LLUVIA DE IDEAS

ZV
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26 de marzo de 2023
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12:44 am
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LLUVIA DE IDEAS

FRENTE a la alternancia inevitable de sequías desoladoras y temporadas demasiado lluviosas y, por añadidura, frente a los desórdenes climáticos y otras adversidades pasadas y presentes, cada día se vuelve una especie de imperativo moral que los hondureños más talentosos hagan diversas propuestas en torno a la solución factible de los problemas estructurales y coyunturales. Aquí el talento tiene muy poco que ver con el nivel social y económico de cada individuo, pues en el espíritu de cualquier ciudadano (sin olvidar al campesino promedio) se pueden conjugar la sabiduría popular, el sentido común, un olfato agudo e, incluso, un grado académico, formal o autodidáctico, que sea antidogmático.

La “lluvia de ideas” es una técnica grupal que en Honduras comenzó a ensayarse, quizás, en los años setenta del siglo pasado, más que todo en los círculos universitarios y en las nuevas prácticas de los promotores de “reforma agraria”. Al comienzo la técnica propiciaba el caos por la inexperiencia de aquellos talleres y a veces ¡vaya paradoja!, por ausencia de ideas sobre lo que se pretendía abordar y resolver. Sin embargo, la validez de la lluvia de ideas se conserva en cualquier círculo social, ya sea con el propósito de “romper el hielo” en las reuniones; o con el fin de identificar las “FODAS” (fortalezas, debilidades y amenazas) de cualquier institución pública o privada. La clave del éxito de esta técnica ha consistido en que a lo interno de cada agrupación existan personas moderadas e inteligentes que sepan canalizar las ideas dispersas de los demás.

Toda lluvia excesiva, física o mental, produce desbordamientos. Pero en el tema de la técnica que aquí nos ocupa, el desorden se puede convertir en orden mediante la presencia de coordinadores grupales que posean sapiencia o cuando menos sentido común, y el menor egoísmo posible al momento de tomar en cuenta los aportes de los demás. En Honduras ha existido una especie de lluvia espontánea de ideas respecto de problemas vitales de la sociedad. En Tegucigalpa se ha venido sugiriendo, desde hace unas tres décadas, la necesidad de nuevas represas con el fin de mitigar la escasez de agua potable durante las estaciones secas, y también se ha sugerido severidad en la aplicación de las leyes respecto de los pirómanos que provocan grandes incendios forestales (o de zacateras) que asfixian al Distrito Central. Pero cada vez que llueve en abundancia se olvida de inmediato el problema estructural, y en los años subsiguientes comienzan los fuertes racionamientos de agua y el crujir de dientes de la ciudadanía.

En el valle de Sula, el más poblado de nuestro país, los habitantes sufren espantos en las temporadas de lluvia, por aquello de los desbordamientos de los ríos Ulúa, Chamelecón y sus afluentes. No digamos cuando llegan los huracanes y destruyen casi todo, generando enormes pérdidas en vidas humanas y en factores productivos. Se sabe, con información fidedigna, que los huracanes “Iota” y “Eta” fueron causantes de una pérdida económica descomunal, mucho mayor que la originada por la pandemia.

Los productores agrícolas y fabriles del valle de Sula, y la población en general, han clamado porque se resuelva el fenómeno mediante la construcción de represas en las partes altas de los ríos y afluentes aludidos, en tanto que la simple construcción de bordos solamente significa un paliativo que en nada resuelve el tema estructural. Cuando el valle es visitado por un huracán, ya sea en forma directa o tangencial, ningún bordo detiene los torrenciales, las desgracias humanas y las cuantiosas pérdidas económicas.

Debiera crearse un banco de datos con el objeto específico de recoger y procesar todas las sugerencias oportunas de los individuos más talentosos y del pueblo en general, con el fin de encontrar mecanismos factibles encaminados a resolver las contrariedades que afectan directamente a la sociedad hondureña, ya sea en los terrenos de la producción privada como de los servicios públicos. Tal banco de datos, para evitar excluir a nadie, debiera ser manejado, sin sectarismos, por una institución autónoma del Estado.

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