de leer semejante “guáfira”, tan obvia y fácil de rebatir, perdí interés en seguir con la lectura de la susodicha autobiografía, ante la sospecha de que al abordar otros aspectos menos trascendentes de la vida nacional, incurriera en iguales o peores desatinos. Dispuse entonces, abordar la lectura del libro “ESPAÑA, UN REINO CAÍDO”. Al cual me referiré en un próximo comentario.
Tegucigalpa M.D.C. 18 de marzo de 2023.